Gershom Scholem
LA CÁBALA Y SU SIMBOLISMO
Madrid, 2009, Siglo XXI.
“Según una vieja tradición de la época talmúdica, en cada generación hay treinta y seis justos de los que depende la existencia del mundo. En una acepción mística, esta frase equivale a los «justos ocultos», es decir, aquellos cuyo carácter es ignorado por sus coetáneos e incluso muchas veces por ellos mismos. Nadie sabe, nadie puede saber quiénes son en realidad esos santos sobre los que descansa el mundo. Si desapareciese el anonimato, característica inherente a su ser, ya no serían nada. Uno de ellos es tal vez el Mesías, quien continúa oculto porque los tiempos no son dignos de él.” (p. 7)
“¿Por qué un místico cristiano tiene siempre visiones cristianas y no las de un budista? ¿Por qué un budista ve las figuras de su panteón y no –por ejemplo– la de Jesús o la Virgen? ¿Por qué un cabalista encuentra siempre en su camino hacia la iluminación al profeta Elías y no a un personaje de un mundo que le sea extraño?” (p. 18)
“¿Cuándo ha tenido el pueblo judío mayores oportunidades de realizar el encuentro con su propio genio, con su verdadera y «perfecta naturaleza», que en el horror y la derrota, en la lucha y la victoria de estos últimos años, al efectuar una utópica retirada hacia el interior de su propia historia?” (p. 141)
“Como complemento de lo expuesto (…) deseo hacer una previa presentación de la estructura judía tardía de la leyenda, tal como la describió con visión penetrante Jakob Grimm en el romántico Periódico para eremitas, del año 1808.
«Los judíos polacos modelan, después de recitar ciertas oraciones y de guardar unos días de ayuno, la figura de un hombre de arcilla y cola, y una vez pronunciado el šem hameforaš [“el nombre divino”] maravilloso sobre él, éste ha de cobrar vida. Cierto que no puede hablar, pero entiende bastante lo que se habla o se le ordena. Le dan el nombre de Golem, y lo emplean como una especie de doméstico para ejecutar toda clase de trabajos caseros. Sin embargo, no debe salir nunca de casa. En su frente se encuentra escrito emet [“verdad”], va engordando de día en día y se hace en seguida más grande y fuerte que todos los demás habitantes de la casa, a pesar de lo pequeño que era al principio. De ahí que, por miedo de él, éstos borren la primera letra, de forma que queda sólo met [“está muerto”], y entonces el muñeco se deshace y se convierte en arcilla. Pero hubo una vez uno que, por descuido, dejó crecer tanto a su Golem que ya no podía llegarle a la frente. Movido por un gran miedo, ordenó a su criado que le quitase las botas, pensando que, al doblarse, le podría llegar a la frente. Ocurrió tal como pensaba el dueño, y éste pudo felizmente borrar la primera letra, pero toda la carga de arcilla cayó sobre el judío y lo aplastó.»” (p. 192)