Wade Davis
EL RÍO: exploraciones y descubrimientos en la selva amazónica (III)
Valencia, 2005, Pre-Textos.
“Durante los cuatro meses anteriores había estado en la selva la mayor parte del tiempo, pero sólo había recolectado treinta plantas. Tal vacío era para él no sólo fuera de lo común, sino perturbador. Era el primer botánico que había viajado a esa parte del Amazonas. Todos los días, caminando, veía plantas desconocidas para la ciencia. Hubo momentos en la trocha en que se tapaba la cara con las manos sólo para no ver otra nueva especie que no podía recolectar.” (pág. 379).
“Trazar el mapa del río era asunto relativamente sencillo. Varias veces al día, Schultes caminaba un kilómetro por la ribera y marcaba cada extremo con una bandera blanca. Al medir cuánto le llevaba al bote esa distancia, podía calcular la velocidad de las aguas. Se orientaba con una brújula de mano, y conociendo ya la corriente, podía calcular la distancia entre dos puntos a medida que el río cambiaba de dirección. Era una técnica tosca y tediosa, pero el resultado fue sorprendentemente aproximado. Su mapa sería el más exacto durante cinco años hasta que, con el advenimiento de la fotografía aérea, se le hicieron varias pequeñas modificaciones.” (pp. 387-388)
“Era taiwano, una de las dos etnias del río, y a la mañana siguiente guió a Schultes y su gente en el ascenso del Kananarí, a lo largo de riberas planas y bajas, pasando por un puesto cauchero abandonado mucho antes y cubierto por la maleza, y entre el primero de tres raudales que bloqueaban el río a treinta kilómetros de la boca. Pasaron la noche en un pequeño poblado de los indios kabuyarí en el caño Paco, en una maloca decorada con complicados motivos abstractos pintados con amarillos, rojos, ocres y negros hechos con pigmentos de hojas, tierra y raíces. Las imágenes recordaban los petroglifos grabados por sus antepasados en piedras y en el lecho del Kananarí, dibujos que se decía representaban visiones del yagé vividas por los dioses.” (p. 388)
“El jefe le había confirmado que esas plantas no se encontraban en ninguna otra parte de la selva. Habían sido sembradas en las riberas rocosas antes de que el hombre viniera a la tierra desde la Vía Láctea, cuando, en las batallas de los dioses, los contendientes formaron cataratas como bastiones en su lucha por conquistar el mundo.
El jefe indígena también le advirtió sobre los raudales de Jirijirimo. (…) Corría el rumor de que había muchas más aguas abajo de la gran catarata, pero el jefe nunca había estado allá y no tenía la intención de ir. Jirijirimo era un lugar lleno de peligros. Había almas de chamanes muertos entre las grandes piedras, los riscos tenían cara de espíritus y demonios, los remolinos se tragaban montañas y llevaban al oscuro centro del mundo.” (p. 389)
[Richard Evans Schultes fue un eminente etnobotánico estadounidense, conocido, entre otros logros, por la exploración de la Amazonia colombiana y por sus investigaciones de campo sobre la flora alucinógena de la zona. Muchos especialistas lo consideran el Linneo del siglo XX. El libro citado es un homenaje al ingente trabajo de Schultes.]
EL RÍO: exploraciones y descubrimientos en la selva amazónica (III)
Valencia, 2005, Pre-Textos.
“Durante los cuatro meses anteriores había estado en la selva la mayor parte del tiempo, pero sólo había recolectado treinta plantas. Tal vacío era para él no sólo fuera de lo común, sino perturbador. Era el primer botánico que había viajado a esa parte del Amazonas. Todos los días, caminando, veía plantas desconocidas para la ciencia. Hubo momentos en la trocha en que se tapaba la cara con las manos sólo para no ver otra nueva especie que no podía recolectar.” (pág. 379).
“Trazar el mapa del río era asunto relativamente sencillo. Varias veces al día, Schultes caminaba un kilómetro por la ribera y marcaba cada extremo con una bandera blanca. Al medir cuánto le llevaba al bote esa distancia, podía calcular la velocidad de las aguas. Se orientaba con una brújula de mano, y conociendo ya la corriente, podía calcular la distancia entre dos puntos a medida que el río cambiaba de dirección. Era una técnica tosca y tediosa, pero el resultado fue sorprendentemente aproximado. Su mapa sería el más exacto durante cinco años hasta que, con el advenimiento de la fotografía aérea, se le hicieron varias pequeñas modificaciones.” (pp. 387-388)
“Era taiwano, una de las dos etnias del río, y a la mañana siguiente guió a Schultes y su gente en el ascenso del Kananarí, a lo largo de riberas planas y bajas, pasando por un puesto cauchero abandonado mucho antes y cubierto por la maleza, y entre el primero de tres raudales que bloqueaban el río a treinta kilómetros de la boca. Pasaron la noche en un pequeño poblado de los indios kabuyarí en el caño Paco, en una maloca decorada con complicados motivos abstractos pintados con amarillos, rojos, ocres y negros hechos con pigmentos de hojas, tierra y raíces. Las imágenes recordaban los petroglifos grabados por sus antepasados en piedras y en el lecho del Kananarí, dibujos que se decía representaban visiones del yagé vividas por los dioses.” (p. 388)
“El jefe le había confirmado que esas plantas no se encontraban en ninguna otra parte de la selva. Habían sido sembradas en las riberas rocosas antes de que el hombre viniera a la tierra desde la Vía Láctea, cuando, en las batallas de los dioses, los contendientes formaron cataratas como bastiones en su lucha por conquistar el mundo.
El jefe indígena también le advirtió sobre los raudales de Jirijirimo. (…) Corría el rumor de que había muchas más aguas abajo de la gran catarata, pero el jefe nunca había estado allá y no tenía la intención de ir. Jirijirimo era un lugar lleno de peligros. Había almas de chamanes muertos entre las grandes piedras, los riscos tenían cara de espíritus y demonios, los remolinos se tragaban montañas y llevaban al oscuro centro del mundo.” (p. 389)
[Richard Evans Schultes fue un eminente etnobotánico estadounidense, conocido, entre otros logros, por la exploración de la Amazonia colombiana y por sus investigaciones de campo sobre la flora alucinógena de la zona. Muchos especialistas lo consideran el Linneo del siglo XX. El libro citado es un homenaje al ingente trabajo de Schultes.]