Heinrich Heine
RELATOS
Madrid, 1992, Cátedra.
“Tales comidas familiares en la casa del rabino tenían lugar muy especialmente en la celebración anual de la Pascua, una maravillosa y antiquísima fiesta que aún hoy los judíos de todo el mundo celebraban la víspera del decimocuarto día del mes de Nissen, en eterna memoria de su liberación de la esclavitud egipcia, de la siguiente forma:
Cuando se hace de noche, la señora de la casa enciende las luces, pone el mantel sobre la mesa, coloca en el centro del mismo tres panes ácimos, los cubre con una servilleta y sitúa en este elevado lugar seis pequeñas fuentes que contienen alimentos simbólicos, a saber: un huevo, lechuga, raíz de rábano, un hueso de cordero y una mezcla rojiza a base de pasas, canela y frutos secos. A esta mesa se sienta el cabeza de familia con todos sus parientes y amigos, y les lee pasajes de un curioso libro llamado el Agade, y cuyo contenido es una extraña mezcla de leyendas de los antepasados, historias fantásticas de Egipto, narraciones curiosas, controversias, oraciones e himnos ceremoniales. En medio de esta celebración se sirve una gran cena, e incluso durante la lectura, en determinados momentos se prueba un poco de las comidas simbólicas, así como, luego, se comen trocitos del pan ácimo y se beben cuatro vasitos de vino tinto. El carácter de esta celebración nocturna es melancólicamente alegre, seriamente juguetón y fantásticamente misterioso, y el tono tradicionalmente cantarín con que el cabeza de familia lee el Agade, y con el que a veces es respondido a coro por los oyentes, suena tan escalofriantemente íntimo, tan maternalmente adormecedor, y al mismo tiempo tan agitado y vivo, que incluso aquellos judíos que se han apartado hace mucho de la fe de sus padres y han corrido en pos de lejanas alegrías y honores se sienten conmovidos hasta lo más hondo de su corazón cuando por azar llegan a sus oídos los viejos y familiares sones de la Pascua.” (pp. 250-251)
[Las cursivas pertenecen al texto.]
RELATOS
Madrid, 1992, Cátedra.
“Tales comidas familiares en la casa del rabino tenían lugar muy especialmente en la celebración anual de la Pascua, una maravillosa y antiquísima fiesta que aún hoy los judíos de todo el mundo celebraban la víspera del decimocuarto día del mes de Nissen, en eterna memoria de su liberación de la esclavitud egipcia, de la siguiente forma:
Cuando se hace de noche, la señora de la casa enciende las luces, pone el mantel sobre la mesa, coloca en el centro del mismo tres panes ácimos, los cubre con una servilleta y sitúa en este elevado lugar seis pequeñas fuentes que contienen alimentos simbólicos, a saber: un huevo, lechuga, raíz de rábano, un hueso de cordero y una mezcla rojiza a base de pasas, canela y frutos secos. A esta mesa se sienta el cabeza de familia con todos sus parientes y amigos, y les lee pasajes de un curioso libro llamado el Agade, y cuyo contenido es una extraña mezcla de leyendas de los antepasados, historias fantásticas de Egipto, narraciones curiosas, controversias, oraciones e himnos ceremoniales. En medio de esta celebración se sirve una gran cena, e incluso durante la lectura, en determinados momentos se prueba un poco de las comidas simbólicas, así como, luego, se comen trocitos del pan ácimo y se beben cuatro vasitos de vino tinto. El carácter de esta celebración nocturna es melancólicamente alegre, seriamente juguetón y fantásticamente misterioso, y el tono tradicionalmente cantarín con que el cabeza de familia lee el Agade, y con el que a veces es respondido a coro por los oyentes, suena tan escalofriantemente íntimo, tan maternalmente adormecedor, y al mismo tiempo tan agitado y vivo, que incluso aquellos judíos que se han apartado hace mucho de la fe de sus padres y han corrido en pos de lejanas alegrías y honores se sienten conmovidos hasta lo más hondo de su corazón cuando por azar llegan a sus oídos los viejos y familiares sones de la Pascua.” (pp. 250-251)
[Las cursivas pertenecen al texto.]