lunes, 3 de junio de 2024

Miguel Barnet
GALLEGO (I)
Buenos Aires,
2002, Editorial Sudamericana.

 

 “Lo más cómico que vi en un cine fue lo de la gallega de los Méndez Capote; una familia amiga de los Conill y de los Hevia, todas del Vedado. La gallega se llamaba Vicenta. Yo la conocía bien. Era una gallega graciosa, pero muy asustadiza. Siempre llevaba las manos en los bolsillos del uniforme de sirvienta. Y no quería hablar con nadie. Soñaba con volver a ver a su madre en Lugo. No sé a quién se le ocurrió llevarla al cinematógrafo. Pero me acuerdo que yo estaba sentado unas filas detrás, y de pronto veo que cae un aguacero torrencial en la película. No se veían las diligencias. El agua lo cubría todo en la pantalla. Los caballos se refugiaron en los establos y debajo de los árboles. Cuando, sin esperarlo nadie, se oye la voz de Vicenta, que le dice a la otra que tenía al lado:
-¡Corre, Manuela, que dejé todas las ventanas abiertas!
   El griterío que se formó en el cine fue muy sonado: carcajadas, palmadas, rechiflas, el diablo y la vela.” (p. 102)