Kurt Vonnegut
MATADERO CINCO O LA CRUZADA DE LOS NIÑOS
Barcelona, 2009, Anagrama.
“Billy tenía una figura insensata: metro ochenta y ocho de estatura y un pecho semejante a una caja de cerillas.
No tenía casco, no tenía guerrera, no tenía armas, no tenía botas. Llevaba los pies metidos en unos zapatos de calle baratos −los mismos que había calzado en los funerales de su padre− a uno de los cuales le faltaba el tacón, lo que le hacía andar oscilando arriba-y-abajo, arriba-y-abajo. Este baile involuntario, arriba-y-abajo, arriba-y-abajo, le producía escozor en la articulación de la cadera. Su indumentaria, consistía en una chaqueta deportiva delgada, una camisa, unos pantalones de lana de la que pica, y unos calzoncillos, largos impregnados de sudor.
Era el único de los cuatro que llevaba barba, una barba erizada y escasa, algunos de cuyos erizados pelos ya eran blancos a pesar de que Billy tenía veintiún años. Además se estaba quedando calvo y el viento, el frío y el ejercicio violento habían dado a su rostro un color carmesí.
No se parecía en nada a un soldado. Semejaba un mugriento pajarraco.” (pp. 36-37)
“−¿Dónde estoy? −preguntó Billy Pilgrim.
−Atrapado en otro bloque de ámbar, señor Pilgrim. Estamos precisamente donde debemos estar en este instante, a quinientos millones de kilómetros de la Tierra. Y nos dirigimos, por un hilo del tiempo, hacia Tralfamadore. Este viaje quizá nos lleve horas, o tal vez siglos.
−¿Cómo... he llegado hasta aquí?
−Eso, para usted, requeriría otra explicación terrenal. Los terrestres son grandes narradores; siempre están explicando por qué determinado acontecimiento ha sido estructurado de tal forma, o cómo puede alcanzarse o evitarse. Yo soy tralfamadoriano, y veo el tiempo en su totalidad de la misma forma que usted puede ver un paisaje de las Montañas Rocosas. Todo el tiempo es todo el tiempo. Nada cambia ni necesita advertencia o explicación. Simplemente es. Tome los momentos como lo que son, momentos, y pronto se dará cuenta de que todos somos, como he dicho anteriormente, insectos prisioneros en ámbar.
−Eso me suena como si ustedes no creyeran en el libre albedrío −dijo Billy Pilgrim.
−Si no hubiera pasado tanto tiempo estudiando a los terrestres −explicó el tralfamadoriano−, no tendría ni idea de lo que significa «libre albedrío». He visitado treinta y un planetas habitados del universo, y he estudiado informes de otros cien. Sólo en la Tierra se habla de «libre albedrío».“ (pp. 81-82)
“Al tiempo que el coronel británico reparaba el brazo roto de Lazzaro y preparaba el yeso para el escayolado, el oficial alemán tradujo en voz alta algunos párrafos del libro de Howard W. Campbell, Jr. Campbell había sido un escritor teatral bastante conocido en otro tiempo. Decía así:
«América es la nación más rica de la Tierra, pero sus habitantes son extremadamente pobres. Esta condición hace que los americanos estén destinados a odiarse a sí mismos. Según nos decía el humorista americano Kin Hubbatd: "Ser pobre no es ninguna desgracia, pero puede serlo." De hecho es un crimen que haya un solo americano pobre, a pesar de lo cual América es una nación de pobres. Cualquier nación tiene como tradición popular algunas historias de hombres pobres, pero extremadamente sabios y virtuosos, que por ello eran más apreciados que sus congéneres ricos y poderosos. Entre los americanos no sucede así. Se burlan de sí mismos y se envanecen de sus hazañas. Es normal que el más pobre propietario de cualquier bar o restaurante tenga en la pared de su establecimiento un cartel que interpele con crueldad: "Si eres tan listo, ¿por qué no eres rico?"; pero también lo es que a su vez tenga una bandera americana plantada sobre un pisapapeles junto a la caja registradora.» (…)
«El americano, como todo ser humano, cree muchas cosas que obviamente son falsas −continuaba el librito−. De ellas, la más destructiva es su convencimiento de que cualquier americano puede hacer dinero con facilidad. Ignoran lo difícil que es hacerse rico, y, por lo tanto, aquellos que no lo consiguen no cesan de culparse. Y este sentimiento de culpabilidad ha sido de gran utilidad para los ricos y poderosos, que lo han considerado como una excusa para no tener que ayudar en absoluto a los pobres, llegando su desinterés a extremos que quizá no habían sido superados desde los tiempos de Napoleón.»
«América es una nación de novedades. La más sorprendente de todas, que además no tiene precedentes, es su gran masa de pobres indignos, que no se aman los unos a los otros porque tampoco se aman a sí mismos.»” (pp. 116-117)
“Casualmente, Trout había escrito un libro sobre un árbol que daba dinero. Tenía por hojas billetes de veinte dólares. Sus flores eran bonos del gobierno y sus frutos diamantes. Atraía a los seres humanos, que se mataban los unos a los otros al pie del árbol, fertilizándolo.
Así era.” (p. 148)
MATADERO CINCO O LA CRUZADA DE LOS NIÑOS
Barcelona, 2009, Anagrama.
“Billy tenía una figura insensata: metro ochenta y ocho de estatura y un pecho semejante a una caja de cerillas.
No tenía casco, no tenía guerrera, no tenía armas, no tenía botas. Llevaba los pies metidos en unos zapatos de calle baratos −los mismos que había calzado en los funerales de su padre− a uno de los cuales le faltaba el tacón, lo que le hacía andar oscilando arriba-y-abajo, arriba-y-abajo. Este baile involuntario, arriba-y-abajo, arriba-y-abajo, le producía escozor en la articulación de la cadera. Su indumentaria, consistía en una chaqueta deportiva delgada, una camisa, unos pantalones de lana de la que pica, y unos calzoncillos, largos impregnados de sudor.
Era el único de los cuatro que llevaba barba, una barba erizada y escasa, algunos de cuyos erizados pelos ya eran blancos a pesar de que Billy tenía veintiún años. Además se estaba quedando calvo y el viento, el frío y el ejercicio violento habían dado a su rostro un color carmesí.
No se parecía en nada a un soldado. Semejaba un mugriento pajarraco.” (pp. 36-37)
“−¿Dónde estoy? −preguntó Billy Pilgrim.
−Atrapado en otro bloque de ámbar, señor Pilgrim. Estamos precisamente donde debemos estar en este instante, a quinientos millones de kilómetros de la Tierra. Y nos dirigimos, por un hilo del tiempo, hacia Tralfamadore. Este viaje quizá nos lleve horas, o tal vez siglos.
−¿Cómo... he llegado hasta aquí?
−Eso, para usted, requeriría otra explicación terrenal. Los terrestres son grandes narradores; siempre están explicando por qué determinado acontecimiento ha sido estructurado de tal forma, o cómo puede alcanzarse o evitarse. Yo soy tralfamadoriano, y veo el tiempo en su totalidad de la misma forma que usted puede ver un paisaje de las Montañas Rocosas. Todo el tiempo es todo el tiempo. Nada cambia ni necesita advertencia o explicación. Simplemente es. Tome los momentos como lo que son, momentos, y pronto se dará cuenta de que todos somos, como he dicho anteriormente, insectos prisioneros en ámbar.
−Eso me suena como si ustedes no creyeran en el libre albedrío −dijo Billy Pilgrim.
−Si no hubiera pasado tanto tiempo estudiando a los terrestres −explicó el tralfamadoriano−, no tendría ni idea de lo que significa «libre albedrío». He visitado treinta y un planetas habitados del universo, y he estudiado informes de otros cien. Sólo en la Tierra se habla de «libre albedrío».“ (pp. 81-82)
“Al tiempo que el coronel británico reparaba el brazo roto de Lazzaro y preparaba el yeso para el escayolado, el oficial alemán tradujo en voz alta algunos párrafos del libro de Howard W. Campbell, Jr. Campbell había sido un escritor teatral bastante conocido en otro tiempo. Decía así:
«América es la nación más rica de la Tierra, pero sus habitantes son extremadamente pobres. Esta condición hace que los americanos estén destinados a odiarse a sí mismos. Según nos decía el humorista americano Kin Hubbatd: "Ser pobre no es ninguna desgracia, pero puede serlo." De hecho es un crimen que haya un solo americano pobre, a pesar de lo cual América es una nación de pobres. Cualquier nación tiene como tradición popular algunas historias de hombres pobres, pero extremadamente sabios y virtuosos, que por ello eran más apreciados que sus congéneres ricos y poderosos. Entre los americanos no sucede así. Se burlan de sí mismos y se envanecen de sus hazañas. Es normal que el más pobre propietario de cualquier bar o restaurante tenga en la pared de su establecimiento un cartel que interpele con crueldad: "Si eres tan listo, ¿por qué no eres rico?"; pero también lo es que a su vez tenga una bandera americana plantada sobre un pisapapeles junto a la caja registradora.» (…)
«El americano, como todo ser humano, cree muchas cosas que obviamente son falsas −continuaba el librito−. De ellas, la más destructiva es su convencimiento de que cualquier americano puede hacer dinero con facilidad. Ignoran lo difícil que es hacerse rico, y, por lo tanto, aquellos que no lo consiguen no cesan de culparse. Y este sentimiento de culpabilidad ha sido de gran utilidad para los ricos y poderosos, que lo han considerado como una excusa para no tener que ayudar en absoluto a los pobres, llegando su desinterés a extremos que quizá no habían sido superados desde los tiempos de Napoleón.»
«América es una nación de novedades. La más sorprendente de todas, que además no tiene precedentes, es su gran masa de pobres indignos, que no se aman los unos a los otros porque tampoco se aman a sí mismos.»” (pp. 116-117)
“Casualmente, Trout había escrito un libro sobre un árbol que daba dinero. Tenía por hojas billetes de veinte dólares. Sus flores eran bonos del gobierno y sus frutos diamantes. Atraía a los seres humanos, que se mataban los unos a los otros al pie del árbol, fertilizándolo.
Así era.” (p. 148)