Armando Rigobello
EL PORQUÉ DE LA FILOSOFÍA
Madrid, 200, Caparrós Editores.
“Del asombro –como queda dicho- nació la filosofía; este asombro, después de milenios de especulación, se sigue hoy produciendo. El objeto del que nos asombramos cambia –su identidad va ligada al progreso, a las diversas condiciones de vida, a los campos de una investigación cada vez más específica y refinada-; pero no está en el objeto la causa principal de la admiración, sino que está en el hombre que se interroga, en la tensión que se genera entre sus preguntas fundamentales y los varios contextos técnicos o prácticos en que él ha de pensar y actuar. El asombro se produce en el hombre; la naturaleza de los griegos o las complicaciones epistemológicas o existenciales de los modernos son solamente las ocasiones, la materia, la situación histórica del problema.” (p. 52)
[La noción de “asombro” o “admiración” (thaumazein) ante la realidad ya fue planteada por Aristóteles en su Metafísica.]
“Para que se dé interpretación ha de haber un contexto, objeto por interpretar, que no sea precisamente claro y distinto, sino más bien rico en cifras, enigmas, símbolos y ambigüedades, y es necesario un intérprete que pueda relacionarse con esos signos mediante un conjunto de criterios, valoraciones y categorías capaces de dar un sentido unitario (que tienda a delinear un horizonte de sentido, una visión del mundo); es necesario, en fin, que el intérprete se implique existencialmente en el contexto de signos por interpretar, que él mismo sea puesto en cuestión por la exigencia que manifiesta y por la pregunta que hace. La conexión entre el hombre simbólico y el hombre hermenéutico se completa así por la identificación de este último como el homo viator.” (p. 98)
[El concepto de Homo viator (hombre viajero) es un tópico filosófico y literario de origen bíblico relativo a la naturaleza humana y a su permanente peregrinar físico y espiritual en busca de sentido.]
EL PORQUÉ DE LA FILOSOFÍA
Madrid, 200, Caparrós Editores.
“Del asombro –como queda dicho- nació la filosofía; este asombro, después de milenios de especulación, se sigue hoy produciendo. El objeto del que nos asombramos cambia –su identidad va ligada al progreso, a las diversas condiciones de vida, a los campos de una investigación cada vez más específica y refinada-; pero no está en el objeto la causa principal de la admiración, sino que está en el hombre que se interroga, en la tensión que se genera entre sus preguntas fundamentales y los varios contextos técnicos o prácticos en que él ha de pensar y actuar. El asombro se produce en el hombre; la naturaleza de los griegos o las complicaciones epistemológicas o existenciales de los modernos son solamente las ocasiones, la materia, la situación histórica del problema.” (p. 52)
[La noción de “asombro” o “admiración” (thaumazein) ante la realidad ya fue planteada por Aristóteles en su Metafísica.]
“Para que se dé interpretación ha de haber un contexto, objeto por interpretar, que no sea precisamente claro y distinto, sino más bien rico en cifras, enigmas, símbolos y ambigüedades, y es necesario un intérprete que pueda relacionarse con esos signos mediante un conjunto de criterios, valoraciones y categorías capaces de dar un sentido unitario (que tienda a delinear un horizonte de sentido, una visión del mundo); es necesario, en fin, que el intérprete se implique existencialmente en el contexto de signos por interpretar, que él mismo sea puesto en cuestión por la exigencia que manifiesta y por la pregunta que hace. La conexión entre el hombre simbólico y el hombre hermenéutico se completa así por la identificación de este último como el homo viator.” (p. 98)
[El concepto de Homo viator (hombre viajero) es un tópico filosófico y literario de origen bíblico relativo a la naturaleza humana y a su permanente peregrinar físico y espiritual en busca de sentido.]