EDUCACIÓN



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Pilar Lucía López
LA SILLA VACÍA
Almería, 2023, Círculo Rojo.



“-¿Lo ves, Julia? Sigues culpándote por no poder cambiar la mente, la rabia y la impulsividad de un adolescente. Eres una buena maestra, pero no puedes cambiar tú sola el rumbo de lo que acontece a tus alumnos. Quieres pensar que si la escuela funciona como es debido podrá con todo, cambiará la realidad. Quieres creer que la educación es una llave mágica que abrirá las puertas y ya está. ¿De veras crees que es tan sencillo?

Las manos del director reprimieron un gesto paternal de darle una palmada en el hombro para animarla. Sus dedos se cruzaron como en un rezo esperando que ella volviera a serenarse y comentar lo que sentía.

-Pues hasta ahora creía en el poder de esa llave, José. Yo encontraba sentido a todo lo que hacemos. Pensaba que podíamos ayudarlos a pensar, a descubrir el mundo, a expresar sus ideas y sentimientos. Ya ves, hasta hace tres días creía en eso. Qué ingenua, ¿no?

-Y seguirás haciéndolo, Julia, porque no te queda más remedio.

-¿Qué quieres decir?

-Que la escuela es una oportunidad para todos los que entran en ella, pero que no puede arreglar todos los problemas de esta sociedad. Hay que mirar un poco más allá.

-¿Más allá de dónde?

-Más allá de la escuela, Julia. A mí me ha costado muchos años enterarme de esto. Antes solo veía buenos o malos estudiantes. Pero cuando llegan los chicos y las chicas del colegio, ya vienen con la mochila bastante cargada. En ella está toda su biografía. A algunos les pesa tanto que no sé como pueden caminar con esas piedras que soportan en su espalda.” (p. 180)


 
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EXPERIENCIA DIDÁCTICA 
SOBRE 
LA CONFLICTIVIDAD EN ÁFRICA
Agustín Izquierdo Alberca / Jesús Díez Alcalde



La experiencia también se puede encontrar en :




























































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LA SANA 
COMPETENCIA EDUCATIVA



Últimamente las autoridades académicas nos lo vienen repitiendo hasta la saciedad: tenemos la obligación de fomentar la sana competencia educativa. Y yo me pregunto, ¿entre todo tipo de centros educativos? ¿entre los propios profesores? ¿entre los propios alumnos? Da igual que se nos administre el eslogan sin especificar, sin consultar, sin analizar, es decir, sin prospecto ni manual de instrucciones. Sinceramente, desconozco si se trata de un tic de la consejería de turno, de un burdo tópico cultural o de un intento siniestro, pero mal disimulado, de mercantilizar la educación. En cualquier caso, el presupuesto de partida no tiene el más mínimo fundamento pedagógico. 

Los centros educativos ofrecen, a través de sus profesores, conocimientos de las distintas disciplinas curriculares, estrategias de comprensión y aprendizaje de determinados objetivos y, guste o no a los especuladores de la cultura, contenidos éticos. Existen tantas éticas como culturas particulares, pero en Europa y en España, gran parte de esas éticas se apoya en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. No es éste el momento de analizar pormenorizadamente los capítulos dedicados a la defensa de la infancia y de la educación, pero es evidente que el derecho a la cultura se basa, fundamentalmente, en la ética de la cooperación y del trabajo compartido. Querer disimular el mercadeo de la competencia educativa con la añadidura de un adjetivo es en el mejor de los casos un error de bulto y, en el peor de ellos, una perversidad hacia la sociedad civil. La competencia entre dos o varias instancias sólo puede ser saludable cuando no hay intereses valiosos en juego. De lo contrario, el subterfugio está servido. La sana competencia se hace verosímil en el deporte estrictamente amateur, pero no en nuestras instituciones educativas, todo sea dicho, permanentemente instrumentalizadas por intereses religiosos, políticos y económicos.

Por otra parte, incluso admitiendo que pudiera hallarse un gramo de buena, aunque ingenua intención, en el eslogan de partida (¿o deberíamos hablar de consigna política?), cabría plantearse si es posible postular dicha competencia en condiciones de igualdad. ¿Es que ahora nos parece razonable que los pugilistas de peso mosca combatan en sana competencia contra los de peso pesado? ¿Cómo es posible que puedan competir entre sí centros que seleccionan previamente al alumnado y centros que ofrecen plena libertad de matriculación, por poner sólo un ejemplo?

Se mire como se mire, la cuestión es una inmensa trampa conceptual. Los agentes educativos no vendemos aperitivos salados, ni desodorantes íntimos. Si somos educadores de verdad debemos preocuparnos únicamente por mejorar nuestra práctica académica, y eso incluye, porque tenemos mucho que ver con la ciencia, el deber moral de compartir nuestros métodos y descubrimientos con el conjunto de nuestros colegas y centros. Enseñamos cooperación, solidaridad y trabajo en común, y por ello debemos desechar como vicio antipedagógico de la peor especie sujetar nuestras iniciativas a un mero balance de resultados. Le pese a quien le pese, no somos una empresa, y nuestro único marketing (permítaseme la contradicción), debe basarse en cumplir nuestros menesteres con el máximo de honradez y de profesionalidad. Y eso es algo que debemos llevar a cabo independientemente de todo lo demás.   

No deja de ser curioso que las mismas autoridades que hablan de la sana competencia docente discurseen sin rubor de la “excelencia” como objetivo prioritario de la educación en España. Nadie en su sano juicio podría estar en contra de algo tan razonable. Pero, vaya por Dios, los mismos que espolean la excelencia pedagógica son aquellos que tienen en su mano el poder para  aumentar el número de alumnos por aula, el poder para incrementar la carga lectiva del profesorado y el poder para ejecutar drásticas reducciones de plantillas. Flatus vocis, o “palabras huecas”, que diría el filósofo.

Padres, alumnos, profesores y centros no pueden convertirse en rivales de no se sabe qué interesada guerra. A todos nos une el mismo propósito: servir a la ciudadanía de la mejor manera posible para servirnos de ella en la misma medida. En lo personal no pretendo que mi propia reputación o la de mi centro estén por encima de las de los demás. Tan sólo aspiro a que estén a la misma altura, y bien alta si ello es posible. El resto son mensajes malintencionados, pacotilla de buhonero disfrazada de panacea educativa. Si no estamos atentos, el precio a pagar por la baratija puede ser exorbitante.


© Agustín Izquierdo Alberca (abril, 2013)

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ESCUELA Y POLÍTICA EN EL ALTO TAJO
PEDRO HERRANZ Y MOLINA DE ARAGÓN

Agustín Izquierdo Alberca
Carmen María García Martín



Normalmente entendemos la política de altos vuelos, la política con mayúsculas, como la referida estrictamente a los ámbitos nacional e internacional. Sin embargo, es a nivel local donde se sustancian las decisiones que más directamente afectan a los ciudadanos. Como consecuencia de una corrupción que no parece tener límites, la política municipal seria y rigurosa suele pasarnos inadvertida. Con Pedro Herranz Hernández, maestro y ex alcalde de Molina de Aragón (Guadalajara), repasamos una experiencia de gobierno local cuajada de éxitos y de sinsabores, una experiencia que deja al descubierto una de las constantes de la historia de España: el interminable conflicto entre el progreso y la oposición al cambio.


Puente románico sobre el río Gallo y torres del alcázar de Molina de Aragón


¿Cuándo empieza su biografía?
Yo nazco el 14 de agosto de 1947 en un pueblo de Guadalajara que se llama Adobes, en la comarca de Molina y a 1500 metros de altitud. Mi familia, como la inmensa mayoría de las de aquellos pueblos, es de labradores y pastores. No estoy hablando de ganaderos. Estoy hablando de tener lo que entonces se llamaba una punta de ovejas o de cabras que, según los años, podía ser de entre treinta y sesenta unidades y que luego se pastoreaban en común entre los vecinos.

¿Por qué eligió la enseñanza como profesión?
Sobre todo porque vi que era un medio de vida al que podía acceder con facilidad, pero también porque intuía que era una profesión en la que me iba a gustar trabajar, en la que iba a disfrutar ejerciendo.

¿Descubrió muy pronto que se sentía atraído por la enseñanza?
No, no tan pronto. Yo he sido granjero (de gallinas, no vayamos a pensar otra cosa), peluquero, pastor, panadero... Hasta los 28 años no empecé los estudios de Magisterio. Estudié por libre dos años en Huesca y el tercero en Barcelona. En los pueblos, y más aún en los pueblos de las provincias pequeñas, el Magisterio ha sido siempre una buena salida profesional, y para mí también lo fue. Pero lo cierto es que hasta que no empecé lo estudios y comencé a trabajar, no tuve claro que me gustaba mucho dar clase.

¿Se siente más alcalde o más maestro?
Más ciudadano. Yo pienso que tanto el trabajo en la escuela como el compromiso político responden, sobre todo, al deseo de ser lo más útil posible en el grupo social en que estás. Es más, la decisión de presentarme a las elecciones municipales salió del aula de educación de adultos.




¿Cómo fue aquello?
La convocatoria de elecciones del 2003 me pilló trabajando en el aula de adultos de Molina de Aragón. En el aula de adultos, además de la enseñanza del español a inmigrantes, de la recuperación de los chavales que no han obtenido el título de Graduado en Secundaria, de la pura labor de alfabetización o de las ofertas de Inglés y de Informática, un tema de trabajo que atraviesa todas las actividades, si te lo tomas en serio, consiste en preguntarse qué hacemos en nuestra zona, qué no hacemos y qué podríamos hacer. De esta manera surgieron muchas iniciativas, y una de ellas fue la de la participación política. El tema salió espontáneamente del aula de adultos. Un día llega alguien y te pregunta si es posible hacer algo en el pueblo, que por qué no te presentas a las elecciones o que te ofrece su apoyo más sincero. La verdad es que al aula de adultos venía gente de todos los niveles y que la titulación académica nunca fue un obstáculo para el compromiso político. En el taller de lectura tuvimos dos abogadas, pero también participó gente sin ninguna titulación que demostró un enorme interés por aprender y estar al día en todos los temas. El grupo del taller de lectura era, y es, un grupo de ciudadanas, porque fundamentalmente eran mujeres, interesadísimas en que las cosas funcionaran en el pueblo. Hasta el punto de que cuando a alguno o alguna de ellas le planteabas que “habría que hacer algo”, era capaz de corregirte y de decir: “Habría que hacer, no. Tendríamos que hacer.” Y eso es lo que lleva a ese compromiso político.

¿Qué sensaciones le transmite la palabra “político”?
A mí me gusta la palabra “político”. Me indignaba y me sigo indignando cuando se utiliza, como casi siempre, con connotaciones peyorativas. En algunas de mis intervenciones públicas, sobre todo durante los dos primeros años de mandato, comenzaba habitualmente con el saludo “Buenas tardes, queridos conciudadanos, queridos políticos”, asimilando la palabra “político” a la de “ciudadano”. Como alcalde, si quieres, yo tenía un grado más de responsabilidad, pero entiendo que todo ciudadano que sea consciente es político y hace política. Es muy fácil criticar por sistema a los políticos, sean del pelaje o del signo que sean. Muchas veces, los disparos arbitrarios contra todo ese grupo de personas encubren, simplemente, las ganas de no comprometerse con nada.

Como maestro, ¿qué planes tenía para Molina de Aragón?
En la escuela era evidente: facilitar a las personas herramientas útiles para que pudieran valerse por sí mismas. Si tratas con adultos, muchas de esas herramientas ya no las necesitan. En el sector concreto de los emigrantes, que era el más numeroso en el aula de adultos, el hecho de que se decidieran a abandonar sus países de origen para aventurarse en otro espacio y con otras personas indicaba que ya poseían una enorme capacidad de decisión y de responsabilidad personal y social. En ese sentido, el aprendizaje de la lengua del país era la herramienta básica para desenvolverse en el nuevo ambiente. En cuanto a los autóctonos, el reto estaba y está en alcanzar la titulación mínima, en desenvolverse con las nuevas tecnologías o con el inglés y en tareas de otra índole como adentrarse en la literatura a nivel lector. En definitiva, el objetivo prioritario es favorecer el desarrollo social de las personas. Afortunadamente, toda esta gente tenía, y tiene, unas ganas de trabajar que hacen imposible que su esfuerzo no repercuta en el medio en que viven.




¿Y como alcalde?
En términos concretos, había cosas que no me gustaban y yo creía que podía colaborar para que se hicieran de otra forma. También había cosas que sí me gustaban y sentía, igualmente, que podía colaborar para que fueran a mejor. Entre las primeras puedo citar la dejadez de la gente. No estoy hablando exclusivamente de Molina, sino de todo la comarca. Y no me refiero sólo a la dejadez en el sentido actual de “pasotismo”, sino a una dejadez histórica, si vale la expresión. Esa dejadez que dice que si nunca hemos podido hacer nada, ahora tampoco vamos a poder; esa dejadez que dice que para qué nos vamos a esforzar, si la gente de los pueblos somos lo último y nadie nos presta atención. Eso te molesta, y te rebelas, y este grupo de personas de las que hablamos se rebelaba y se sigue rebelando contra ello. Esto va unido al sometimiento de siglos a lo que podríamos llamar “poderes fácticos”, al sometimiento a todo aquello que representa una cierta autoridad, entre ellos la Iglesia. De este sometimiento proviene la filosofía del “que hagan ellos, que inventen ellos” y el derrotismo del “si les va a molestar, ¿por qué vamos a actuar de esta manera?”. Estas dos cosas, sobre todo, no te pueden gustar.

¿La escuela le ha dado muchos disgustos?
De maestro ha sido en los pueblos donde me he llevado los mayores disgustos. Ahora mismo estoy pensando en una escuela unitaria en cuyo pueblo había recursos suficientes para seguir adelante con las clases y en la que, sin embargo, no teníamos alumnos para el curso siguiente. Y había posibilidades de creación de puestos de trabajo, porque había muchas tierras muertas y muchos brazos muertos. Pensé que tendría que ser yo, y no los otros, quien tendría que hacer algo. Y al intentar hacerlo vi que me chocaba con infinidad de muros. Los primeros en el mismo pueblo, y un poco más allá en la Delegación Provincial de Educación, donde entendían que los niños debían bajar a la Escuela Hogar de Molina donde estarían mejor atendidos. Esto último es indiscutible, pero también supuso que de los 72 pueblos de la comarca, si no han cambiado los datos, sólo 8 tuvieran escuela abierta. Los otros 64 no ven un niño durante toda la semana. Eso imposibilita que las parejas jóvenes se establezcan en los pueblos, porque saben que los van a tener que llevar a Molina y que, en muchos casos, no los van a disfrutar hasta el fin de semana. Con este planteamiento no hay perspectivas en el colectivo de personas que viven allí.

¿Cuál fue la causa de la pérdida de alumnos?
La causa principal fue la emigración de la gente de esos pueblos. Cuando yo nací, en el pueblo éramos trescientos habitantes. Ahora quedan veintiséis.

¿Cómo resultaron las elecciones?
Los socialistas, con un concejal de Izquierda Unida, estuvimos gobernando durante cuatro años, de 2003 a 2007. Los doce años anteriores tuvieron el mismo equipo de gobierno, con distintas personas pero con la misma composición política.




¿En su ejercicio político también se ha encontrado con muchos muros?
Puedo describirlos como círculos concéntricos. El primero de ellos, una oposición feroz que no te daba tregua en nada. Posiblemente estaban en su obligación, pero la forma de hacerla desde el primer día te desmoralizaba. Te puedo poner tres ejemplos de la primera semana. Yo pensé que para poder trabajar en serio tendría que dejar la escuela, y claro, si dejas la escuela, que es de la que vives, tendrás que tener unos ingresos. Pensé que tendría que ponerme un sueldo. Dentro del equipo que habíamos preparado el programa para trabajar aquellos cuatros años estábamos de acuerdo, y durante la campaña se lo dije a la gente. En el partido me decían que los electores se iban a echar para atrás porque sería el primer alcalde de Molina en asignarse un salario. Pero yo no los podía engañar, tendría que mantenerme de algo. Y se me ocurrió la mala idea, que yo pensaba que era buena, de decir en el pleno que sólo deseaba percibir el mismo sueldo que percibía en la escuela. Eso llevó al primer recurso que interpuso la oposición contra la acción de la alcaldía.

¿Estamos hablando del Partido Popular?
Sí, del Partido Popular y de un grupo más a la derecha del PP que había entonces y que ahora se ha unido con el Partido Popular. Bien, pues pusieron un contencioso porque entendían que, como yo había participado en la votación, se había puesto un sueldo a Pedro Herranz, pero no al alcalde. La portavoz de la oposición del Partido Popular había sido dos años antes diputada en el Congreso, en Madrid, y yo le pregunté que si cuando se votaba el sueldo de los diputados en dicho Congreso estos se salían fuera y decidían los ujieres de la Cámara. Me contestó que no, que el sueldo lo votaban los propios diputados. Entonces le pregunté que por qué me pedía a mí que me saliera de la sala cuando se votaba el sueldo del alcalde. “Es que es diferente”, me respondió. Y yo le contesté: “Sí, sobre todo en el volumen del sueldo” En fin, ese fue el primer choque. Querían atarme de pies y manos para que no pudiera trabajar. En cuanto que pude me volví a la escuela. Ante un contencioso cuyo resultado no se supo hasta dos meses antes de las siguientes elecciones, no podía correr el riesgo de que no se diera luz verde a la decisión del pleno y quedarme sin sueldo o incluso tener que devolver lo que había cobrado. Acabado el primer curso escolar pedí el reingreso y combiné ambas actividades. Por las mañanas iba al ayuntamiento hasta las tres, y de tres a nueve me marchaba al aula de adultos. Mi mujer me dejaba en el asiento del coche un bocadillo para que pudiera comer camino de la escuela. Lo mismo ocurría con los viajes a la Diputación en Guadalajara o a Toledo, siempre pensando en que a las tres tenía que estar de regreso en el aula. Es sólo una anécdota, pero me pagaban el kilometraje a 6 céntimos de euro, menos que a los funcionarios municipales. Estas cosas tampoco las tenía en cuenta la oposición. Fundí dos vehículos propios con tantos desplazamientos. Estaba harto de trabajo y de kilómetros y aún decía la oposición que cobrar 1600 euros era robar al pueblo.
     El segundo círculo fue el personal municipal. En un ayuntamiento tan pequeño como el nuestro, entre fijos y eventuales había 73 trabajadores. Nuestro compromiso fue acabar la legislatura consiguiendo que no hubiera interinos y que todo el personal pasara a ser fijo y promocionado a un nivel superior en su escalafón. Encontré muchas irregularidades en este sentido: el sueldo de un cargo inexistente que se repartían entre algunos funcionarios, personas que no estaban acostumbradas a cumplir con sus horarios, que llegaban tarde y que, paradójicamente, aparecían por la tarde para hacer horas extras, etc. Me llamó mucho la atención el caso de un funcionario que llevaba 16 años de interino. Durante al menos 7 de esos años, el ayuntamiento no había pagado las cotizaciones obligatorias a la Seguridad Social. Allí no cuadraba nada. En cuanto que quise acabar con las irregularidades y racionalizar el trabajo aparecieron las protestas y las denuncias. Me consideraban un dictador.
     El último círculo de presión fue la Iglesia. En Molina existe la “Muy esclarecida y antigua Cofradía Orden Militar de Nuestra Señora del Carmen”, que por julio organiza procesiones y desfiles. Yo nunca me opuse a la celebración de estos festejos, pero rechacé el nombramiento de Coronel Honorario que tradicionalmente se ofrece al alcalde y me permití recordar a sus miembros que la exhibición del estandarte en el balcón del Ayuntamiento no es un privilegio de la Archicofradía, sino una gentileza del consistorio. Aquello cayó mal, y mi negativa a participar en los oficios religiosos tampoco ayudó. Algunos compañeros de partido tampoco entendían que el alcalde no estuviera presente durante algunas fiestas en los primeros bancos de la iglesia. Pero no todo fueron obstáculos. Hay motivos para estar orgullosos de nuestra gestión municipal.

¿Podría hacernos un breve balance de esos motivos de orgullo?
Voy a intentar resumirlo en cinco puntos. En primer lugar el haber dado los pasos necesarios para hacer realidad el proyecto de construcción del Parador Nacional de Turismo, gracias a la colaboración del gobierno regional y del Ministerio de Industria. En segundo lugar, el haber conseguido la creación de 30 empleos dedicados a la recuperación del patrimonio histórico-artístico de Molina. En tercer lugar, la dinamización turística de nuestra localidad con la creación de una nueva oficina de turismo estable, con personal fijo y temporal. En cuarto lugar, y esto es muy importante, haber invertido el proceso de despoblación de Molina y haber experimentado un crecimiento demográfico basado una inmigración bien integrada y contenta con su situación. Y, por último, haber conseguido declarar como ARI (Área de Rehabilitación Integral) el casco histórico de Molina de Aragón. Esto último supuso una cuantiosa ayuda económica para la localidad.

¿Cuál es la acusación que más le ha ofendido?
Sin duda la de ladrón. Fue una acusación injusta y gratuita, por las razones que antes comenté. Pero el insulto más disparatado y revelador de ciertas mentalidades fue otro. Ya de madrugada y durante la celebración de la fiesta mayor, un individuo medio ebrio, que luego supe que era inspector de policía y que ni siquiera vive en Molina, pretendía tirar petardos a la orquesta que tocaba en ese momento en el escenario. Al impedírselo, el individuo me dijo: “Si no fueras el alcalde te molía a hostias, ¡ilustrao!” Se refería a una entrevista en la que me pidieron que citara algún problema importante de Molina y a la que contesté que creía que por nosotros no había pasado la Ilustración. Claro, eso fue un poco ofensivo para la población. Pero pienso que, realmente, algunas de las conquistas básicas de la Ilustración no habían pasado por Molina.

Usted es ahora director y profesor de la Agrupación de Lengua y Cultura Españolas en Berna. ¿Cómo se encuentra en su nueva situación?
Muy a gusto. Me encuentro muy cómodo con el equipo docente, con los alumnos y con sus padres. Por otro lado, Berna es una ciudad amable y con una oferta cultural extraordinaria. El único inconveniente es el alemán tan especial que hablan los berneses. Aparte de este detalle, me encuentro muy a gusto.

Muchas gracias por concedernos esta entrevista y por dejarnos conocer más de cerca el ejercicio de la política municipal en España.
Ha sido un placer.




Para saber más

Algunas obras de Pedro Herranz Hernández

-Molina de Aragón y su Tierra ¡Sostenibles!, AACHE Ediciones, Guadalajara, 2005.
-Mujer con memoria, AACHE Ediciones, Guadalajara, 2008.
-¿Quién nos dirá dónde está Hamelín?, AACHE Ediciones, Guadalajara, 2009.



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 LA EXHIBICIÓN DE LA VIOLENCIA EN 
ALGUNOS MANUALES DE LA ÉPOCA FRANQUISTA
(también puedes leer directamente este artículo en la pestaña de HISTORIA)



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LA EDAD DE ORO DE LA EDUCACIÓN
Agustín Izquierdo Alberca
Escuela Española; número 3.505 (1.188) - 13 de septiembre de 2001








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LA ENSEÑANZA DE LOS VALORES Y LA REFORMA DE LAS HUMANIDADES
 Agustín Izquierdo Alberca
Escuela Española; número 3.453 (845) - 25 de mayo de 2000







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EL DISCURSO INVENTADO
 Agustín Izquierdo Alberca
Cuadernos de Pedagogía; número 324 - mayo de 2003












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MITOLOGÍAS DE LA EDUCACIÓN
Agustín Izquierdo Alberca
Escuela Española; número 3.472 (1.665) - 23 de noviembre de 2000 









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CONSULTAR A LOS EXPERTOS DE LA EDUCACIÓN
Agustín Izquierdo Alberca
Escuela Española; número 3.554 (1.400) - 24 de octubre de 2002








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CULTURA RELIGIOSA, UNA CUESTIÓN DE PRAGMATISMO PEDAGÓGICO
Agustín Izquierdo Alberca
Escuela Española; número 3.432 (1.575) - 2 de diciembre de 1999