viernes, 22 de junio de 2012

André Gide
LOS MONEDEROS FALSOS
Barcelona, 1984, Seix Barral.


“Basta, muy a menudo, con la suma de una cantidad de pequeños hechos muy sencillos y naturales, tomados cada uno por separado, para obtener un total monstruoso.” (p. 41)

“-Escuche usted, mi querido amigo: no quisiera parecerle cínico; pero me horrorizan los sentimientos, como los trajes hechos. Había yo creado en mi corazón, respecto a mi padre, un amor filial a medida, pero que, en los primeros tiempos, resultaba un poco holgado y que tuve que achicar. El viejo sólo me ha proporcionado en vida disgustos, contrariedades, molestias. Si le quedaba algo de ternura en el corazón, no ha sido a mí a quien se la ha demostrado. Mis primeros impulsos hacia él, en la época en que no sabía yo lo que era la contención, no me han valido más que sofiones, que me han servido de enseñanza. Ya habrá visto usted mismo, cuando le cuidaba... ¿Le dio nunca las gracias? ¿Mereció usted de él la menor mirada, la más leve sonrisa? Creyó siempre que se le debía todo. ¡Oh! Era lo que llaman un carácter. Creo que hizo sufrir mucho a mi madre, a quien, sin embargo, él amaba, si es que realmente ha amado alguna vez. Creo que ha hecho sufrir a todo el mundo a su alrededor, a sus criados, a sus perros, a sus caballos, a sus queridas; a sus amigos no, porque no tenía ninguno. Su muerte hará que respiren todos con satisfacción. Era según creo, un hombre de gran valía <<en lo suyo>>, como dicen; pero no he podido descubrir nunca qué era <<lo suyo>>.”(pp. 45-46)

“-¿Quiere usted que le hable con franqueza, querido? Tiene usted todas las cualidades del literato: es usted vanidoso, hipócrita, ambicioso, voluble, egoísta...” (p. 50)

“Se dice que los novelistas, con la descripción demasiado exacta de sus personajes, embrollan más que ayudan a la imaginación y que deberían dejar que el lector se representase cada uno de aquéllos como le pareciese.” (p. 76)

“Pero ya sabe usted que en las novelas es siempre peligroso presentar a intelectuales. Fastidian al público; no consigue uno hacerles decir más que necedades, y transmiten a todo lo que se relaciona con ellos, un aspecto abstracto.” (p. 190)

“-He pensado con frecuencia –interrumpió Eduardo- que en arte, y especialmente en literatura, cuentan únicamente los que se lanzan hacia lo desconocido. No se descubre nueva tierra sin acceder a perder de vista, primeramente y por largo tiempo, toda costa. Pero nuestros escritores temen la alta mar; son tan sólo costeros.” (p. 350)

Carlos Fisas
EROTISMO EN LA HISTORIA
Barcelona, 1999, Plaza y Janés.


“El siglo XIX, cargado de hipocresía y pudibundez, es paradigma de una sociedad puritana. Resulta curioso que el noventa por ciento de las principales novelas de la época estén dedicadas al adulterio. Ana Karenina, La Regenta, Madame Bovary, La Cartuja de Parma, Fortunata y Jacinta, etcétera son claros ejemplos de ello, y al propio tiempo que la sociedad decimonónica hacia un culto de la fidelidad conyugal y de la honestidad de costumbres, se glorificaba, o por lo menos se justificaba, el adulterio y se enaltecía a la prostituta. La dama de las camelias o Dulce y sabrosa dan buena cuenta de ello. Ni que decir tiene que la sociedad victoriana inglesa, tan pacata y puritana, estaba podrida por dentro. Consúltese a este respecto los escalofriantes reportajes de la Pall Mall Gazette, que causaron escándalo en la época al descubrir el negocio y la organización del comercio derivado de la prostitución de menores.” (p. 15)

“Pocos son los escritores que han escrito obras pornográficas, y seguro que nadie piensa que entre ellos se encontraba Mark Twain; sin embargo, publicó una, titulada 1601, de la que el propio autor dijo simplemente: <<Si hay alguna palabra decente en la obra, es que se me pasó por alto>>.” (p. 104)

“En su libro Tierra de los hombres Antoine de Saint-Exupéry escribe una frase famosa: <<Amar no es mirarse el uno al otro, es mirar juntos en la misma dirección>>. Desgraciadamente, en muchos matrimonios cuando los dos miran en la misma dirección es que allí está el televisor.” (p. 178)

viernes, 15 de junio de 2012


Entrevista a William Faulkner 
The Paris Review: William Faulkner, The Art of Fiction No. 12. 
Entrevista de Jean Stein (New York, 1956)
http://www.theparisreview.org/


ENTREVISTADOR
Sr. F., decía usted hace un rato que no le gustan las entrevistas

WILLIAM FAULKNER
La razón por la que no me gustan las entrevistas es que al parecer reacciono violentamente a las preguntas personales. Si las preguntas son sobre el trabajo, intento responderlas. Cuando son sobre mí, puede que responda o puede que no, pero incluso cuando respondo, si la misma pregunta me la hacen al día siguiente, la respuesta puede que sea diferente.
 (...)

ENTREVISTADOR
Hay quienes dicen que no pueden entender sus textos, incluso después de leerlos dos o tres veces. ¿Qué les aconsejaría?

FAULKNER

Leerlos cuatro veces.

(...)

ENTREVISTADOR
¿Qué tipos de trabajo hacía para ganar un poco de dinero de vez en cuando?

FAULKNER
Lo que saliera. Podía hacer un poco de casi cualquier cosa –conducir barcos, pintar casas, pilotar aviones. Nunca necesité mucho dinero porque vivir en New Orleans en aquella época era barato, y todo lo que quería era un lugar para dormir, un poco de comida, tabaco y whisky. Había muchas cosas que podía hacer durante dos o tres días y ganar suficiente dinero para vivir el resto del mes. Por temperamento, soy un vagabundo. No me gusta el dinero tanto como para trabajar por ello. En mi opinión, es una pena que haya tanto trabajo en el mundo. Una de las cosas más tristes es que lo único que un hombre puede hacer durante ocho horas al día, día tras día, es trabajar. No se puede comer durante ocho horas al día, ni beber durante ocho horas al día, ni hacer el amor durante ocho horas -todo lo que puedes hacer durante ocho horas es trabajar. Ésta es la razón por la que el hombre hace que él mismo y todos los demás se sientan tan miserables e infelices.

(...)

ENTREVISTADOR
¿Y qué opina de la función de los críticos?

FAULKNER
El artista no tiene tiempo para escuchar a los críticos. Los que quieren ser escritores, leen las revistas, los que quieren escribir no tienen tiempo para leer revistas. El crítico también intenta decir “Kilroy estuvo aquí”. Su función no está dirigida hacia el artista en sí. El artista está por encima del crítico, porque el artista escribe algo que provocará al crítico. El crítico escribe algo que provocará a todo el mundo, pero no al artista.

ENTREVISTADOR
-Entonces, ¿usted nunca siente la necesidad de discutir sobre su obra con alguien?

FAULKNER
-No; estoy demasiado ocupado escribiéndola. Mi obra tiene que gustarme a mí, y si me gusta entonces no tengo necesidad de hablar sobre ella. Si no me gusta, hablar sobre ella no la mejorará, ya que lo único que podría mejorarla sería trabajar más en ella. No soy un literato, sólo soy un escritor. No obtengo ningún placer de hablar de los problemas del oficio.
(La traducción es mía.)
Charles Dickens
GRANDES ESPERANZAS
Madrid, 2002, Suma de Letras.


“Después me sostuvo por los brazos de pie sobre la losa y continuó en estos horrendos términos:
-Mañana por la mañana, temprano, me vas a traer la lima y la comida. Me lo traerás todo a aquella vieja batería de allí abajo. Si lo haces sin atreverte a decir jamás una palabra o hacer un signo que pueda dar a entender que me has visto o que has visto a nadie, se te dejará con vida. Pero no lo hagas o apártate  de mis instrucciones en algún detalle por pequeño que sea, y verás cómo alguien te arranca el hígado y el corazón, los asa y se los come. Te advierto que no estoy solo, como podrías figurarte. Hay un joven escondido conmigo; comparado con él yo soy un ángel. Este joven está oyendo ahora lo que digo. Este joven tiene una manera secreta, que sólo él conoce, de llegar hasta un niño y arrancarle el hígado y el corazón. Es inútil que un niño pretenda esconderse de este joven. Un niño puede haber cerrado su puerta con llave, puede estar metido en su cama, puede arroparse bien, puede subirse el embozo hasta la cabeza, pero aquel joven hallará manera de irse acercando hasta él y abrirle en canal. Ahora mismo, me cuesta gran trabajo contener a este joven para que no te haga daño. Me cuesta mucho impedir que te llegue a las entrañas.
Le dije que le procuraría la lima y las cosas de comer que pudiera encontrar, y que se lo traería todo a la batería por la mañana temprano.
-¡Di que Dios te mate si no lo haces! –dijo el hombre.
Lo dije, y él me bajó de la losa.
-¡Ahora –prosiguió-, recuerda lo que has prometido, piensa en este joven y vete a casa!
-Buenas noches, señor –balbucí yo.
-¡Y tan buenas! –dijo él volviéndose a mirar la fría y mojada llanura-. ¡Si al menos fuese yo una rana! ¡O una anguila!” (pp. 21-22)

“En el pequeño mundo en que viven los niños, sea quien sea el que los eduque, no hay nada que se perciba con tanta delicadeza ni que se sienta tan agudamente como la injusticia. La injusticia de la que el niño es objeto puede ser sólo una pequeña injusticia; pero el niño es pequeño y su caballo de cartón es tan alto, en proporción, como un grande y huesudo caballo irlandés.” (p. 99)


jueves, 7 de junio de 2012


Lope de Vega
SONETO
Soneto extraído del libro Lope de Vega: su vida y su obra, de Alonso Zamora Vicente. Madrid, 1961, Gredos, (p. 181).


“Desmayarse, atreverse, estar furioso, 
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño,

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar vida y el alma a un desengaño,
esto es amor; quién lo probó lo sabe.”

Friedrich Nietzsche
EN TORNO A LA VOLUNTAD DE PODER
Barcelona, 1986, Planeta–De Agostini.


“El pensamiento y las creencias son un peso que agobia, tanto y más que cualquier otro peso. ¿Dices que los alimentos, el ambiente, el aire, la sociedad te transforman y te condicionan? Pues bien, tus opiniones todavía lo hacen más, porque ellas te condicionan la selección de los alimentos, de tu casa, de tu aire, de tu sociedad.” (p. 156)

domingo, 3 de junio de 2012

Juan Goytisolo
VAMOS A MENOS
Madrid, EL PAÍS, 10-enero-2001.


“La decisión del jurado del Premio Cervantes el pasado mes de diciembre prueba de modo concluyente (por si hubiera aún necesidad de ello) la putrefacción de la vida literaria española, el triunfo del amiguismo pringoso y tribal, la existencia de fratrías, compinches y alhóndigas, la apoteosis grotesca del esperpento. Sí, Spain is different, y lo es sin remedio. Las vehementes declaraciones de amor del laureado, de un amor que, a diferencia del de Wilde y Gide, sí se atreve a decir su nombre, al secretario de Estado de Cultura ('¡Ay, mi amor, cuántas cosas te debo! Me has hecho un hombre. De verdad que estoy con vosotros. Cuenta conmigo para lo que quieras'); sus expresiones chulas e insultantes respecto a los otros candidatos, entre los que por fortuna no me hallaba yo ('ahora sí que les hemos jodido bien', '¡esto es la polla!'); sus muy rendidas gracias a quienes 'se lo han trabajado [el premio] a muerte' (su padrino, José Hierro y el crítico estrella de este periódico), resultarían inconcebibles en otro país que el nuestro. En la flamante España que va a más, la ignorancia, desfachatez y venalidad reinantes permiten galardonar no a Valente, sino a don José García Nieto, pues en razón de la ausencia casi general de criterios de valor, todo vale. En corto, la cultura ha sido sustituida por su simulacro mediático y nadie o muy pocos elevan la voz contra ese estado de cosas. La resignación y el conformismo con los poderes fácticos reinan en el campo literario como en los felices tiempos del franquismo.
Lo más extraordinario de este inefable festival de burlas y vanidades es la insistencia del galardonado en la índole 'política' de su premio y su recompensa a 'la España progresista' que él encarna. ¡El autoproclamado escritor de izquierdas, e incluso rojo, publicaba sin duda en Cuadernos de Ruedo Ibérico o Nuestras Ideas, y no en la La Gaceta Literaria! Para un memorialista de su pedigrí, la desmemoria que afecta a la vida española es una baza única. ¡Del patrocinio de don Juan Aparicio al de Luis Alberto de Cuenca, qué impecable trayectoria de izquierdas!
Mas lo ocurrido con el cervantes -empleemos la minúscula para evitar el ultraje a la memoria de nuestro primer escritor- no puede considerarse con todo un hecho aislado: se inscribe en un cuadro genérico de premios, recompensas, medallas, galardones, ditirambos y propaganda desaforada destinados a transformar en obras de arte unos partos de mediocridad escasamente áurea cuando no atentados mortales a la inteligencia y buen gusto. La distinción fundamental entre el texto literario y el producto editorial ha sido cuidadosamente borrada y, para emplear los términos acuñados por Antonio Saura, el 'hipo de la moda' se confunde con 'la moderna intensidad'. No tengo nada en contra de los buenos 'productos' que sirven de soporte material a la publicación de obras minoritarias y de mayor enjundia. Una gran editorial como Gallimard -a la que se tributó un merecido homenaje en la Feria del Libro de Guadalajara- ha sabido combinar unos y otras durante casi un siglo hasta componer un catálogo digno de admiración. Pero en España, en donde la cultura es escasa y superficial, víctima de nuestra trágica discontinuidad histórica -¿puede considerarse 'normal' un país en el que el lector no pudo acceder al disfrute de una obra como La Regenta durante más de cuarenta años?-, el empeño de algunos en sostener la obra de calidad lucha quijotescamente contra la ignorancia de los más y la demostrada incompetencia de los dómines de la cultura. Si a ello añadimos el hecho de que la educación se ha convertido en una nueva forma de calamidad pública -como señaló recientemente Juan Pablo Fusi, el nivel de conocimientos de los universitarios de hoy en las disciplinas de humanidades es tal vez inferior al de los colegios de enseñanza media de la Institución Libre de Enseñanza en tiempos de Cánovas-, obtendremos un cuadro completo de la desertificación ética y literaria de nuestra España de nuevos ricos, nuevos libres y nuevos europeos. No hay que extrañarse así de que en este clima triunfalista y deletéreo de sometimiento a lo inane, pero mediático -o por mejor decir, de mediático por lo inane-, asistamos a la reproducción clónica de premios y obras premiadas, en los que el contenido del libro viene determinado de antemano por estrategias e imperativos de su promoción. Una buena promoción suple con creces la baratija impresa y atenúa el hedor de lo manido y rancio con un buen empaquetado de regalo de Nina Ricci o Dior. Todo ello no sería posible sin la complicidad activa o pasiva de las páginas culturales de los grandes periódicos, dependientes, como nadie ignora, de intereses políticos o empresariales más o menos confesables. Cualquier crítico o escritor de escaso fuste pero de muchas campanillas puede pontificar sobre la 'retórica hueca' de Valente o perdonar la vida a Borges mientras proclama al inefable cervantes de las botas negras brillantes y pañuelo rosa o de bufanda blanca y pantalón rojo eléctrico, lo mismo da, el mejor escritor de todas las Españas. Cualquier avispado columnista de cartón piedra puede establecer, con ayuda o sin ayuda del ministerio, su canon literario y forjarse de ese modo, a costa de omisiones mezquinas y flagrantes desafueros, una pequeña celebridad. Los amores y desamores de los pretendientes a Bloom mas de integridad condigna de un cabecilla de taifa, reflejan fielmente lo que escribió Cernuda -a quien no se lee y se cita con desparpajo- en uno de sus ensayos: 'Lo lamento, pero la crítica no consiste como creen ahí, en administrar un compuesto de azúcar, melaza, sacarina y jarabe a aquellos escritores admirados y palo tras palo a aquellos detestados por el crítico, sino otra cosa'. Para desdicha nuestra, esta 'otra cosa' sigue brillando por su ausencia. Recuerdo la reseña de una novela de difícil repercusión fuera de España en la que el crítico prodigó 16 adjetivos de elogio (cinco de ellos terminados en ante). El mismo crítico se despachó a gusto con otra -ésta sí traducida posteriormente a varias lenguas no obstante su índole minoritaria- con un número apenas inferior de frases o términos demoledores y despectivos.
Pero en un caldo de cultivo como el de nuestra villa y corte, en el que la tontería y falsedades de las que habla Cernuda pasan por valores contantes y sonantes, nada significa ya nada. Igual da Gala que martingala y Verdi que Monteverdi ('basta quitarle el Monte', como dijo un musicólogo de tertulia). Los opiniónomos y sabios disciernen títulos de gloria o de infamia sin tomarse la molestia de leer a quienes trituran o ensalzan. (Hace años incurrí en la ingenuidad de presentarme a una plática radiofónica sobre la novela que acababa de publicar. Al llegar con unos minutos de antelación al estudio sorprendí a los contertulios mientras leían apresuradamente la contracubierta del libro para saber de qué iba. Los ejemplares a su disposición lucían una virginidad ajena a todo manoseo zafio. A pesar de ello, al empezar la charla, tres de ellos alabaron la obra y uno la criticó con dureza. Pero se trataba de una iluminación directa del Espíritu Santo, ya que ninguno la había leído).
Es una desdicha que el Paráclito no alumbre casi nunca las mentes de nuestros responsables culturales. Sus intervenciones salvíficas son más bien raras. ¡Ojalá tuviésemos con nosotros a este camarero de un restaurante popular de Monterrey que me habló de unas semanas de Disciplina Clericalis y de don Sem Tob! De depender de mí, le habría nombrado inmediatamente ministro de Educación.
La amenaza más grave que hoy pesa sobre el escritor y el futuro mismo de la literatura es su rendición sin combate a los halagos del poder mediático y a las crudas leyes de la compraventa: el tanto vendes tanto vales que levanta hasta los cuernos de la luna a los fabricantes de best- sellers y margina a quienes escriben sin anhelo de recompensa y permanecen fieles a la ética del lenguaje. Como escribía en su bello discurso de recepción del Nobel el novelista chino Gao Xingjian, 'si el juicio estético del escritor debiera seguir las tendencias del mercado, ello equivaldría al suicidio de la literatura'.
Para no suicidarse, el escritor tiene que aceptar en efecto la soledad creadora, mucho menos dramática por fortuna que la de quienes, como Osip Mandelstam o Bulgakov, no pudieron ver impresa su obra o perecieron a causa de su exigencia moral y estética insobornable. Evocar el destino de éstos o de algunos grandes creadores de nuestra lengua (de los que tan poco sabemos) resultaría una ayuda preciosa en el momento de afrontar la alternativa. No pienso aquí en las plumas serviles o zafias que existen tan sólo a la sombra del poder o gracias a su continua presencia mediática sino en aquellas que, dotadas de la sensibilidad innata del escritor capaz de plasmar su visión del mundo, sacrifican su precioso don al afán barato de hacer carrera.
Una prensa atenta a la educación ciudadana debería cuidar de la defensa de los valores literarios y artísticos más allá de las modas y combinaciones mercantiles. Dicha labor no es cómoda en un medio habituado a la confección y venta de productos de asimilación instantánea conforme a las normas de las sociedades configuradas por el mercado global (productos consumidos a su vez por éstas con la misma facilidad y rapidez que las hamburguesas zampadas, digeridas y evacuadas de sus hamburgueserías). Pero los críticos que aceptan sin pestañear dicho orden de cosas y ensalzan regularmente las obras plastificadas y fabricadas en serie deberían comparecer ante un tribunal de deontología. Que los órganos de prensa venales o al servicio del poder -para el que la cultura es sólo un motivo de decoración o alarde vano- participen en tal almoneda no puede sorprender a nadie. En otros casos dicha conducta resulta más difícil de encajar.
EL PAÍS es 'algo más que un periódico'. Es también, como sabemos, la matriz o pieza clave de un poderoso grupo empresarial con ramificaciones en el ámbito editorial y en diversos medios de comunicación de España e Iberoamérica. Su credibilidad informativa le ha permitido conquistar de buena ley una audiencia internacional y alzarse al nivel de los cuatro o cinco mejores periódicos del mundo. Merced a ello podemos disfrutar de la lectura de algunas de las mejores plumas españolas y extranjeras tocante a los problemas y realidades acuciantes con las que debemos lidiar. En mis viajes a diversas zonas conflictivas a lo largo de la última década he podido comprobar igualmente la excepcional seriedad y competencia de sus corresponsales en los Balcanes, Rusia, Oriente Próximo y el Magreb. Pero advierto con creciente inquietud -y esto es la otra cara de la moneda, visible no obstante, a todo observador sin anteojeras- la incidencia de una serie de presiones internas y externas, ligadas a su dimensión empresarial y a la imbricación que conlleva, que ponen a dura prueba en una de sus secciones sus designios de imparcialidad.
Si al cabo de los años leo siempre con el mismo incentivo las páginas de Opinión y las informaciones y crónicas internacionales (las de España me interesan menos con excepción de las que tocan al País Vasco, el racismo y la inmigración), en el campo cultural verifico a menudo la fuerza de estas presiones y la existencia de un lo nuestro y lo ajeno de un nosotros y ellos que justifican un muy diferente trato a autores y obras según pertenezcan o no al grupo multimedia o, lo que es peor, sean amigos o no de quienes a la sombra pinchan y cortan.
No descubro el Mediterráneo si señalo que algunas informaciones sobre el número de premios acumulados y ejemplares vendidos de un autor de la casa, reiterados con machaconería, corresponden más bien a las funciones de un buen agente literario que a las de un periódico serio cuya fiabilidad nadie debería poner en duda. Tampoco descubro el Atlántico si apunto al hecho de que el nombre de ciertos autores es escamoteado por causas que los interesados ignoran y que ese ninguneo llega a tales extremos que se puede informar sobre la presentación de un libro y omitir el nombre del presentador (esto acaeció la pasada primavera con la del bello poemario póstumo de Carlos Fuentes Lemus; su presentador, Julián Ríos, desapareció de la reseña del acto). Se me dirá que esto puede ocurrir en todos los diarios. Mas la índole sistemática de las promociones y ninguneos no debería sobrepasar ciertos límites so pena de afectar la confianza que deposita en ellos el lector.
Algunas omisiones, por minúsculas que sean, pueden acarrear consecuencias dañinas y citaré un ejemplo que me atañe. Cuando el imam Jomeini decretó su célebre fatwua contra Salman Rushdie, recibí en Marraquech una llamada telefónica de Londres para solicitar mi firma en una carta cuyo texto fue publicado el día siguiente en The Times. Por más señas, fui el único firmante español y el único que suscribió la protesta contra el desafuero en un país musulmán. Poco después, la misma carta, con sus signatarios, apareció en este periódico. Sólo faltaba mi firma: detalle insignificante y al que no presté mayor atención. Pero he aquí que al cabo de unos años un colega me reprochó, de buena fe sin duda, haber negado mi apoyo moral al escritor perseguido. Entonces comprobé, con retraso, las secuelas de ciertas omisiones para mí tan misteriosas como las que existían en tiempos de la censura franquista, y lamenté no haber indicado públicamente el escamoteo de mi nombre en la lista reproducida en EL PAÍS en forma de comunicado o anuncio.
Más allá de estas anécdotas de escaso interés para el lector, percibo en las páginas de Cultura los corolarios de una endogamia que, por acentuarse de año en año, corre el riesgo de convertirse en autismo. La existencia de unos intelectuales orgánicos, no ya al servicio de un partido político o grupo social, sino de la empresa, tiene a la corta o a la larga efectos negativos si no se toma conciencia de ello y no se adoptan medidas para circunscribir el mal. Todos conocemos a estos escritores (buenos o mediocres, igual da) que están siempre en la brecha, allí donde deben estar y que si critican lo divino y lo humano se guardan muy mucho de emitir el menor reparo al funcionamiento del sector cultural y a unos favoritismos de los que son los primeros beneficiarios. Tal vez eso sea inevitable y difícil de erradicar. Pero si desaparecen las voces críticas o son ahogadas por un discurso satisfecho y eufórico -como sucedía en otra escala, mucho más nociva, en las antiguas Uniones de Escritores de los países del 'socialismo real'- se corre el riesgo de hablar y aplaudir a quien habla de forma 'autorizada'; en otras palabras, de confundir la voz propia con la voz de la sociedad.
Junto a la figura del Defensor del Lector a secas, habría que crear la de un Defensor del Lector Literario, con el encargo expreso de señalar los usos y abusos de nuestro peculiar Parnaso con la ironía de un Larra o un Clarín; el elogio en el que no cree ni el que lo da ni el que lo lee ni a veces, si conserva una pizca de lucidez, el que lo recibe; los compadreos, aborrecimientos y exclusiones ajenos a toda ética y sentido común; la censura comercial mucho más solapada y mortífera que la antigua censura religiosa, ideológica o política. Hoy, como hace cuarenta años, lo que entiendo por crítica literaria -extraño quizás a la mentalidad española, según creía Cernuda- se refugia de ordinario en unas pocas revistas independientes de toda subvención estatal y autonómica, como es el caso heroico de Quimera o Archipiélago, o recurre al libelo provocador pero saludable del samizdat. Quién sabe si los foros espontáneos de internautas serán en el futuro la única alternativa viable a la tiranía de la trivialidad.
Las cosas no han cambiado mucho desde el día en el que el último cervantes llegó al café Gijón. En mi novela Don Julián -prohibida por los servicios del entonces padrino de aquél-, hablaba de 'esas estatuas todavía sin pedestal, pero ya con la mímica y el desplante taurómacos' de los escaladores del 'laurífico escalafón, que vierten a raudales su simpático don de gentes: si me citas te cito, si me alabas te alabo, si me lees te leo: ¡original y castizo sistema crítico fundado en la tribal, primitiva economía de trueque! ¡Poetas, narradores, dramaturgos, al acecho de planetario premio, de alcaponesca beca!: trenzándose, entretanto, unos a otros, floridas guirnaldas, prodigándose henchidos elogios, redactando sonoros panegíricos: fuera de tono, inauténticos siempre excepto cuando airada, recíprocamente se combaten', etcétera.
Cualquier parecido con el Parnaso de hoy sería desde luego simple coincidencia. En este campo, si tenemos en cuenta los estragos de la seudocultura mediática y la ignorancia general de nuestro pasado, incluso el más próximo, no cabe sino concluir que vamos a menos.”
Georges Simenon
EL GATO
Barcelona, 2004, Tusquets.


 “No pudo menos de recordar la frialdad y la dureza de su mirada cuando, tras una larga vacilación, se tendió por fin sobre ella con la intención de hacer el amor. En el momento en que la penetró, no sin dificultades, todo el cuerpo de Marguerite se tensó de improviso, como si rechazara al hombre por instinto.
Durante un minuto más o menos esperó a que ella se relajara, pero comoquiera que no lo hizo, sino todo lo contrario, él acabó retirándose, avergonzado y balbuciendo disculpas.
-¿Por qué? –indagó ella en tono duro.
-¿Que por qué me disculpo?
-¿Por qué no continúas hasta el final? Me he casado contigo y es mi deber soportar esto también.
Aquel <<también>> le había vuelto muchas veces a la memoria. ¿Qué quería decir exactamente? ¿Qué otras cosas soportaba por sumisión cristiana? ¿Sus puros? ¿Sus modales poco refinados? ¿El hecho de compartir la misma habitación?” (p. 102)

“Aquellos dos hombres debían de rondar los sesenta. Todavía no sospechaban a qué velocidad iban a envejecer.” (p. 121)