August Strindberg
TEATRO ESCOGIDO
Madrid, 2006, Alianza Editorial.
“Durante largo tiempo he tenido al teatro, como al arte en general, por una Biblia pauperum, una biblia en imágenes para los que no saben leer la letra impresa, y al dramaturgo por un predicador laico que va ofreciendo las ideas de su tiempo en forma popular, lo suficientemente popular para que la clase media, que es la que llena los teatros, pueda entenderlas sin demasiados quebraderos de cabeza. Por eso el teatro ha sido siempre una escuela para la juventud, las personas medianamente cultas y las mujeres, es decir, para aquellos que todavía conservan la capacidad primitiva de engañarse a sí mismos y de dejarse engañar, o, en otras palabras, de aceptar la ilusión o sugestión que les presenta el autor. Por eso, en una época como la nuestra en que la reflexión rudimentaria e incompleta que lleva a cabo la imaginación va dando paso al razonamiento, la investigación y el análisis, me da la impresión de que el teatro, así como la religión, van camino de su desaparición por ser unas formas moribundas para cuyo goce ya carecemos de las necesarias condiciones. Esta suposición parece confirmada por la amplia crisis teatral que azota a Europa y sobre todo por la circunstancia de que en los dos países de más alta cultura, países que han producido los mayores pensadores del siglo, es decir, Inglaterra y Alemania, el teatro, como las demás bellas artes, haya muerto.” (p. 89)
“El alma de mis personajes (su carácter) es un conglomerado de civilizaciones pasadas y actuales, de retazos de libros y periódicos, trozos de gentes, jirones de vestidos de fiesta, convertidos ya en harapos, de la misma manera que está formada al alma.” (p. 94)
[Las citas pertenecen al prólogo de La señorita Julia.]
TEATRO ESCOGIDO
Madrid, 2006, Alianza Editorial.
“Durante largo tiempo he tenido al teatro, como al arte en general, por una Biblia pauperum, una biblia en imágenes para los que no saben leer la letra impresa, y al dramaturgo por un predicador laico que va ofreciendo las ideas de su tiempo en forma popular, lo suficientemente popular para que la clase media, que es la que llena los teatros, pueda entenderlas sin demasiados quebraderos de cabeza. Por eso el teatro ha sido siempre una escuela para la juventud, las personas medianamente cultas y las mujeres, es decir, para aquellos que todavía conservan la capacidad primitiva de engañarse a sí mismos y de dejarse engañar, o, en otras palabras, de aceptar la ilusión o sugestión que les presenta el autor. Por eso, en una época como la nuestra en que la reflexión rudimentaria e incompleta que lleva a cabo la imaginación va dando paso al razonamiento, la investigación y el análisis, me da la impresión de que el teatro, así como la religión, van camino de su desaparición por ser unas formas moribundas para cuyo goce ya carecemos de las necesarias condiciones. Esta suposición parece confirmada por la amplia crisis teatral que azota a Europa y sobre todo por la circunstancia de que en los dos países de más alta cultura, países que han producido los mayores pensadores del siglo, es decir, Inglaterra y Alemania, el teatro, como las demás bellas artes, haya muerto.” (p. 89)
“El alma de mis personajes (su carácter) es un conglomerado de civilizaciones pasadas y actuales, de retazos de libros y periódicos, trozos de gentes, jirones de vestidos de fiesta, convertidos ya en harapos, de la misma manera que está formada al alma.” (p. 94)
[Las citas pertenecen al prólogo de La señorita Julia.]