Emmanuel Carrère
LIMÓNOV (II)
Barcelona, 2013, Anagrama.
LIMÓNOV (II)
Barcelona, 2013, Anagrama.
“Para la campaña electoral de 2000, publicaron un libro de entrevistas con Putin titulado En primera persona. Título probablemente elegido por algún comunicador, pero acertado. Podría aplicarse a toda la obra de Limónov y a una parte de la mía. Con respecto a Putin, no ha usurpado el título. Dicen que habla el lenguaje estereotipado de los políticos: no es cierto. Hace lo que dice, dice lo que hace, cuando miente lo hace con tanto descaro que no engaña a nadie. Si uno repasa su vida, tiene la perturbadora sensación de que es un doble de Eduard. Nació diez años más tarde en el mismo tipo de familia: padre suboficial, madre ama de casa, un montón de gente hacinada en una habitación de kommunalka. Niño enclenque y arisco, Putin creció en un entorno de culto a la patria, a la Gran Guerra Patriótica, al KGB y al miedo que inspira a los cojones blandos de Occidente. De adolescente, fue, según sus propias palabras, un pequeño maleante. Lo que le impidió convertirse en un golfo fue el judo, al que se entregó con tal intensidad que sus camaradas se acuerdan de los chillidos feroces que salían del gimnasio donde se entrenaba solo los domingos. Ingresó en los órganos por romanticismo, porque en ellos había hombres de élite que defendían a su patria, y se sentía orgulloso de que le hubieran aceptado. Desconfió de la perestroika, aborreció que unos masoquistas o agentes de la CIA se rasgaran las vestiduras por el gulag y los crímenes de Stalin, y no sólo vivió el fin del imperio como la catástrofe más grande del siglo XX, sino que todavía hoy lo afirma sin rodeos. En el caos de los primeros años noventa estaba en el bando de los perdedores, los engañados, y se vio obligado a conducir un taxi. Llegado al poder, le gusta, como a Eduard, que le fotografíen con el dorso desnudo, musculoso, en pantalón de faena, con un puñal de comando en el cinto. Al igual que Eduard, es frío y astuto, y sabe que el hombre es un lobo para el hombre, sólo cree en el derecho del más fuerte, en el relativismo absoluto de los valores, y prefiere inspirar miedo que sentirlo. Como Eduard, desprecia a los lloricas que consideran sagrada la vida humana. Ya puede la tripulación del submarino Kursk tardar ocho días en morir de asfixia en el fondo del mar de Barents, ya pueden las fuerzas especiales rusas gasear a ciento cincuenta rehenes en el Teatro Dubrovka y masacrar a trescientos cincuenta niños en la escuela de Beslán: Vladímir Valdímirovich comunica al pueblo noticias de su perra, que ha tenido cachorros. La camada está bien, se alimenta bien: hay que ver el lado bueno de las cosas.” (pp. 386-387)
[Eduard hace referencia a Eduard Limónov. La Gran Guerra Patriótica es la denominación rusa de la lucha contra la invasión nazi. Los kommunalka eran pisos compartidos por varias personas o familias.]