domingo, 10 de marzo de 2013

David Owen
EN EL PODER Y EN LA ENFERMEDAD. ENFERMEDADES DE JEFES 
DE ESTADO Y DE GOBIERNO EN LOS ÚLTIMOS CIEN AÑOS.
Madrid, 2010, Siruela.


"La reacción europea a la actuación de Wilson constituyó una temprana señal del choque de civilizaciones que luego desencadenaría Georges W. Bush provocando una americanofobia a escala mucho mayor. Se cuchicheaba que Wilson hablaba a la Conferencia como si fuese Jesucristo; el primer ministro francés, Georges Clemenceau, dijo que padecía de enajenación mental, una <<neurosis religiosa>>.” (p. 43)
[La cita se refiere al presidente estadounidense Woodrow Wilson y a su participación en la Conferencia de Paz de París de 1919, al término de la I Guerra Mundial.]

“No hay pruebas convincentes que permitan clasificar a Hitler como un enfermo mental; antes bien es preciso describirlo como la encarnación del mal político; y así es como se le conceptúa la mayoría de las veces. A pesar de todo lo que se ha escrito acerca de su salud, es difícil ver que ésta guarde relación con su toma de decisiones o su antisemitismo, que parece deber más a su estancia, cuando era joven y pobre, en Viena, donde el antisemitismo estaba extendido. (…) Sea como fuere, tratar de atribuir los crímenes del régimen nazi únicamente a la personalidad de su líder es una completa equivocación.” (pp. 73-74)

“Durante toda su vida, Churchill padeció crisis de depresión grave (…) La familia de su padre tenía un historial de ella. Wilson [Charles Wilson fue su médico personal] describe a Churchill hablando de la negra depresión que se había instalado en él cuando era joven, se había casado y estaba en la Cámara de los Comunes, rememorando sus sentimientos suicidas en el pasado. Churchill le dijo que no le gustaba estar cerca del borde de un andén cuando pasa un tren expreso; si era posible, prefería tener una columna entre él y el tren; y que una acción de un segundo podía acabar con todo. Describía sus sentimientos como unas gotas de desesperación.” (p. 80)

“Las interrogantes acerca de Bush, por tanto, tienen más que ver con su falta de atención, su naturaleza descuidada y su dificultad para expresarse: signos, en suma, de que su cerebro funciona de una manera rara. Su atractivo electoral, especialmente su victoria en 2004, se debió en alguna medida a su imagen de <<tipo coriente>>. En cierta ocasión le preguntaron si hablaba francés y contestó: <<No, qué va. Apenas hablo inglés>>. El humor ha ayudado a Bush a desactivar algunas de sus meteduras de pata y le ayudó a conservar apoyos en las elecciones presidenciales de 2004.” (p. 431)