sábado, 25 de mayo de 2024

Eugene Izzi
LA ENCERRONA
La Puebla de Cazalla (Sevilla), 2008, Barataria.


“Tenso, con brío, preparado, Fabe dobló la esquina y echó a andar lentamente Clark arriba. Una de las cosas que más le gustaban de su barrio era la mezcla. Una vieja con un andrajoso abrigo de lana esperaba a que cambiara de color el semáforo; tenía un carro de la compra con todas sus posesiones terrenales aferrado como si le fuera la vida en ello mientras el viento le metía en los ojos el pelo mugriento e infestado de piojos. Le resbalaban los mocos de la nariz a la barbilla, y de ahí iban a caer a la pechera de su harapiento abrigo. La parte delantera del carrito casi tocaba un Cadillac negro aparcado cuyo propietario estaba apoyado en el parachoques delantero con un largo abrigo casi hasta los tobillos hecho de piel de camello. Su pulcro corte de pelo a navaja de cincuenta dólares era mecido muy a la moda por la brisa mientras miraba el reloj de pulsera con impaciencia, y Fabe veía ya desde mitad de manzana que la fina pieza de oro en su muñeca derecha probablemente hubiera alimentado a la pordiosera durante seis meses.” (pp. 41-42)