jueves, 6 de octubre de 2022

Maggie O'Farrell
HAMNET
Barcelona, 2021, Libros del Asteroide.


“Es intolerable. Todo en general. Tiene la sensación de estar atrapado en una red de ausencias cuyos hilos y zarcillos se le pegan y lo atrapan haga lo que haga. Aquí está otra vez, en esta villa, en esta casa, y entre unas cosas y otras teme no poder marcharse otra vez; este dolor, esta pérdida pueden retenerlo aquí, pueden destruir todo lo que ha logrado en Londres. Sin él la compañía sucumbirá al caos, al desorden; perderán todo el dinero y será la desbandada; o tal vez encuentren a otro que ocupe su lugar; o no tendrán lista una obra nueva  para la próxima temporada, o sí, y será mejor que todo lo que jamás haya escrito él, y el nombre de esa persona aparecerá en los carteles y no será el suyo, y entonces lo echarán, pondrán a otro, ya no lo querrá nadie: Puede perder todo lo que ha construido allí. La vida de los corrales de comedias es muy inestable, muy frágil. Piensa a menudo que a lo que más se parece es a los bordados de los guantes de su padre: solo se ve lo bonito, una parte mínima, pero detrás hay un complejo entramado de trabajo, pericia, frustración y sudor. Necesita estar allí todo el tiempo para asegurarse de que no deje de haber lo que tiene que haber detrás, de que todo marche según lo previsto y, ciertamente, echa de menos las cuatro paredes de su alojamiento, donde nunca entra nadie, donde nunca va nadie a buscarlo ni a preguntar por él, ni a importunarlo, donde solo hay una cama, un arca y un pupitre, Es el único sitio en el que puede refugiarse del ruido, de la vida y de la gente que lo rodea; es el único sitio en el que consigue apartarse del mundo, disolverse también él, no ser nada más que una mano cargada con una pluma cargada de tinta de cuya punta van saliendo las palabras. Y a medida que salen las palabras, una detrás de otra, consigue olvidarse de sí mismo y encontrar una paz tan absorbente, tan relajante, tan personal, tan gozosa como ninguna otra.
   A eso no puede renunciar, no puede quedarse aquí, en esta casa, en esta villa, en los márgenes del negocio de los guantes, ni siquiera por su mujer. Se atascaría en Stratford para siempre, como un animal con una pata atrapada en un cepo de hierro, con su padre en la casa de al lado y su hijo frío y pudriéndose bajo tierra en el cementerio de la iglesia.“ (pp. 264-265)