viernes, 11 de julio de 2025

Jorge Gubern
HOMBRES DE ESPAÑA
Barcelona, 1960, Mateu.



“Hace, sin embargo, menos de doscientos años, todo ello no era sino una soledad salvaje, habitada por algunas primitivas tribus indígenas: los wituns, maidus, miwoks, y yokuts, gente sencilla, que andaba semidesnuda, que no cultivaba el suelo, que tejía ingeniosos cestos y se nutría de harina de bellotas y de la caza de pájaros y pequeños mamíferos. El día 1º de julio de 1769 un humilde y enfermizo fraile franciscano fundó una rústica misión pocos kilómetros al norte de la actual frontera mejicana, misión que dedicó a san Diego de Alcalá. Aquel sencillo establecimiento se ha convertido en la ciudad de San Diego. Primera cuenta de un delicado rosario de misiones extendido junto a las aguas del Pacífico, por San Diego entró en California la civilización cristiana. Su fundador tiene ahora un monumento en la galería de hombres ilustres de la capital de Estados Unidos. Era un mallorquín llamado Junípero Serra, en el mundo Miguel Serra y Ferrer. 
   Afirma una leyenda californiana que todos los años, en la iglesia antigua de San Carlos de Monterrey, donde fray Junípero murió, y en el día aniversario de su muerte, sale el franciscano de su tumba para celebrar una misa espectral. La oye todo el pueblo de sombras lívidas que duerme con él bajo las losas. Cuando la misa llega al Sanctus comienzan a doblar las históricas campanas, y los viejos cañones enmudecidos siglos vomitan fuego y trueno. Un coro en que resuenan las voces de un mundo vacío canta el Oh Salutaris Hostia. Fray Junípero alza su brazo descarnado para la bendición final: «¡ Ite, missa est !»; y en la luz del alba que apunta se disipa el vago pueblo de sombras, y el misionero vuelve con sus pies de huesos a la tumba donde crecen las hierbas marinas.
   Como la anual misa de los fantasmas, la huella de Fray Junípero es imperecedera. Ni el rush del oro desencadenado en 1849, ni la inmigración heterogénea, ni el enriquecimiento, ni el habla anglosajona han podido borrarla. España está y estará siempre allí, en el admirable camino de arte, trabajo y paz que desde San Diego a San Francisco trazó un día un frailecito medio cojo.” (pp. 206-207) 
[El texto contiene algunas erratas que he corregido para mejorar su comprensión.]