David Owen
EN EL PODER Y EN LA ENFERMEDAD. ENFERMEDADES DE JEFES
DE ESTADO Y DE GOBIERNO EN LOS ÚLTIMOS CIEN AÑOS.
Madrid, 2010, Siruela.
"La reacción europea a la
actuación de Wilson constituyó una temprana señal del choque de civilizaciones
que luego desencadenaría Georges W. Bush provocando una americanofobia a escala
mucho mayor. Se cuchicheaba que Wilson hablaba a la Conferencia como si fuese
Jesucristo; el primer ministro francés, Georges Clemenceau, dijo que padecía de
enajenación mental, una <<neurosis
religiosa>>.” (p. 43)
[La cita se refiere al presidente
estadounidense Woodrow Wilson y a su participación en la Conferencia de Paz de
París de 1919, al término de la I Guerra Mundial.]
“No hay pruebas convincentes que
permitan clasificar a Hitler como un enfermo mental; antes bien es preciso
describirlo como la encarnación del mal político; y así es como se le conceptúa
la mayoría de las veces. A pesar de todo lo que se ha escrito acerca de su salud,
es difícil ver que ésta guarde relación con su toma de decisiones o su
antisemitismo, que parece deber más a su estancia, cuando era joven y pobre, en
Viena, donde el antisemitismo estaba extendido. (…) Sea como fuere, tratar de
atribuir los crímenes del régimen nazi únicamente a la personalidad de su líder
es una completa equivocación.” (pp. 73-74)
“Durante toda su vida, Churchill
padeció crisis de depresión grave (…) La familia de su padre tenía un historial
de ella. Wilson [Charles Wilson fue su médico personal] describe a Churchill
hablando de la negra depresión que se había instalado en él cuando era joven,
se había casado y estaba en la Cámara de los Comunes, rememorando sus
sentimientos suicidas en el pasado. Churchill le dijo que no le gustaba estar
cerca del borde de un andén cuando pasa un tren expreso; si era posible,
prefería tener una columna entre él y el tren; y que una acción de un segundo
podía acabar con todo. Describía sus sentimientos como unas gotas de
desesperación.” (p. 80)
“Las interrogantes acerca de
Bush, por tanto, tienen más que ver con su falta de atención, su naturaleza
descuidada y su dificultad para expresarse: signos, en suma, de que su cerebro
funciona de una manera rara. Su atractivo electoral, especialmente su victoria
en 2004, se debió en alguna medida a su imagen de <<tipo
coriente>>. En cierta ocasión le
preguntaron si hablaba francés y contestó: <<No,
qué va. Apenas hablo inglés>>. El
humor ha ayudado a Bush a desactivar algunas de sus meteduras de pata y le
ayudó a conservar apoyos en las elecciones presidenciales de 2004.” (p. 431)