lunes, 28 de octubre de 2024

Matthew Lange
MATAR AL OTRO: HISTORIA NATURAL DE LA VIOLENCIA ÉTNICA (III)
Ciudad de México, 2022, Fondo de Cultura Económica.

 

“Los primeros colonizadores europeos que llegaron a la región de lo que hoy es Burundi y Ruanda quedaron sorprendidos ante el complejo sistema social que encontraron en lo que llamaban el corazón de las tinieblas. Movidos por la idea de la superioridad europea, los colonialistas sintieron la necesidad de introducir la «civilización» en los pueblos de la región. Uno de los métodos fue el programa Hogares Sociales (Social Homes, en inglés). El programa fue sostenido por el gobierno colonial, activo en todos los centros urbanos, y estuvo a cargo de monjas y de las esposas de los funcionarios coloniales. (…) Como recuerda un ruandés local participante: «Llegaban a las casas y pasaban todo el día en ellas, nos enseñaban a mantener la limpieza del hogar, sobre todo el de las camas, las camas de los niños, cómo tenderlas y cómo cubrirlas con sábanas y cobijas a cuadros». En efecto, ¡lo que las mujeres del África tropical necesitaban para ser buenas esposas y madres era exactamente mantas abrigadoras y sábanas bien planchadas!” (p. 279)


jueves, 24 de octubre de 2024

Matthew Lange
MATAR AL OTRO: HISTORIA NATURAL DE LA VIOLENCIA ÉTNICA (II)
Ciudad de México, 2022, Fondo de Cultura Económica.


 

“A diferencia de los estudios sobre el apoyo de los votantes y los miembros del partido, hay información disponible sobre los antecedentes educativos de una parte del personal administrativo de los nazis, quienes tenían mayor preparación que la población general. Por ejemplo, una cuarta parte de los miembros de las SS tenía educación universitaria cuando sólo entre 2 y 4% de la población alemana de la época estaba en posibilidades de asistir a la universidad. Incluso entre los Einsatzgruppen, la tristemente célebre rama paramilitar encargada de aplicar la «solución final», la tercera parte de sus miembros contaba con estudios universitarios. A partir de una amplia muestra de criminales de guerra nazis, el sociólogo Michael Mann reporta un patrón similar: el 40% de los criminales de guerra contaba con un título universitario.” (pp. 112-113)

“Según el premio Nobel Elie Wiesel, «la educación es la forma de eliminar el terrorismo». No obstante, Wiesel, que tenía una alta formación académica, fue miembro de Irgun, un grupo que, según afirman Enders Walter y Todd Sandler,ayudó a revolucionar las técnicas terroristas modernas en sus intentos por establecer un Estado judío independiente en Palestina. Asimismo, Hannah Arendt, Albert Einstein y muchos otros intelectuales judíos denunciaron a Irgun por ser «una organización terrorista, de derecha y chauvinista.» (pp. 119-120)


lunes, 14 de octubre de 2024

William McIlvanney
LOS PAPELES DE TONY VEITCH (II)
Barcelona, 2020, Salamandra.



“Yo diría que en la vida hay dos tipos principales de enfermedad. Una es el cinismo absoluto. El que facilita que utilices a los demás. Que los reduzcas a objetos, porque te resulta imposible creer en algo más que en ti mismo. Estamos hablando del crimen en todas sus diversas formas, legales en la mayoría de los casos. La otra es el idealismo alucinado que se obceca en no aprender de la realidad. La necesidad de estar a la altura de Dios, o poco menos. Tal como yo lo veo, son dos enfermedades gemelas. Unas gemelas bastardas. Lo único legítimo que nos queda es la experiencia humana. La posibilidad de que el mañana sea diferente. Pero muy diferente, inimaginablemente distinto. Y sin preconcepciones. Lo que exige la capacidad de albergar dudas, de dudar de casi todo.” (pp. 316-317)

Matthew Lange
MATAR AL OTRO: HISTORIA NATURAL DE LA VIOLENCIA ÉTNICA (I)
Ciudad de México, 2022, Fondo de Cultura Económica.


 

“Una vez que nuestro sistema neurológico primitivo está condicionado para asociar a determinados grupos con el miedo, el odio y otras emociones negativas, diversos procesos cognitivos hacen que esas respuestas condicionadas sean reticentes al cambio, incluso cuando la información es incongruente. Los prejuicios en contra de los exogrupos también son extremadamente poderosos porque afectan la manera en que nuestro cerebro percibe a esos grupos. Un estudio ha demostrado que los individuos que observan a exogrupos que desprecian son menos propensos a estimular la región cerebral que normalmente se usa al observar a otros seres humanos, lo cual sugiere que el cerebro objetiva y deshumaniza a los exogrupos estereotipados. (…) De esta manera, el condicionamiento prejuicioso del sistema neurológico primitivo facilita la violencia en contra de los exogrupos porque obstruye la empatía y, por lo mismo, contribuye a bloquear la parte de nuestro sistema neurológico preconectado que frena la violencia.” (p. 46)

William McIlvanney
LOS PAPELES DE TONY VEITCH (I)
Barcelona, 2020, Salamandra.


“Tan solo nos tenemos los unos a los otros, y si todos somos huérfanos, la única salida honorable es adoptarnos los unos a los otros, desafiar el absurdo de nuestras vidas preocupándonos por el prójimo. Es la única nobleza que nos queda.” (pp. 50-51)

“La charla de los dos académicos recordó a Laidlaw por qué dejó la universidad al final del primer curso, después de haber aprobado los exámenes. (…) Algo le decía que muchos de aquellos estudiosos vivían en el interior de sus propias cabezas, sin apenas salir de ellas, hasta considerarlas como el monte Sinaí. Le desagradaba el uso que hacían de la literatura, a fin de aislarse de la vida, y no para intensificarla.” (p. 118)



 

Ottessa Moshfegh
McGLUE
Barcelona, 2024, Alfaguara.
 


“No miento, me sentía bien allí sentado en el banco al lado de mi madre, con su mano encima de la mía, mirando al coro cantar. Sobre el altar, un hombre de madera colgaba sangrando mágicamente, con la cabeza inclinada y la cara dolida, aunque no infeliz. Aquel era Dios, me dijeron. Pero yo sabía que no era Dios. Tenía la sensación, como cuando estaba solo de noche en el camino, de que había algo observándome, algo esperando a que titubease, algo escondido entre las sombras esperando a abalanzarse. Eso era Dios. Y mientras me dormía veía cómo movía las estrellas por la ventana, lo sentía escuchar mis pensamientos. Intentaba ser cuidadoso con lo que decía cuando era niño, pero era inútil. Pensaba en el hombre muerto que había visto una vez, al que había atropellado un carruaje y pateado un caballo, con las tripas al aire, la cabeza sangrando en un charco, la pierna torcida hacia atrás de una manera imposible, la mano aplastada. Me imaginaba lo que sentía y al principio me emocionaba pensar en eso y luego me asustaba. El miedo era Dios. Eso lo sabía.” (p. 99)