Fedor Dostoyevsky
CRIMEN Y CASTIGO (II)
Barcelona, 1979, Bruguera.
“(...) y, por fin, puse en juego un recurso grandioso e infalible para cautivar el corazón de una mujer, un recurso que no falla nunca, que influye de manera decisiva en todas las mujeres sin excepción. Se trata de un recurso conocido: la lisonja. Nada hay en el mundo tan difícil como decir francamente lo que se siente; nada tan fácil como la lisonja. Si en la sinceridad entra, aunque sólo sea la centésima parte de una nota falsa, se produce enseguida una disonancia y a ella sigue el escándalo. En cambio, la lisonja resulta agradable y se escucha con complacencia, aunque sea falsa hasta la última nota; se escuchará, si quiere usted, con burda complacencia, pero, al fin y al cabo, con complacencia. Por burda que sea la lisonja, por lo menos la mitad parece legítima. Y ello es así para las personas de todas las capas sociales, independientemente de su desarrollo. Incluso a una vestal cabe seducir por la lisonja. Nada digamos de las personas ordinarias.” (pp. 520-521)
"Contemplaba a sus camaradas de presidio y se quedaba asombrado: ¡cómo querían todos la vida, cómo la estimaban! Le parecía incluso que en el penal la apreciaban más aún que en libertad. ¡Cuán terribles eran los sufrimientos y las torturas que habían sufrido algunos de ellos, por ejemplo, los vagabundos! «¿Es posible que signifique tanto para ellos un rayo de sol, un espeso bosque, un manantial de agua fresca descubierto tres años antes en una ignorada espesura, en el que piensa el vagabundo como si se tratara de la mujer amada y al que ve en sueños, rodeado de verde hierba y un pájaro que canta en un arbusto?» A medida que los observaba, veía ejemplos aún más inexplicables.” (pp. 594-595)
CRIMEN Y CASTIGO (II)
Barcelona, 1979, Bruguera.
“(...) y, por fin, puse en juego un recurso grandioso e infalible para cautivar el corazón de una mujer, un recurso que no falla nunca, que influye de manera decisiva en todas las mujeres sin excepción. Se trata de un recurso conocido: la lisonja. Nada hay en el mundo tan difícil como decir francamente lo que se siente; nada tan fácil como la lisonja. Si en la sinceridad entra, aunque sólo sea la centésima parte de una nota falsa, se produce enseguida una disonancia y a ella sigue el escándalo. En cambio, la lisonja resulta agradable y se escucha con complacencia, aunque sea falsa hasta la última nota; se escuchará, si quiere usted, con burda complacencia, pero, al fin y al cabo, con complacencia. Por burda que sea la lisonja, por lo menos la mitad parece legítima. Y ello es así para las personas de todas las capas sociales, independientemente de su desarrollo. Incluso a una vestal cabe seducir por la lisonja. Nada digamos de las personas ordinarias.” (pp. 520-521)
"Contemplaba a sus camaradas de presidio y se quedaba asombrado: ¡cómo querían todos la vida, cómo la estimaban! Le parecía incluso que en el penal la apreciaban más aún que en libertad. ¡Cuán terribles eran los sufrimientos y las torturas que habían sufrido algunos de ellos, por ejemplo, los vagabundos! «¿Es posible que signifique tanto para ellos un rayo de sol, un espeso bosque, un manantial de agua fresca descubierto tres años antes en una ignorada espesura, en el que piensa el vagabundo como si se tratara de la mujer amada y al que ve en sueños, rodeado de verde hierba y un pájaro que canta en un arbusto?» A medida que los observaba, veía ejemplos aún más inexplicables.” (pp. 594-595)