LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINA
La Habana, 1979, Casa de las Américas.
“Las Naciones Unidas estiman que por lo menos la
cuarta parte de la población de las ciudades latinoamericanas habita
«asentamientos que escapan a las normas modernas de construcción urbana»,
extenso eufemismo de los técnicos para designar los tugurios conocidos como favelas en Río de Janeiro, callampas en Santiago de Chile, jacales en México, barrios en Caracas y barriadas
en Lima, villas miseria en Buenos
Aires y cantegriles en Montevideo. En
las viviendas de lata, barro y madera que brotan antes de cada amanecer en los
cinturones de las ciudades, se acumula la población marginal arrojada a las
ciudades por la miseria y la esperanza. Huaico
significa, en quechua, deslizamiento de tierra, y huaico llaman los peruanos a la avalancha humana descargada desde
la sierra sobre la capital en la costa: casi el setenta por ciento de los habitantes
de Lima proviene de las provincias. En Caracas los llaman toderos, porque hacen de todo: los marginados viven de «changas»,
mordisqueando trabajo de a pedacitos y de cuando en cuando, o cumplen tareas
sórdidas o prohibidas: son sirvientas, picapedreros o albañiles ocasionales,
vendedores de limonada o de cualquier cosa, ocasionales electricistas o
sanitarios o pintores de paredes, mendigos, ladrones, cuidadores de autos,
brazos disponibles para lo que venga. Como los marginados crecen más rápidamente
que los «integrados», las Naciones Unidas presienten, en el estudio citado, que
de aquí a pocos años «los asentamientos irregulares albergarán a una mayoría de
la población urbana». Una mayoría de derrotados.” (p. 439)