jueves, 7 de enero de 2021

V. S. Naipaul
ENTRE LOS CREYENTES (III)
Barcelona, 2010, Debate.



“Los apóstoles, de la India o Pakistán, habían llevado a Malaisia el mensaje de la destrucción de ídolos. Con los diversos libros que habían consultado, habían calculado cuántos miles de años de paraíso se ganaba un musulmán por cada ídolo que destruía, y habían llegado a la conclusión de que un total de treinta ídolos destrozados deparaba a un musulmán el premio gordo, toda una eternidad en el paraíso.” (pp. 316-317)

“En 1965, tras el golpe militar, el gobierno, preocupado por el comunismo de la última época de Sukarno, exigió que todo el mundo declarase formalmente su religión. La gente de Prambanam se vio en un dilema. En cierto modo eran musulmanes que creían en el Profeta y en su paraíso, pero no se sentían capaces de afirmar que fueran musulmanes: quebrantaban demasiadas normas. Sabían que sus antepasados habían construido los grandiosos templos del siglo IX en Prambanam, que visitaban gente de todo el mundo, y aunque ya no comprendían plenamente la trascendencia de los templos, sabían que eran hindúes. Les gustaba asistir a las representaciones del teatro de títeres basadas en el Ramayana y el Mahabharata, y sabían que eran epopeyas hindúes. De modo que los habitantes de Prambanam se sintieron en la obligación de declararse hindúes.
    Entonces el problema que se planteó fue que no sabían qué hacer como hindúes. Ni tenían sacerdotes ni idea alguna de los rituales que debían celebrar. Pidieron que vinieran unos sacerdotes hindúes de Bali, y los balineses fueron con una orquesta gamelán balinesa para instruirlos, pero no funcionó. No se podía reconstruir el pasado; los antiguos rituales y la antigua teología no podían despertar de nuevo. Y así, las gentes de Prambanam volvieron a ser lo que habían sido, gentes con una religión de amalgama.” (p. 420)