Enrique Jordá
EL DIRECTOR DE ORQUESTA ANTE LA PARTITURA (I)
Madrid, 1969, Espasa-Calpe.
“Un auténtico intérprete elige entre los diferentes medios expresivos a su alcance, los que le permiten transmitir el contenido musical de la obra en un estilo adecuado y puro. Si antepone otro empeño o interés, se desvía de su misión, la traiciona. Tales casos no son extraños. Existen ejecutantes que usan las partituras para lucir su habilidad técnica sacrificando el estilo de la obra y abriendo la puerta al virtuosismo. La virtuosidad mata el estilo, y cuando éste desaparece deja de existir el arte. A mi juicio, en tales casos el concierto se convierte en una función de circo, y si el circo es un espectáculo que me distrae y agrada, recuerdo que Cocteau afirmaba que «existen unas horas parar tomar cocteles y otras para vomitarlos». La actividad del virtuoso convierte el medio en fin. El director que haga uso de una composición para lucimiento personal y sea incapaz de calar en el mensaje de la obra es un impotente. Pero se da cierto tipo de intérprete más peligroso, que de cualquier forma procura encontrar una interpretación distinta de las conocidas anteriormente para presentarse satisfecho y sonriente anunciando su creación. Falsa la actitud, falsa la interpretación y falsa la deducción; jamás creador: en el mejor de los casos solamente inventor.” (p. 97)