C. G. Jung
EL HOMBRE Y SUS SÍMBOLOS
Barcelona, 1995, Paidós.
“Quienquiera que niegue la existencia del inconsciente, supone, de hecho, que nuestro conocimiento actual de la psique es completo. Y esta creencia es, claramente, tan falsa como la suposición de que sabemos todo lo que hay que saber acerca del universo. Nuestra psique es parte de la naturaleza y su enigma es ilimitado. Por tanto, no podemos definir ni la psique ni la naturaleza. Sólo podemos afirmar qué creemos que son y describir, lo mejor que podamos, cómo funcionan. Por lo cual, completamente aparte de las pruebas acumuladas por la investigación médica, hay firmes bases lógicas para rechazar afirmaciones como <<No hay inconsciente>>. Quienes dicen tales cosas no hacen más que expresar un anticuado <<misoneísmo>>: miedo a lo nuevo y lo desconocido.” (p. 23)
“Un
hombre puede soñar que introduce una llave en una cerradura, que empuña un
pesado bastón, o que echa abajo una puerta con un ariete. Cada una de esas
cosas puede considerarse una alegoría sexual. Pero el hecho de que su
inconsciente haya elegido, con ese fin, una de esas imágenes específicas –sea la
llave, el bastón o el ariete– es también de la mayor importancia. La verdadera
tarea es comprender por qué se ha
preferido la llave al bastón o el bastón al ariete. Y, a veces, esto pudiera
conducir al descubrimiento de que no es, en definitiva, el acto sexual, el que
está representado en el sueño, sino algún otro punto psicológico totalmente
distinto”. (p. 29)
“Y,
hablando más en general, es una simple bobada creer en guías sistemáticas ya
preparadas, para la interpretación de sueños, como si se pudiera comprar,
sencillamente, un libro de consulta y buscar en él un símbolo determinado.
Ningún símbolo onírico puede separarse del individuo que lo sueña y no hay
interpretación definida o sencilla de todo sueño. Cada individuo varía tanto en
la forma en que su inconsciente complementa o compensa su mente consciente que
es imposible estar seguro de hasta qué punto pueden clasificarse los sueños y
sus símbolos.
Es verdad que hay sueños y símbolos aislados
(preferiría llamarlos <<motivos>>) que son típicos y se producen con frecuencia.
Entre tales motivos están las caídas, los vuelos, ser perseguido por animales
peligrosos u hombres hostiles, estar poco o absurdamente vestido en lugares
públicos, tener prisa o estar perdido entre las apreturas de una multitud,
luchar con armas inútiles o estar completamente indefenso, correr mucho sin
llegar a ninguna parte. Un típico motivo infantil es soñar que se crece o se
disminuye infinitamente o que se transforma en otro como, por ejemplo, se lee
en Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll. Pero debo
insistir en que esos son motivos que han de considerarse en el contexto del
propio sueño, no como cifras que se explican por sí mismas.” (p. 53)
“La
triste verdad es que la auténtica vida del hombre consiste en un complejo de
oposiciones inexorables: día y noche, nacimiento y muerte, felicidad y
desgracia, bueno y malo. Ni siquiera estamos seguros de que uno prevalecerá sobre el otro, de que el
bien vencerá al mal o la alegría derrotará a la tristeza. La vida es un campo
de batalla. Siempre lo fue y siempre lo será, y si no fuera así, la existencia
llegaría a su fin.” (p. 85)