domingo, 2 de abril de 2017

J. M. Mulet
LA CIENCIA EN LA SOMBRA (I)
Barcelona, 2016, Ediciones Destino.



“El mal nos atrae. No lo reconocemos, pero nos da morbo. En el instituto los empollones no ligan, pero en cambio los repetidores que se meten en peleas, fuman en el baño e insultan a los profesores ejercen de machos alfa y suelen atraer a las chicas más guapas. Posiblemente sea una herencia de nuestro pasado salvaje, en el que un macho musculado y bestia era mejor protección contra los tigres dientes de sable y los osos de las cavernas que un mindundi flacucho y desgarbado que pintaba en las paredes, miraba al cielo tratando de predecir las estaciones o hacía garabatos en una tablilla de arcilla diciendo que había inventado algo llamado escritura.” (p. 18)

“Una anécdota que ilustra cómo los pequeños detalles pueden alterar la percepción de un hecho es la de El ángelus, de Jean F. Millet (1857-1859). Este cuadro, pieza fundamental del realismo francés, fascinó a Dalí, que le dedicó varias pinturas o incluso un ensayo. En el lienzo se dibuja un ambiente rural en el que dos figuras están, en actitud de recogimiento, rezando el ángelus, una oración que se hace a mediodía y que recuerda cómo el ángel le anunció a María que iba a ser la madre de Dios. A los pies de la pareja hay una cesta con verdura, que parece indicar que han dejado sus labores de recolección para rezar. Realmente la historia es algo diferente. El cuadro representaba a un matrimonio de campesinos que estaba enterrando a su hijo, muerto al nacer. Trasmitía tal tristeza que el artista era incapaz de venderlo, de modo que Millet decidió pintar verdura sobre el cuerpo del bebé, con lo cual la escena cambió por completo de significado y la obra pudo venderse.” (p. 29)