sábado, 15 de junio de 2024

Miguel Barnet
GALLEGO (III)
Buenos Aires, 2002, Editorial Sudamericana.

 

“Todas las noches era algo distinto. Bombas, asesinatos en el Laguito, tiroteos por la madrugada. Un infierno como en la época de Machado. Yo no he visto país más revuelto que éste. El que nace aquí viene con sangre caliente en las venas. Eso lo da la mezcla del africano con el peninsular. Porque al chino lo que le corre por las venas es cocimiento de tilo. Los chinos siempre han sido muy tranquilos. El día que le viraron el carro de hortalizas al chino Joaquín para ver si había armas escondidas debajo de las lechugas, el policía le dijo:
   -Si te cojo en el brinco, te la pelo, ¡cará!
   Joaquín miró todo el rebumbio con los brazos pegados al cuerpo. Cuando la policía se fue, recogió las legumbres del pavimento. Se quedó solo, porque la gente echó un pie de allí. Al poco rato se puso a empujar la carretilla, y cuando llegó a la calle Calzada empezó a gritar:
   -¡Tlae cole, lechuga, belenjena fleca!” (p. 194)

Candice Millard
EL RÌO DE LOS DIOSES (I)
Barcelona, 2023, Folch & Folch.

 

"Speke tenía tal afición por la caza y el coleccionismo que incluso había decidido deliberadamente matar hembras de animales preñadas con el fin de estudiar, e incluso a veces comerse, sus fetos. «Había adquirido un curioso gusto por la  carne más joven -escribió de él un compañero de viaje-, inclinándose mayoritariamente por los no nacidos». Cualquier queja sobre esa práctica le resultaba ridícula.” (p. 65)
[J. H. Speke (1827–1864) fue un famoso militar y explorador inglés. Fue el primer europeo en alcanzar el lago Tanganica, hoy Victoria, y en situarlo como lugar de nacimiento del Nilo.]

lunes, 10 de junio de 2024

Miguel Barnet
GALLEGO (II)
Buenos Aires,
2002, Editorial Sudamericana.

 

“Me hice cierta reputación en el giro. Entré en el sindicato y poco a poco fui reuniendo unos quilos de nuevo. Con lo que gané puliendo los pisos del Hotel Plaza, a mano y con piedra pómez, le mandé algo más al abuelo. Me contestó enseguida. Y me pidió un radio de piedra de galena. Cometí el error de mandarle uno de corriente, marca Phillips, de los primeros que llegaron aquí. Ni yo tenía para mí, pero mi abuelo se aburría mucho, y como me decía el aventurero y tal, le quise dar una respuesta. En carta de acuse me mandó a decir que ni habían desempaquetado el radio, porque como en la aldea no había electricidad, era inútil sacarlo. Pues, grano a grano, reuní doscientos cincuenta pesos y se los mandé para que pudieran instalar la luz allá, lo cual hicieron, como era de esperar, y así pudieron oír la radio. En la carta mi abuelo me contó que la aldea se alborotó tanto con la radio, que me hicieron una misa en salud en la parroquia del padre Córdoba. Por primera vez recibí cartas de desconocidos agradeciendo el envío. Algunos me pedían zapatos y otros una radio igual. Yo no pude mandar nada. Lo que tenía guardado era para mi porvenir. Simplemente no contesté las cartas. El que, como yo, vivía de tocineta y bacalao escocés, ¡qué cartas ni que regalos iba a mandar!” (pp. 113-114)


lunes, 3 de junio de 2024

 


Miguel Barnet
GALLEGO (I)
Buenos Aires,
2002, Editorial Sudamericana.

 

 “Lo más cómico que vi en un cine fue lo de la gallega de los Méndez Capote; una familia amiga de los Conill y de los Hevia, todas del Vedado. La gallega se llamaba Vicenta. Yo la conocía bien. Era una gallega graciosa, pero muy asustadiza. Siempre llevaba las manos en los bolsillos del uniforme de sirvienta. Y no quería hablar con nadie. Soñaba con volver a ver a su madre en Lugo. No sé a quién se le ocurrió llevarla al cinematógrafo. Pero me acuerdo que yo estaba sentado unas filas detrás, y de pronto veo que cae un aguacero torrencial en la película. No se veían las diligencias. El agua lo cubría todo en la pantalla. Los caballos se refugiaron en los establos y debajo de los árboles. Cuando, sin esperarlo nadie, se oye la voz de Vicenta, que le dice a la otra que tenía al lado:
-¡Corre, Manuela, que dejé todas las ventanas abiertas!
   El griterío que se formó en el cine fue muy sonado: carcajadas, palmadas, rechiflas, el diablo y la vela.” (p. 102)