lunes, 10 de junio de 2024

Miguel Barnet
GALLEGO (II)
Buenos Aires,
2002, Editorial Sudamericana.

 

“Me hice cierta reputación en el giro. Entré en el sindicato y poco a poco fui reuniendo unos quilos de nuevo. Con lo que gané puliendo los pisos del Hotel Plaza, a mano y con piedra pómez, le mandé algo más al abuelo. Me contestó enseguida. Y me pidió un radio de piedra de galena. Cometí el error de mandarle uno de corriente, marca Phillips, de los primeros que llegaron aquí. Ni yo tenía para mí, pero mi abuelo se aburría mucho, y como me decía el aventurero y tal, le quise dar una respuesta. En carta de acuse me mandó a decir que ni habían desempaquetado el radio, porque como en la aldea no había electricidad, era inútil sacarlo. Pues, grano a grano, reuní doscientos cincuenta pesos y se los mandé para que pudieran instalar la luz allá, lo cual hicieron, como era de esperar, y así pudieron oír la radio. En la carta mi abuelo me contó que la aldea se alborotó tanto con la radio, que me hicieron una misa en salud en la parroquia del padre Córdoba. Por primera vez recibí cartas de desconocidos agradeciendo el envío. Algunos me pedían zapatos y otros una radio igual. Yo no pude mandar nada. Lo que tenía guardado era para mi porvenir. Simplemente no contesté las cartas. El que, como yo, vivía de tocineta y bacalao escocés, ¡qué cartas ni que regalos iba a mandar!” (pp. 113-114)