Mohamed Chukri
EL PAN DESNUDO
Madrid, 2000, Debate.
“Era una noche maravillosa. Había luna llena y la temperatura era ideal.
-Ella me quiere, ¿sabes? Hasta es capaz de matarse si yo se lo pido. A veces le pego hasta hacerla sangrar. Se va muy enfadada, pero a los dos días ya está otra vez conmigo. Siempre me dice que va a ser la última vez, pero vuelve.
-¿Y tú la quieres?
-¡Yo qué sé! Me acostumbré a ella. Si el amor es costumbre, entonces la quiero.
-Y ¿por qué le pegas si la quieres?
Nos paramos, descorchó una botella y bebimos unos tragos.
-Yo creo que debe de ser algo masoquista. Me lleva la contraria.
Pensé que Tafersiti se comportaba ya como un hombre con una mujer.
-Tienes suerte -le dije.
-¿Por qué?
-Porque tienes una mujer que te hace compañía, a la que, además, le pegas cuando quieres.
-Tú también tendrás alguna mujer.
-Puede ser.
-Si quieres, te la proporciono.” (pp. 67-68)
“Si hay alguien a quien desearía la muerte, ése sería mi padre. Incluso odiaba a los que se parecían a él y no recuerdo cuántas veces lo habré matado imaginariamente. Sólo me restaba matarlo de verdad.” (p. 71)
EL PAN DESNUDO
Madrid, 2000, Debate.
“Era una noche maravillosa. Había luna llena y la temperatura era ideal.
-Ella me quiere, ¿sabes? Hasta es capaz de matarse si yo se lo pido. A veces le pego hasta hacerla sangrar. Se va muy enfadada, pero a los dos días ya está otra vez conmigo. Siempre me dice que va a ser la última vez, pero vuelve.
-¿Y tú la quieres?
-¡Yo qué sé! Me acostumbré a ella. Si el amor es costumbre, entonces la quiero.
-Y ¿por qué le pegas si la quieres?
Nos paramos, descorchó una botella y bebimos unos tragos.
-Yo creo que debe de ser algo masoquista. Me lleva la contraria.
Pensé que Tafersiti se comportaba ya como un hombre con una mujer.
-Tienes suerte -le dije.
-¿Por qué?
-Porque tienes una mujer que te hace compañía, a la que, además, le pegas cuando quieres.
-Tú también tendrás alguna mujer.
-Puede ser.
-Si quieres, te la proporciono.” (pp. 67-68)
“Si hay alguien a quien desearía la muerte, ése sería mi padre. Incluso odiaba a los que se parecían a él y no recuerdo cuántas veces lo habré matado imaginariamente. Sólo me restaba matarlo de verdad.” (p. 71)