Maimónides
GUÍA DE LOS DESCARRIADOS (V)
Shalomhaverim.org
(EDITORIAL ORIÓN, S.R.L de C.V. MÉXICO, D.F. 1947)
“Comenzaremos el capítulo con una parábola. Hay un rey en un palacio, y sus súbditos viven los unos en el país, los otros en el extranjero. Algunos de los que viven en el país, están vueltos de espaldas al palacio real y miran en dirección contraria; otros se muestran deseosos y celosos de entrar en el palacio, "para inquirir en su templo", y para ministrar ante el rey, pero todavía no han logrado ver ni siquiera la fachada. Algunos, consiguieron acercarse y van errabundos en derredor, buscando la puerta de entrada; otros, han cruzado ya la cancela y discurren por las antecámaras, otros, en fin, han logrado penetrar en lo más íntimo del palacio, y se hallan con el rey en la misma cámara.
Incluso estos últimos no han visto al rey tan luego entraron en el palacio, ni le han hablado de buenas a primeras; porque, una vez dentro, hubieron menester nuevos afanes hasta que consiguieron presentarse delante del rey, unos a distancia, otros a su vera, oyendo sus palabras o hablándole
Y ahora quiero aclararte el sentido de la parábola. Los súbditos que están en el extranjero son los hombres sin religión, tradicional u obtenida por indagación propia. Así, los Turcos que van errantes por el Norte, y los Kuchitas que viven en el sur, y los que moran entre nosotros y son semejantes a ellos. Yo los considero como seres irracionales, y no como hombres; están por debajo de la humanidad, aunque por encima de los monos, pues que tienen forma y figura del hombre y ciertas facultades mentales superiores a las de los simios.
Los que viven en él país, vueltos de espaldas al palacio del rey, son los que tienen religión, creencias e ideas, pero se apegan a falsas doctrinas, ya sea que las adoptaran por indagación propia, ya que los recibieron de otros que los extraviaron. Por haber equivocado el rumbo, se apartan más del palacio del rey, cuanto más caminan, y son éstos peores que los de la primera clase, tanto que, en ciertas circunstancias, puede ser necesario sacrificarlos para extirpar sus doctrinas, y que no descarríen a otros.” (Libro Tercero. Cap. LIII)