Haruki Murakami
LOS AÑOS DE PEREGRINACIÓN DEL CHICO SIN COLOR
Barcelona, 2013, Tusquets.
“–La reflexión es como la barba: no crece hasta que alcanzas cierta madurez. Creo que lo dijo alguien -comentó Tsukuru-, no recuerdo quién.
–Fue Voltaire -apuntó el estudiante más joven. Y mientras se frotaba la barbilla con la palma de la mano, esbozó una sonrisa cándida y jovial–. Pero la frase no me parece muy acertada. Fíjate: yo apenas tengo barba y, en cambio, me gusta pensar. Me gustaba ya de pequeño.
En efecto, su rostro era terso, sin el menor asomo de vello. Sus cejas eran finas, y sus orejas bien definidas, como dos hermosas conchas.
– A lo mejor Voltaire se refería más bien a la introspección y no a la reflexión -apuntó Tsukuru.
El otro inclinó ligeramente la cabeza, dubitativo.
–Es el dolor lo que genera la introspección. No la edad, y mucho menos la barba.” (p. 55)
“En ese momento, por fin lo captó. En lo más profundo de sí mismo, Tsukuru Tazaki lo comprendió: los corazones humanos no se unen sólo mediante la armonía. Se unen, más bien, herida con herida. Dolor con dolor. Fragilidad con fragilidad. No existe silencio sin un grito desgarrador, no existe perdón sin que se derrame sangre, no existe aceptación sin pasar por un intenso sentimiento de pérdida. Ésos son los cimientos de la verdadera armonía.” (p. 263)