José María Merino
CUENTOS DE LOS DÍAS RAROS (II)
Madrid, 2004, Alfaguara.
CUENTOS DE LOS DÍAS RAROS (II)
Madrid, 2004, Alfaguara.
“Había tardado muchos días en decidirse a seguir aquel dictamen, pues no volver a fumar más en la vida, renunciar a aquella costumbre que casi formaba parte del decurso inconsciente de su metabolismo, le parecía aceptar precisamente una parte de esa muerte contra la que se le advertía, o al menos asumir por anticipado una de esas separaciones angustiosas, irremediables, a las que la muerte nos condena. Contemplaba su venerable encendedor de gas, la pitillera de plata que había llegado a sus manos desde las de un antepasado oscuro emigrante a Puerto Rico, los veía como compañeros entrañables, y al imaginar que debía renunciar a ellos para siempre, se sentía ahogado por la congoja. Pero sobre todo imaginaba la pérdida de la plenitud que enaltecía su alma al fumar el primer cigarrillo después del desayuno, la renuncia a aquella gratísima culminación que ponía en todo su cuerpo el humo del tabaco desde la primera inhalación, tras penetrar en sus bronquiolos a velocidad vertiginosa. Aquellas sensaciones ya no se volverían a repetir, pensaba, y acaso a la renuncia a aquel incomparable regocijo siguiesen una progresiva torpeza mental y la extinción de su acreditada lucidez.” (pp. 166-167)
[La cita pertenece al relato El fumador que acecha.]
[La cita pertenece al relato El fumador que acecha.]