sábado, 24 de octubre de 2015

Jared Diamond
COLAPSO
Barcelona, 2006, Random House Mondadori.
 


“La señal más clara de canibalismo en ese emplazamiento es que las heces humanas secas encontradas en la chimenea de la casa, y todavía bien conservadas en ese clima seco tras casi mil años, demostraron contener proteínas de músculo humano, las cuales están ausentes en las heces humanas normales, incluso en las de personas que tienen úlceras intestinales sangrantes. Esto hace probable que quienquiera que atacara el emplazamiento, matara a sus habitantes, rompiera sus huesos, cociera su carne en pucheros, esparciera los huesos y se aliviara el vientre depositando heces en aquella chimenea había consumido efectivamente la carne de sus víctimas.” (p. 207)
[La cita se refiere a un asentamiento anasazi, pueblo indio que habitó en el sur de los Estados Unidos.]

“Otra de las razones por las que una sociedad puede no conseguir prever un problema se debe al razonamiento mediante falsa analogía. Cuando nos encontramos ante una situación desconocida recurrimos a establecer analogías con otras situaciones conocidas. Este es un buen modo de proceder si la antigua y la nueva situación son verdaderamente análogas, pero puede resultar peligroso si son similares únicamente en apariencia. Por ejemplo, los vikingos que llegaron a Islandia a partir del año 870 aproximadamente procedían de Noruega y Gran Bretaña, que cuentan con firmes suelos arcillosos molidos por glaciares. Aun cuando se eliminara la vegetación que cubría aquellos suelos, estos seguían siendo demasiado pesados para que el viento los arrastrara. Cuando los colonos vikingos encontraron en Islandia muchas de las especies de árboles que ya les eran conocidas en Noruega y Gran Bretaña, les confundió la aparente similitud del paisaje. Por desgracia, los suelos de Islandia no emergieron como consecuencia de la erosión de los glaciares, sino porque los vientos transportaron cenizas muy ligeras originadas en erupciones volcánicas. Cuando los vikingos eliminaron los bosques de Islandia para crear pastos para el ganado, aquel suelo ligero quedó expuesto a que el viento lo arrastrara de nuevo, y gran parte de la capa superficial del suelo de Islandia desapareció con la erosión.” (p. 548)

“Los habitantes de California se debaten entre dos orientaciones para construir su opinión respecto a todos estos inmigrantes que tratan de llegar aquí para adoptar la forma de vida del Primer Mundo. Por una parte, la consideración de que nuestra economía depende abiertamente de que ellos ocupen puestos de trabajo en el servicio doméstico, el sector de la construcción y la agricultura. Por otra, las quejas de muchos habitantes de California porque los inmigrantes compiten por los puestos de trabajo con los residentes que no tienen empleo, reducen los salarios y agravan la carga que soportan los ya superpoblados hospitales y el sistema de educación pública. En las papeletas para votar en 1994 se incluyó una propuesta de medida (la Proposición 187) que fue aprobada por la abrumadora mayoría de los votantes, pero que después anularon los tribunales porque era inconstitucional: se trataba de privar a los inmigrantes ilegales de la mayor parte de los servicios financiados por el estado. Ningún habitante o cargo electo de California ha sugerido ninguna solución práctica a la prolongada contradicción existente, que recuerda a la actitud de los dominicanos hacia los haitianos entre necesitar inmigrantes como trabajadores y, por otra parte, molestarse por su presencia y porque tengan necesidades.” (p. 648)

Kurt Vonnegut
EL DESAYUNO DE LOS CAMPEONES
Barcelona, 1999, Anagrama.


“Creo que estoy intentando librarme de toda esa basura que tengo en el cerebro: culos, banderas y bragas. Sí, sí, en este libro he hecho un dibujo de unas bragas, y también me estoy desprendiendo de los personajes de otros libros míos. Ya no voy a organizar ningún espectáculo de títeres más.
  Creo que estoy intentando tener la cabeza tan vacía como la tenía cuando vine a este mundo hace cincuenta años.
  Sospecho que esto es algo que la mayoría de los estadounidenses blancos —y los no blancos que imitan a los estadounidenses blancos— deberían hacer. De cualquier modo, todas esas cosas que los demás me han metido en la cabeza no casan bien unas con otras. Normalmente, no sirven para nada, son feas, no guardan proporción entre sí, ni en mi interior ni en la vida real.
  Dentro de mi cerebro no hay ninguna cultura ni ninguna armonía y ya no sé vivir sin cultura.
  Así que este libro es un sendero plagado de basura, de esa porquería que voy tirando mientras retrocedo en el tiempo hacia el 11 de noviembre de 1922.” (pp. 18-19)
[La cursiva pertenece al texto.]

“Le vi venir por el rabillo del ojo. Sus ojos echaban chispas. Sus dientes eran puñales blancos. Sus babas, puro cianuro, y su sangre, nitroglicerina.
   Cruzaba el aire como un zepelín, flotando indolentemente.
   Mis ojos transmitieron el mensaje a mi mente.
   Mi mente envió el mensaje a mi hipotálamo y le dijo que liberase una hormona, la CRF, y que la vertiese en las venillas que ponían en conexión el hipotálamo con la glándula pituitaria.
  La CRF hizo que mi glándula pituitaria soltase, a su vez, la hormona ACTH por mi corriente sanguínea. Mi pituitaria había estado produciendo y almacenando ACTH para una ocasión semejante. El zepelín se acercaba cada vez más.
  Y parte de la ACTH de mi corriente sanguínea llegó a la capa externa de la glándula productora de adrenalina que, a su vez, había estado produciendo y almacenando glucocorticoides para posibles emergencias. Los glucocorticoides se añadieron a mi corriente sanguínea y se extendieron por todo mi cuerpo transformando el glucógeno en glucosa. La glucosa es el alimento de los músculos. Eso me ayudaría a luchar como un gato montés o a huir tan deprisa como un gamo.
  Y el zepelín se acercaba cada vez más.
  La glándula productora de adrenalina también me propinó un chute extra de adrenalina. Me fui poniendo de color morado a medida que me subía la tensión sanguínea. La adrenalina hizo que mi corazón saltase como si fuera una alarma contra robos. También me puso los pelos de punta. Y también provocó que en mi corriente sanguínea entrasen coagulantes para que, en caso de que fuese herido, no se me escapasen los jugos vitales.
  Todo aquello que mi cuerpo había hecho hasta ese momento era normal dentro de los procesos operativos de las máquinas humanas. Pero mi cuerpo tomó también una medida defensiva que, según tengo entendido, carecía de precedentes en la historia de la medicina. Debió de producirse por algún cortocircuito o se me saltó algún fusible. Fuera como fuese, la cosa es que los testículos se me fueron subiendo hasta entrar en la cavidad abdominal, y allí los guardé como si se tratara del tren de aterrizaje de un avión. Y ahora me han dicho que sólo me los podrán sacar de ahí con una intervención quirúrgica.” (pp. 262-263)


Stephen Jay Gould
LA FALSA MEDIDA DEL HOMBRE
Barcelona, 1997, Crítica.
 


“Considero la crítica del determinismo biológico a la vez intemporal y oportuna. La necesidad de análisis es intemporal debido a que los errores del determinismo biológico son tan profundos e insidiosos, y debido a que la argumentación apela a las peores manifestaciones de nuestra naturaleza común. La profundidad vincula el determinismo biológico a algunas de las cuestiones y errores más antiguos de nuestras tradiciones filosóficas, incluido el reduccionismo, o bien al deseo de explicar fenómenos en parte aleatorios, a gran escala e irreductiblemente complejos mediante el comportamiento determinista de los elementos constituyentes más pequeños (los objetos físicos por el movimiento de los átomos, las funciones mentales por la cantidad heredada de materia gris); la reificación, o propensión a convertir un concepto abstracto (como la inteligencia) en una entidad sólida (como una cantidad de materia cerebral cuantificable); la dicotomización, o nuestro deseo de analizar gramaticalmente la realidad continua y compleja en divisiones duales (inteligente y estúpido, blanco y negro); y la jerarquía, o nuestra inclinación a ordenar los temas clasificándolos en una serie lineal de valor creciente (grados de inteligencia innata en este caso, a menudo luego rota por el dualismo que impone nuestra necesidad de dicotomizar, como en normal frente a débil mental, para utilizar la terminología favorita de los primeros tiempos de las pruebas de CI).“ (pp. 19-20)
[Las cursivas pertenecen al texto.]

“El espíritu de Platón se resiste a morir. No hemos podido evadirnos de la tradición filosófica según la cual todo cuanto vemos y medimos en el mundo es sólo la representación imperfecta y superficial de una realidad subyacente. Gran parte de la fascinación de la estadística radica en nuestro sentimiento visceral -desconfiemos de los sentimientos viscerales- de que las medidas abstractas que resumen amplios cuadros de datos tienen que expresar algo más real y más fundamental que los datos mismos. (Una parte considerable de la formación profesional del estadístico consiste en realizar un esfuerzo deliberado para contrarrestar ese sentimiento visceral.) La técnica de la correlación se ha prestado particularmente a este tipo de abuso porque parece proporcionar una vía para hacer inferencias sobre la causalidad (y a veces permite hacerlas, pero sólo a veces).” (pp. 242-243)
[La cursiva pertenece al texto.]

“Sin embargo, para que nadie se imagine que la correlación representa un método mágico para detectar inequívocamente la causa, consideraremos la relación entre mi edad y el precio de la gasolina en los últimos diez años. Se trata de una correlación casi perfecta, pero nadie pensará que existe una causa común. La existencia de la correlación no permite extraer conclusión alguna sobre la causa. (…) Sin duda, la inmensa mayoría de las correlaciones que se dan en este mundo no son causales.“ (p. 245)

Kurt Vonnegut
MADRE NOCHE
Barcelona, 1988, Círculo de Lectores.



“Mengel habla de Rudolf Franz Hoess, el comandante del campo de concentración de Auschwitz. Bajo su tierno cuidado, literalmente millones de judíos marcharon a la cámara de gas. Mengel sabía algo acerca de Hoess. Antes de emigrar a Israel en 1947, Mengel ayudó a ahorcarlo.
    Y no con su sólo con su testimonio. Lo hizo con sus dos manos enormes.
–Cuando lo colgamos, yo le puse la correa alrededor de los tobillos y la ajusté bien tirante.
–¿Le dio eso alguna satisfacción?
–No; yo era casi como todos los que estuvieron en esa guerra.
–¿Qué quiere decir? –Le pregunté.
–Que llegué a convertirme en alguien incapaz de sentir nada. Cada trabajo era un deber que cumplir y nada más; ninguno era peor o mejor que otro... Después que terminamos de colgar a Hoess, empaqué mi ropa y me fui a casa. El cierre de mi maleta estaba roto, así que la sujeté con una gruesa correa de cuero. En una hora hice la misma acción dos veces: una vez con Hoess y otra con mi maleta. Ambos trabajos fueron para mí casi lo mismo.” (pp. 41-42)

“Mi madre era una mujer muy bella, inteligente y morbosa. Creo que casi siempre estaba ebria. Recuerdo que una vez llenó un platito con una mezcla de alcohol medicinal y sal de mesa. Lo colocó sobre la mesa de la cocina, apagó todas las luces y me sentó frente a ella, del otro lado de la mesa.
    Y luego aproximó un fósforo a aquella mezcla. La llama brotó de un color casi amarillo puro; una llama de sodio que me la mostró como un cadáver y me hizo aparecer también a mí como un cadáver ante ella.
–Esto –me dijo– es lo que pareceremos cuando estemos muertos.
    Aquella extraña demostración no sólo me asustó a mí; la asustó también a ella. Mi madre se asustó de sus propias rarezas y a partir de ese momento dejé de ser su compañero. Desde aquel día rara vez me hablaba... Me separó completamente de ella; estoy seguro de que fue por temor de hacer o decir alguna locura mayor.
    Todo esto sucedió en Schenectady, antes de que yo cumpliese diez años.” (p. 50)

“-¿Ya no escribes?
-No ha ocurrido nada que quiera decir.
-¿Después de todo lo que has visto, de todo lo que has pasado, querido?
-Es precisamente todo lo que he visto, todo lo que he pasado, lo que casi me hace imposible decir nada. He perdido el don de escribir con sentido. Hablo una jerga incomprensible para el mundo civilizado, y el mundo me responde de la misma manera.” (p. 122)
Heinrich Heine
RELATOS
Madrid, 1992, Cátedra.


“Tales comidas familiares en la casa del rabino tenían lugar muy especialmente en la celebración anual de la Pascua, una maravillosa y antiquísima fiesta que aún hoy los judíos de todo el mundo celebraban la víspera del decimocuarto día del mes de Nissen, en eterna memoria de su liberación de la esclavitud egipcia, de la siguiente forma:
    Cuando se hace de noche, la señora de la casa enciende las luces, pone el mantel sobre la mesa, coloca en el centro del mismo tres panes ácimos, los cubre con una servilleta y sitúa en este elevado lugar seis pequeñas fuentes que contienen alimentos simbólicos, a saber: un huevo, lechuga, raíz de rábano, un hueso de cordero y una mezcla rojiza a base de pasas, canela y frutos secos. A esta mesa se sienta el cabeza de familia con todos sus parientes y amigos, y les lee pasajes de un curioso libro llamado el Agade, y cuyo contenido es una extraña mezcla de leyendas de los antepasados, historias fantásticas de Egipto, narraciones curiosas, controversias, oraciones e himnos ceremoniales. En medio de esta celebración se sirve una gran cena, e incluso durante la lectura, en determinados momentos se prueba un poco de las comidas simbólicas, así como, luego, se comen trocitos del pan ácimo y se beben cuatro vasitos de vino tinto. El carácter de esta celebración nocturna es melancólicamente alegre, seriamente juguetón y fantásticamente misterioso, y el tono tradicionalmente cantarín con que el cabeza de familia lee el Agade, y con el que a veces es respondido a coro por los oyentes, suena tan escalofriantemente íntimo, tan maternalmente adormecedor, y al mismo tiempo tan agitado y vivo, que incluso aquellos judíos que se han apartado hace mucho de la fe de sus padres y han corrido en pos de lejanas alegrías y honores se sienten conmovidos hasta lo más hondo de su corazón cuando por azar llegan a sus oídos los viejos y familiares sones de la Pascua.” (pp. 250-251)

[Las cursivas pertenecen al texto.]