domingo, 15 de julio de 2012

Élmer Mendoza
LA PRUEBA DEL ÁCIDO
Barcelona, 2011, Tusquets.


“¿Quién era él para entrar y escandalizar a los hombres más poderosos del estado? No soy más que un pinche poli pendejo y ni siquiera estoy seguro de lo que soy realmente; yo, un pobre infeliz, ¿tengo derecho a interrumpir una reunión tan chingona donde todos ríen y disfrutan? Soy un fracasado, un idiota que está robando oxígeno, ¿qué he hecho en mi vida? Nada, chuparme el dedo y ladrarle a la luna. Un cabrón que no vota, que no pide aumento, que no escribe cartas, que no tiene dirección de internet, que no ha viajado, que no cree en Dios ni en la Iglesia, vamos, ni siquiera en los pinches ovnis que ponen roja la luna. Un cabrón permanentemente abandonado que no fue capaz de identificar a su único hermano en el velorio de su madre, un pendejo que no tiene vieja y que seguramente está perdiendo la capacidad de coger como Dios manda.” (p. 165)