Javier Marías
PASIONES PASADAS
Madrid, 1999, Alfaguara.
“Todavía me sorprendo cuando veo que otro tipo de personas (sobre todo políticos y locutores) hacen grandes aspavientos ante los escritores o buscan salir en las fotos acompañados de algún pluma, o cuando el Estado acude presuroso a socorrer a los poetas arruinados y enfermos dándoles un incomprensible trato de privilegio y humillando aún más, con ello, a los barrenderos, empresarios, camareros, abogados y zapateros también arruinados y enfermos.” (p. 69)
“El escritor feliz (al que no debe confundirse con el escritor satisfecho y menos aún con el escritor soberbio y pagado de sí mismo) es aquel que logra deber su literatura exclusivamente a la propia literatura, o, dicho de otro modo, al que a lo largo de toda su trayectoria consigue mantener una idea muy clara de lo <<literario>> y lo sabe separar de la vida. Es el que, de hecho, no puede padecer la vida porque aprende a someterla.” (pp. 86-87)
“En un terreno tan movedizo y variable, se ha alcanzado una ficticia estabilidad que en realidad es anquilosamiento: vacas sagradas de la literatura, del cine, de la pintura, de la música o la filosofía seguirán siendo consideradas vitales, y la sección de cultura de los periódicos se ocupará de ellas cada vez que estornuden, aunque haga lustros que no produzcan un libro, una película, un cuadro, una composición o un tratado que valgan la pena. Y, por el contrario, otros artífices encontrarán desmesuradas dificultades para que sus obras quepan bajo el epígrafe porque el lugar, el espacio, estará permanentemente ocupado por quienes acaso sólo una vez, hace mucho, lo merecieron con justicia.” (p. 155)