viernes, 22 de junio de 2012


Carlos Fisas
EROTISMO EN LA HISTORIA
Barcelona, 1999, Plaza y Janés.


“El siglo XIX, cargado de hipocresía y pudibundez, es paradigma de una sociedad puritana. Resulta curioso que el noventa por ciento de las principales novelas de la época estén dedicadas al adulterio. Ana Karenina, La Regenta, Madame Bovary, La Cartuja de Parma, Fortunata y Jacinta, etcétera son claros ejemplos de ello, y al propio tiempo que la sociedad decimonónica hacia un culto de la fidelidad conyugal y de la honestidad de costumbres, se glorificaba, o por lo menos se justificaba, el adulterio y se enaltecía a la prostituta. La dama de las camelias o Dulce y sabrosa dan buena cuenta de ello. Ni que decir tiene que la sociedad victoriana inglesa, tan pacata y puritana, estaba podrida por dentro. Consúltese a este respecto los escalofriantes reportajes de la Pall Mall Gazette, que causaron escándalo en la época al descubrir el negocio y la organización del comercio derivado de la prostitución de menores.” (p. 15)

“Pocos son los escritores que han escrito obras pornográficas, y seguro que nadie piensa que entre ellos se encontraba Mark Twain; sin embargo, publicó una, titulada 1601, de la que el propio autor dijo simplemente: <<Si hay alguna palabra decente en la obra, es que se me pasó por alto>>.” (p. 104)

“En su libro Tierra de los hombres Antoine de Saint-Exupéry escribe una frase famosa: <<Amar no es mirarse el uno al otro, es mirar juntos en la misma dirección>>. Desgraciadamente, en muchos matrimonios cuando los dos miran en la misma dirección es que allí está el televisor.” (p. 178)