EL HAMBRE (I)
Barcelona, 2015, Anagrama.
“—¿Tenés miedo de no tener suficiente comida o no pensás en eso?
—Sí, claro que pienso. Las noches que no les puedo dar nada a mis hijos pienso mucho. —¿Qué pensás?
—No sé, nada. Pienso.
Aï piensa, piensa mucho. Aï nunca tuvo comida suficiente, nunca fue a una ciudad, nunca tuvo luz eléctrica ni agua corriente ni un fuego de gas ni un inodoro, nunca parió en un hospital, nunca vio un programa de televisión, nunca se puso pantalones, nunca tuvo un reloj nunca una cama, nunca leyó un libro, nunca leyó un diario, nunca pagó una cuota, nunca tomó una cocacola, nunca comió una pizza, nunca eligió un futuro, nunca pensó que su vida pudiera ser distinta de lo que es.
Nunca pensó que quizá podría vivir sin preguntarse si va a comer mañana.” (p. 29)
[Aï es el nombre de una joven nigerina.]
“Y, entonces, el sentido más estricto de la palabra supervivencia: miles y miles de personas que se levantan cada día para ver si consiguen qué comer. El sentido más breve de la palabra supervivencia: no es fácil, con esa idea del mundo, en esas condiciones, pensar en nada a largo plazo —un mes, tres meses, año y medio, un siglo. El futuro es el lujo de los que se alimentan.” (p. 75)