José Ramón Alonso
EL ESCRITOR QUE NO SABÍA LEER Y
OTRAS HISTORIAS DE LA NEUROCIENCIA (III)
Córdoba, 2017, Guadalmazán.
“(...) la agilidad mental disminuye a partir de los 30, en muchos deportes ya no tenemos la rapidez de reflejos a la que estábamos acostumbrados. Nosotros mismos podemos ver que a los cuarenta ya no bajamos las escaleras con la rapidez de los quince años. A los cincuenta dicen que ya no tienes casi probabilidades de hacer una investigación que merezca el premio Nobel, tu pensamiento no es suficientemente iconoclasta, audaz y creativo, aunque hay afortunadas excepciones. A partir de los sesenta y cinco empezamos a notar que nuestro cerebro no está tan fino como antes; olvidamos con frecuencia nombres o una cita que teníamos y, de repente, podemos descubrir que la libreta que no encontrábamos la metimos, quién sabe cómo, dentro del frigorífico.
Sin embargo, visto desde otra perspectiva, este cerebro nuestro es una máquina única que sigue funcionando de una manera esplendorosa tras décadas de trabajo intenso e ininterrumpido. Y no hay que olvidar que las personas de más edad tienen aspectos mentales que superan a los de los más jóvenes; el vocabulario, por ejemplo, con los años conocemos más palabras y entendemos mejor sutiles diferencias entre ellas; la visión de conjunto, con unos pocos datos biográficos las personas mayores juzgan mejor que los jóvenes el carácter de una persona, o la sabiduría social que permite, por ejemplo, resolver un conflicto familiar. También se ha demostrado científicamente que, con los años, uno mejora considerablemente su capacidad para controlar las propias emociones y encontrar un significado a la vida.” (p. 217)