lunes, 28 de diciembre de 2020

J. R. R. Tolkien
EL SEÑOR DE LOS ANILLOS (I)
Barcelona, 1977, Minotauro.



“Los Hombres y los Enanos hablaban sobre todo de acontecimientos distantes, y daban noticias de una especie que era ya demasiado familiar. Había problemas allá en el Sur, y parecía que los hombres que habían venido por el Camino Verde habían partido en busca de tierras donde pudieran encontrar un poco de paz. Las gentes de Bree los trataban con simpatía, pero no parecían muy dispuestos a recibir un gran número de extranjeros en aquellos reducidos territorios. Uno de los viajeros, bizco, poco agraciado, pronosticaba que en el futuro cercano más y más gente subiría al norte. -Si no les encuentran lugar, lo encontrarán ellos mismos. Tienen derecho a vivir, tanto como otros -dijo con voz fuerte. Los habitantes del lugar no parecían muy complacidos con esta perspectiva.” (Tomo I; LA COMUNIDAD DEL ANILLO; pp. 225-226)

Charles Darwin
AUTOBIOGRAFÍA Y CARTAS ESCOGIDAS (III)
Madrid, 1997, Alianza Editorial.



“He dicho que en un aspecto mi mente ha cambiado durante los últimos veinte o treinta años. Hasta la edad de treinta, o algo más, muchos tipos de poesía, tales como las obras de Milton, Gray, Byron, Wordsworth, Colerige y Shelley me procuraban un gran placer, e incluso cuando colegial me deleitaba intensamente con la lectura de Shakespeare, especialmente en las obras históricas. También he dicho que antaño la pintura me gustaba bastante, y la música muchísimo. Pero desde hace muchos años no tengo paciencia para leer una línea de poesía; poco tiempo atrás he intentado leer a Shakespeare y lo he encontrado tan intolerantemente pesado que me dio náuseas. También he perdido prácticamente mi afición por la pintura o la música. Por lo general, la música, en lugar de distraerme, me hace pensar demasiado activamente en aquello en lo que he estado trabajando. Conservo un cierto gusto por los bellos paisajes, pero no me causan el exquisito deleite de antaño. Por otra parte, durante años, las novelas, que son obras de la imaginación aunque de no muy alta categoría, han sido para mí un maravilloso descanso y placer, y a menudo bendigo a los novelistas. Me han leído en voz alta un número sorprendente de novelas, y me gustan todas si son medianamente buenas y no terminan mal —contra éstas debía promulgarse una ley—. Para mi gusto, una novela no es de primera categoría a menos que contenga una persona que lo conquiste a uno por completo, y si es una mujer guapa, mucho mejor.

   Esta curiosa y lamentable pérdida de los más elevados gustos estéticos es de lo más extraño, pues los libros de historia, biografías, viajes (independientemente de los datos científicos que puedan contener), y los ensayos sobre todo tipo de materias me siguen interesando igual que antes. Mi mente parece haberse convertido en una máquina que elabora leyes generales a partir de enormes cantidades de datos; pero lo que no puedo concebir es por qué esto ha ocasionado únicamente la atrofia de aquellas partes del cerebro de la que dependen las aficiones más elevadas. Supongo que una persona de mente mejor organizada o constituida que la mía no habría padecido esto, y si tuviera que vivir de nuevo mi vida, me impondría la obligación de leer algo de poesía y escuchar algo de música por lo menos una vez a la semana, pues tal vez de este modo se mantendría activa por el uso la parte de mi cerebro ahora atrofiada. La pérdida de estas aficiones supone una merma de felicidad y puede ser perjudicial para el intelecto, y más probablemente para el carácter moral, pues debilita el lado emotivo de nuestra naturaleza.” (pp. 141-143)


V. S. Naipaul
ENTRE LOS CREYENTES (II)
Barcelona, 2010, Debate.
 

  

“En el esquema fundamentalista, el mundo declina constantemente y hay que recrearlo sin cesar. La única función del intelecto consiste en contribuir a esa recreación. Reinterpreta los textos y restablece el precedente divino, de modo que la historia ha de servir a la teología, el derecho es independiente del concepto de equidad y el saber independiente del saber. La doctrina tiene sus atractivos. Para un estudiante de la Universidad de Karachi, quizá de familia campesina o provinciana, la vieja doctrina se entiende más fácilmente que cualquier disciplina académica de reciente creación, de modo que el fundamentalismo arraiga en las universidades, y negar la cultura puede llegar a considerarse lo realmente culto. En los tiempos del esplendor musulmán el islam se abrió a los conocimientos del mundo. En la actualidad, el fundamentalismo proporciona un termostato intelectual, a baja temperatura. Iguala, consuela, resguarda y protege. 

De esta manera, la fe lo invade todo, y es posible comprender a qué se refieren los fundamentalistas cuando aseguran que el islam es un modo de vida completo, pero lo que se dice del islam también es cierto, y quizá más cierto, de otras religiones, como el hinduismo, el budismo o religiones tribales menores que en una primera etapa de su historia eran también culturas plenas, independientes y más o menos aisladas, con instituciones, costumbres y creencias que formaban un todo. 

El deseo del islam fundamentalista consiste en intentar volver a ese todo, para ellos un todo divino, pero con la fe como único instrumento: el credo, las prácticas y los ritos religiosos. Es como un deseo, la supresión o limitación del intelecto y la falsificación del sentido histórico, de intentar volver de los abstracto a lo concreto y de erigir de nuevo las barreras tribales. Supone tratar de recrear algo como una ciudad-estado o comunidad tribal que, salvo en la fantasía teológica, jamás existió.” (pp. 206-207)

“-Cuando estaba en la aldea, la atmósfera era totalmente distinta. Sales de la aldea. Ves las luces brillantes, empiezas a notar la civilización materialista que te rodea. Y yo me olvidé de mi religión y de mis obligaciones, en el sentido de que hay que rezar. Pero no hasta el extremo de hacer cosas malas como ir con chicas, beber, jugar y tomar drogas. No perdí mi fe. Solo se me olvidó rezar, se me olvidaron las responsabilidades. Me perdí. No tenía nada firme en mi esquema. Simplemente andar por ahí, sin saber qué camino seguir.” (p. 278)

Charles Darwin
AUTOBIOGRAFÍA Y CARTAS ESCOGIDAS (II)
Madrid, 1997, Alianza Editorial.



“Tengo tanta dificultad como siempre para expresarme clara y concisamente; esta dificultad me ha ocasionado una gran pérdida de tiempo, aunque, como compensación, ha supuesto la ventaja de hacerme pensar larga y atentamente cada frase, y ello me ha llevado a percatarme de los errores de razonamiento y de los contenidos en mis propias observaciones o en las de otros.
   Parece que hay una especie de fatalidad en mi mente, que me induce a empezar expresando de forma equivocada o torpe mis afirmaciones o proposiciones. En otro tiempo solía pensar las frases antes de escribirlas, pero desde hace varios años he descubierto que ahorro tiempo garabateando páginas enteras con la mayor rapidez posible y con malísima letra, abreviando la mitad de las palabras, y corrigiéndola luego pausadamente. A menudo las frases escritas aprisa de este modo son mejores de las que pudiera haber escrito tras larga meditación.” (p. 140)

 


Charles Darwin
AUTOBIOGRAFÍA Y CARTAS ESCOGIDAS (I)
Madrid, 1997, Alianza Editorial.



“He intentado componer el relato de mí mismo que viene a continuación como si hubiera muerto y estuviera mirando mi vida desde otro mundo. Tampoco me ha resultado difícil, ya que mi vida se acaba.” (p. 37)

“Cuando dejé la escuela no estaba ni adelantado ni atrasado para mi edad; creo que mis maestros y mi padre me consideraban un muchacho corriente, más bien por debajo del nivel común de inteligencia. Mi padre me dijo una vez algo que me mortificó profundamente: «No te gusta más que la caza, los perros y coger ratas, y vas a ser una desgracia para ti y para toda tu familia.» Pero mi padre, que era el hombre más cariñoso que he conocido jamás, y cuya memoria adoro con todo mi corazón, debía estar enfadado y fue algo injusto cuando utilizó estas palabras.” (pp. 43-44)

“Me inclino a creer, como Francis Galton, que la educación y el medio sólo producen ligeros efectos en la mente, y que la mayor parte de nuestras cualidades son innatas.” (p. 58)