Fedor Dostoyevsky
CRIMEN Y CASTIGO (I)
Barcelona, 1979, Bruguera.
"Cuando uno no está bien, los sueños se caracterizan a menudo por su extraordinario detalle, su transparencia y su singular parecido con la realidad. A veces el cuadro resulta monstruoso, pero las circunstancias y el proceso de la representación suelen ser tan verosímiles y se presentan con pormenores tan sutiles e inesperados, tan en armonía desde el punto de vista artístico, con el conjunto, que, en estado de vigilia, la persona que sueña, aunque se tratara de un artista como Pushkin o Turguéniev, sería incapaz de imaginarlos. tales sueños enfermizos se recuerdan durante mucho tiempo y dejan una profunda huella en el organismo desquiciado y excitado del hombre.” (p. 60)
“Recuerdo que, más adelante, desarrollo en mi artículo la idea de que... digamos, por ejemplo, los legisladores y ordenadores de la humanidad, empezando por los más antiguos y continuando por los Licurgo, los Solón, los Mahoma, los Napoleón y así sucesivamente, todos sin excepción fueron criminales por el simple hecho de que, al promulgar una nueva ley, infringían, con ello, la ley antigua, venerada como sacrosanta por la sociedad y recibida de los antepasados; claro es que no vacilaron en derramar sangre, si la sangre (a veces completamente inocente y vertida con sublime heroísmo por defender la ley antigua) podía ayudarles en su empresa. Maravilla incluso pensar hasta qué punto la mayor parte de dichos ordenadores de la humanidad han sido sanguinarios. En una palabra, llego a la conclusión de que todos los hombres no ya grandes, sino que se destaquen un poco de lo corriente, o sea los que estén en condiciones de decir algo nuevo, por poco que sea, necesariamente han de ser criminales por propia naturaleza, en menor o mayor grado, claro es. De no ser así, les resulta muy difícil salir del camino hollado, como ya he dicho, y a mi modo de ver incluso están obligados a no conformarse.” (pp. 282-283)
Barcelona, 1979, Bruguera.
"Cuando uno no está bien, los sueños se caracterizan a menudo por su extraordinario detalle, su transparencia y su singular parecido con la realidad. A veces el cuadro resulta monstruoso, pero las circunstancias y el proceso de la representación suelen ser tan verosímiles y se presentan con pormenores tan sutiles e inesperados, tan en armonía desde el punto de vista artístico, con el conjunto, que, en estado de vigilia, la persona que sueña, aunque se tratara de un artista como Pushkin o Turguéniev, sería incapaz de imaginarlos. tales sueños enfermizos se recuerdan durante mucho tiempo y dejan una profunda huella en el organismo desquiciado y excitado del hombre.” (p. 60)
“Recuerdo que, más adelante, desarrollo en mi artículo la idea de que... digamos, por ejemplo, los legisladores y ordenadores de la humanidad, empezando por los más antiguos y continuando por los Licurgo, los Solón, los Mahoma, los Napoleón y así sucesivamente, todos sin excepción fueron criminales por el simple hecho de que, al promulgar una nueva ley, infringían, con ello, la ley antigua, venerada como sacrosanta por la sociedad y recibida de los antepasados; claro es que no vacilaron en derramar sangre, si la sangre (a veces completamente inocente y vertida con sublime heroísmo por defender la ley antigua) podía ayudarles en su empresa. Maravilla incluso pensar hasta qué punto la mayor parte de dichos ordenadores de la humanidad han sido sanguinarios. En una palabra, llego a la conclusión de que todos los hombres no ya grandes, sino que se destaquen un poco de lo corriente, o sea los que estén en condiciones de decir algo nuevo, por poco que sea, necesariamente han de ser criminales por propia naturaleza, en menor o mayor grado, claro es. De no ser así, les resulta muy difícil salir del camino hollado, como ya he dicho, y a mi modo de ver incluso están obligados a no conformarse.” (pp. 282-283)