sábado, 19 de abril de 2025

Haruki Murakami
LOS AÑOS DE PEREGRINACIÓN DEL CHICO SIN COLOR
Barcelona, 2013, Tusquets.

 

“–La reflexión es como la barba: no crece hasta que alcanzas cierta madurez. Creo que lo dijo alguien -comentó Tsukuru-, no recuerdo quién.
–Fue Voltaire -apuntó el estudiante más joven. Y mientras se frotaba la barbilla con la palma de la mano, esbozó una sonrisa cándida y jovial–. Pero la frase no me parece muy acertada. Fíjate: yo apenas tengo barba y, en cambio, me gusta pensar. Me gustaba ya de pequeño.
   En efecto, su rostro era terso, sin el menor asomo de vello. Sus cejas eran finas, y sus orejas bien definidas, como dos hermosas conchas.
– A lo mejor Voltaire se refería más bien a la introspección y no a la reflexión -apuntó Tsukuru.
   El otro inclinó ligeramente la cabeza, dubitativo.
–Es el dolor lo que genera la introspección. No la edad, y mucho menos la barba.” (p. 55)

“En ese momento, por fin lo captó. En lo más profundo de sí mismo, Tsukuru Tazaki lo comprendió: los corazones humanos no se unen sólo mediante la armonía. Se unen, más bien, herida con herida. Dolor con dolor. Fragilidad con fragilidad. No existe silencio sin un grito desgarrador, no existe perdón sin que se derrame sangre, no existe aceptación sin pasar por un intenso sentimiento de pérdida. Ésos son los cimientos de la verdadera armonía.” (p. 263)

Javier Cacho
NANSEN, MAESTRO DE LA EXPLORACIÓN POLAR (I)
Madrid, 2017, Fórcola.



“Según se acercaban, empezaron a sentir en el aire un intenso olor a grasa rancia requemada y a distinguir las variopintas ropas de sus anfitriones confeccionadas exclusivamente con pieles. Al llegar los rodeó un coro de caras sonrientes que los miraban con la misma curiosidad con que ellos mismos observaban a los hombres y mujeres, niños y viejos que los cercaban.
(…)
Nansen y sus hombres fueron invitados a entrar en la tienda más grande, que debía de ser de la persona de mayor rango, adonde lo siguieron todos los que pudieron, hasta que el reducido local se llenó literalmente hasta rebosar. Si al aire libre los olores que emanaban de sus cuerpos y vestidos eran tolerable, en un lugar cerrado donde varias familias dormían, preparaban la comida, tiraban los desperdicios y realizaban todas sus necesidades fisiológicas, el hedor resultaba nauseabundo, hasta el punto de que Trana y Sverdrup no pudieron aguantar mucho rato y tuvieron que salirse.
   Además de aquella pestilencia, en el interior de la tienda se desarrolló ante sus atónitos ojos un espectáculo tal que Fridtjof se vio obligado a recurrir a continuos circunloquios para explicarlo en su libro a una sociedad puritana. Nada más entrar, hombres y mujeres de cualquier edad se desnudaban, quedándose con un mínimo taparrabos, y no sólo la familia, sino todos los vecinos y amigos que entraron con ellos.” (pp. 129-131)

[La cita se refiere al encuentro de Fridtjof Nansen (1861-19230) y sus expedicionarios con un grupo de esquimales de Groenlandia.]

E. H. Carr
LA REVOLUCIÓN RUSA: DE LENIN A STALIN (1917-1929)
Madrid, 1981, Alianza Editorial.

 

“En su quincuagésimo aniversario, Stalin había llegado a la cumbre de su ambición. Habían ocurrido ya bastantes cosas que daban la razón a las aprensiones de Lenin sobre su uso brutal y arbitrario del poder. Había mostrado ya una extraordinaria implacabilidad para imponer su voluntad y aplastar toda oposición a ella. Pero la revelación plena del carácter su dictadura aún tenía que llegar. Los horrores del proceso de colectivización, de los campos de concentración, de los grandes procesos teatrales, y de la matanza indiscriminada, con o sin proceso, no sólo de quienes se le habían opuesto en el pasado, sino también de muchos que le habían ayudado a su ascenso hacia el poder, acompañados por la imposición de una ortodoxia rígida y uniforme sobre la prensa, el arte y la literatura, la historia y la ciencia, y por la supresión de toda opinión crítica, dejarían una mancha que no podrían borrar la victoria en la guerra o sus secuelas. Las fluctuaciones de la reputación de Stalin entre sus compatriotas desde su muerte parecen reflejar emociones confusas y contradictorias de admiración y vergüenza. Esta ambivalencia puede persistir por mucho tiempo. Se ha invocado con frecuencia el precedente de de Pedro el Grande, y resulta asombrosamente adecuado. También Pedro fue un hombre de formidable energía y extrema ferocidad. Revivió y sobrepasó las peores brutalidades de zares anteriores, y su trayectoria excitó la repulsión de generaciones posteriores de historiadores. Sin embargo, sus éxitos en aprender de Occidente, en imponer a la primitiva Rusia los fundamentos materiales de la civilización moderna, y en dar a Rusia un lugar entre las potencias europeas, les obligarían a concederle, aunque con reluctancias, el derecho a la grandeza. Stalin fue el déspota más despiadado que Rusia había conocido desde tiempos de Pedro, y fue también un gran occidentalizador.” (pp. 220-221)


Emilia Pardo Bazán
LA GOTA DE SANGRE Y OTROS RELATOS POLICÍACOS
Madrid, 2021, Ediciones Letra Grande.

 

“Un olor es una cosa viva, o al menos un duende que se nos mete en el ánimo y lo conturba, y lo posee, y lo embriaga. Yo perdí la razón y me entregué a la sugestión del perfume. Abrió ella lentamente los ojos, suspiró, y con impensado movimiento, echó a mi cuello los brazos… Una sonrisa silenciosa florecía en el rojo cáliz de su boca sangrienta, y en el negro abismo de sus pupilas, un reflejo infernal me atraía y me espantaba. No era la mujer y sus ya conocidos lazos y redes lo que causaba mi fascinación maldita; era la idea de que aquella boca estaba macerada en el amargo licor del crimen, en la esencia de la maldad humana, que es también la esencia de nuestro ser decaído, y al morderla gustaría la manzana fatal, la de nuestra perdición y nuestra vida miserable…” (pp. 76-77)
[La cita pertenece a la novela corta LA GOTA DE SANGRE.]

“Salieron de las alforjas molletes de pan, dos pollos asados, una ristra de chorizos rojos, y la bota nos presentó su grata redondez pletórica, ahíta de sangre sabrosa y alegre. Nos disputamos el gusto de besarla y dejarla chupada y floja, bajo nuestras afanosas caricias de galanes sedientos. Los perros, con la lengua fuera y la mirada ansiosa, sentados en rueda, esperaban el momento de los huesos y mendrugos.” (p. 117)
[La cita pertenece al relato NUBE DE PASO.]