sábado, 11 de febrero de 2023

Marino Pérez Álvarez
CIENCIA Y PSEUDOCIENCIA EN PSICOLOGÍA Y PSIQUIATRÍA (IV)
Madrid, 2021, Alianza Editorial.


 

“Muchos problemas que desafían el conocimiento del cerebro no son ellos neurocientíficos, sino conceptuales y filosóficos, a expensas de otras disciplinas que ciertamente no emanan del cerebro, ni son reductibles a la neurociencia como supuesta ciencia más básica. Que el espíritu de los tiempos tiene que ver con el hecho de que hoy en día se acepten mejor las explicaciones neurocientíficas que las psicológicas y sociales no se deduce del cerebro, ni tampoco de la psicología misma, sino de la comprensión de las épocas con su historia y condiciones económicas, educativas y políticas, entre ellas la política de financiación de la ciencia. El auge de la neurociencia, empezando por la década del cerebro, no es ajeno al auge del individualismo neoliberal (sin reducirse a él), una de cuyas características es la naturalización de los problemas de los individuos y en general de los asuntos humanos. A este respecto, el cerebro, así como la genética, son la última frontera donde buscar causas y soluciones de los problemas de los individuos, en vez de por ejemplo en las condiciones sociales y en las formas de vida.
   La pregunta del millón, ¿cómo el cerebro crea la autoconciencia?, es en realidad una pregunta mal planteada, amén de presuntuosa, porque ella misma presupone que es cosa del cerebro y sería hay entonces donde habría que mirar. Lo cierto es que el cerebro forma parte del cuerpo y el cuerpo está situado en el mundo. Esta obviedad es obviada por la neurobabble (de hecho, es uno de sus distintivos) cuando parece hablar de un cerebro sin cuerpo fuera del mundo, como si fuera un ente y agente por sí mismo («el cerebro piensa», «el cerebro decide», etc., son ejemplos típicos del lenguaje de la neuropalabrería). Es la persona, el individuo como un todo con su cerebro, quien piensa, no su cerebro” (pp. 228-229)
[Las cursivas pertenecen al texto.]