lunes, 16 de noviembre de 2015

David Lodge
INTERCAMBIOS. HISTORIA DE DOS UNIVERSIDADES
Barcelona, 1997, Anagrama.


 

“Entre tanto, en el otro Boeing, Morris Zapp acaba de descubrir qué era lo que tenía aquel vuelo que le intrigaba tanto desde hacía rato. La revelación ha llegado -con cierto retraso- tras recorrer el avión en toda su longitud hasta el lavabo, cuando concluía el negocio que lo había llevado allí. Mientras regresa verifica su sospecha, mirando disimuladamente cada fila de asientos, hasta llegar al suyo, en la parte delantera del avión. Se deja caer pesadamente en el suyo y, como suele hacer al reflexionar: cruza las piernas y tamborilea con las uñas sobre la suela del zapato derecho.
Todos los pasajeros del avión, excepto él, son mujeres.
¿Qué se puede deducir de ello? Las posibilidades de que esta proporción sea puramente casual son infinitamente pequeñas. ¡Otra vez la Improvidencia! ¿Cómo va a tener oportunidad de salvarse si hay algún peligro, puesto que las mujeres y los niños tienen preferencia y debería ceder el paso a ciento cincuenta y cinco personas para llegar a los botes salvavidas?” (pp. 37-38)
[Las cursivas pertenecen al texto.]
 

“En realidad, pensaba que no sentiría la menor pena aunque no volviera a poner los pies en Nueva York en su vida. En la última visita llegó a la conclusión de que sólo era cuestión de tiempo que la basura de las calles llegara al nivel de los áticos y toda la población muriera asfixiada.” (p. 50)

”-¿No crees que es más bien pequeña?
-A mí me parece estupenda.
-Últimamente pienso que es más bien pequeña.
-Un estudio reciente demostró que el noventa por ciento de los hombres norteamericanos creen que sus penes son de tamaño más pequeño que la media.
-Me parece muy natural que se quiera formar parte de ese diez por ciento que está por encima de la media...
-Ese diez por ciento no está por encima de la media, tontaina, a ese diez por ciento le importa un pito cómo tienen el ídem. Además, estadísticamente es imposible que haya un noventa por ciento que esté por debajo de la media en nada.” (p. 196)
[Las cursivas pertenecen al texto.]
Platón
LAS LEYES
Madrid, 1988, Akal.



“Y entonces, huésped, el vencerse a sí mismo es la primera y más importante de todas las victorias, y el ser vencido por uno mismo la más vergonzosa y humillante de las derrotas. Esto indica que en cada uno de nosotros se libra una guerra contra nosotros mismos.” (p. 61)
 
“Lo que importa en la educación de los jóvenes, como en la de cualquiera, no es la reprimenda, sino hacer ver a los otros que nuestro comportamiento a lo largo de la vida se ajusta a las amonestaciones y reprimendas que dirigimos a los demás.” (p. 204)

“Quien tiene interés por ser un gran hombre no se debe amar a sí mismo ni a sus cosas, sino a aquello que es justo, tanto si lo ha hecho él como si lo ha hecho otro.” (p. 208)

“Quien tenga en mente promulgar leyes acerca de cómo debe ser la actuación pública y oficial en las ciudades, pero considere innecesarias las coacciones en la vida privada y conceda facultad a cada ciudadano a que viva su vida como se le antoje, que no crea conveniente que todo esté sujeto a reglamentación y que, por tanto, deja sin regular la vida privada, llegando a la conclusión de que así los ciudadanos querrán vivir conforme a las leyes en lo público y en lo oficial, ese tal no discurre como debe.” (p. 275)

“Uno es el deseo de enriquecerse, que no deja ningún momento libre para dedicarse a otra cosa que no sean los bienes propios, de los que está pendiente toda alma de todo ciudadano, tanto que no podría cuidarse de ninguna otra, fuera de su ganancia cotidiana. Todos ellos están plenamente resueltos a aprender y llevar a la práctica en beneficio propio cualquier idea o empresa que conduzca a ello; de todo lo demás se carcajea. He aquí una de las causas, la primera, que debemos presentar como la responsable de que la ciudad no quiera tomarse en serio estas costumbres ni ninguna otra que sea hermosa y honorable; antes al contrario, por su avidez de oro y plata, cualquier hombre está resuelto a aguantar no importa qué profesión o proyecto más o menos decentes si con ello ve perspectivas de enriquecimiento y a realizar, igualmente sin ningún escrúpulo, cualquier acción piadosa, impía o vergonzosa a más no poder, exigiendo como única contrapartida poder procurarse, como un animal, plena satisfacción en toda clase y variedad de comidas, bebidas y placeres sexuales”. (p. 348)
César González-Ruano
LA VIDA DE PRISA
Madrid, 2012, Ediciones 68.



“Muchas razas se conservan casi con tanta severidad como la judía, la gitana, por ejemplo, pero ningún pueblo ha sabido detener el tiempo como el judío. En cualquier ghetto de la tierra se vive como en la Jerusalén grande y fabulosa, mugrienta y eterna. En el siglo XX se ven los mismos mendigos de la Antigüedad, las mismas lacras de males milenarios, las mismas barbas bíblicas, los mismos mancebos cuya belleza suave se acaba pronto, las mismas muchachas blancas y tristes que mueren tísicas y honestas, los mismos rabinos, las mismas comidas, puertas estrechas y tiendecitas... El rayo de Israel se ha hecho brasa, y el dolor de la causa perdida se ha hecho un goce íntimo, largo, elegíaco y bello por la persecución y la riña, por la continuidad del orgullo que se disfraza de modestia.” (p. 117)

“Los conocimientos en los bares suelen ser, como en los barcos y en los trenes, bastante rápidos, casi vehementes, propensos a la confidencia y con muchas probabilidades de convertirse en una verdadera amistad simpática y aun sincera aunque esté condenada a la muerte natural de quienes luego tiran cada uno por su lado y no vuelven a reunirse jamás.” (p. 138)

sábado, 7 de noviembre de 2015


Friedrich Dürrenmatt
LA MUERTE DE LA PITIA
Barcelona, 1990, Tusquets.


“¿Habrá aún historias posibles, historias para escritores? Si no quiere uno referirse a sí mismo, generalizar romántica y líricamente el propio Yo, si no se siente uno impulsado a hablar con total verosimilitud de las propias esperanzas y fracasos, ni de cómo hacer el amor con las mujeres -como si la verosimilitud trasladara todo esto a la esfera de lo general y no a la de los clínico o psicológico, en el mejor de los casos; si no se quiere hacer esto, sino que se opta más bien por un discreto repliegue destinado a salvaguardar cortésmente la vida privada, situándose frente al tema como un escultor frente a su material, para trabajarlo y desarrollarse en él, y tratando, como una especie de clásico, de no desesperarse en seguida -aunque sea casi imposible negar el absurdo puro y simple que campea por doquier-, escribir será entonces una operación más ardua y solitaria, y también más absurda. Una buena nota no interesa en la historia de la literatura (¿quién no ha sacado alguna vez buenas notas? ¿cuántos disparates no se han premiado ya?); las exigencias del día son más importantes. Pero también aquí se plantean un dilema y una situación de mercado desfavorable. Mero entretenimiento ofrece ya la vida, el cine de noche, poesía, el suplemento de los periódicos; por algo más -algo que socialmente esté por encima de un franco- se exige alma, confesiones y hasta verosimilitud, hay que suministrar valores superiores, reflexiones morales, sentencias útiles, algo ha de ser superado o afirmado, ya sea el cristianismo o la desesperación en boga: literatura, en resumidas cuentas.” (pp. 29-30) 

[La cita pertenece al relato La avería. Una historia aún posible, de 1955.]

“Con naturalidad. Los trece hombres de la Secretaría Política disponían de un poder monstruoso. Decidían sobre la suerte del gigantesco Imperio, mandaban al exilio, la cárcel o la muerte a innumerables personas, interferían en la vida de millones de individuos, hacían surgir industrias de la nada, desplazaban familias y pueblos enteros, hacían construir enormes ciudades, ponían en pie de guerra ejércitos inconmensurables y decidían sobre la guerra y la paz; pero, como su instinto de conservación los obligaba a espiarse unos a otros, sus simpatías o antipatías mutuas influían en sus decisiones mucho más que los conflictos políticos o las circunstancias económicas a las cuales tenían que enfrentarse. El poder, y por ende el temor mutuo, era demasiado grande como para hacer política pura. Y no había forma de imponer la razón.” (p. 88)

“Para el pueblo era un símbolo patriótico, el emblema de la independencia y la grandeza de la patria. Representaba la omnipotencia del Partido, era el sabio y austero padre de la patria, cuyos escritos (que él nunca escribía) eran leídos y memorizados por todos, y al cual hacia referencia cada discurso pronunciado y cada artículo publicado. Sin embargo, la verdad es que nadie lo conocía. Al atribuirle tantas virtudes, lo habían despersonalizado. Al convertirlo en ídolo, le habían expedido un salvoconducto que le permitía todo, y él se permitía todo.” (p. 118) 

[Ambas citas pertenecen al relato La caída, de 1971.]