Georges Simenon
EL GATO
Barcelona, 2004, Tusquets.
“No pudo menos de recordar la
frialdad y la dureza de su mirada cuando, tras una larga vacilación, se tendió
por fin sobre ella con la intención de hacer el amor. En el momento en que la
penetró, no sin dificultades, todo el cuerpo de Marguerite se tensó de
improviso, como si rechazara al hombre por instinto.
Durante un minuto más o menos
esperó a que ella se relajara, pero comoquiera que no lo hizo, sino todo lo
contrario, él acabó retirándose, avergonzado y balbuciendo disculpas.
-¿Por qué? –indagó ella en tono
duro.
-¿Que por qué me disculpo?
-¿Por qué no continúas hasta el
final? Me he casado contigo y es mi deber soportar esto también.
Aquel <<también>> le
había vuelto muchas veces a la memoria. ¿Qué quería decir exactamente? ¿Qué
otras cosas soportaba por sumisión cristiana? ¿Sus puros? ¿Sus modales poco
refinados? ¿El hecho de compartir la misma habitación?” (p. 102)
“Aquellos dos hombres debían de
rondar los sesenta. Todavía no sospechaban a qué velocidad iban a envejecer.”
(p. 121)