jueves, 9 de agosto de 2012

Frank McCourt
EL PROFESOR
Madrid, 2006, MAEVA.


“Yo llegué tarde al mundo de los libros, soy un rezagado, un novato. Mi primer libro, Las cenizas de Ángela, se publicó en 1996, cuando yo tenía sesenta y seis años. El segundo, Lo es, en 1999, cuando tenía sesenta y nueve. A esa edad resulta admirable que tuviera fuerzas siquiera para levantar la pluma. Algunos nuevos amigos míos (adquiridos recientemente, a causa de mi ascensión en las listas de los más vendidos) habían publicado libros con veintitantos años. Unos mozalbetes.
Entonces, ¿por qué tardó usted tanto?
Porque estaba enseñando: por eso tardé tanto. No en un colegio universitario ni en una facultad, donde uno tiene todo el tiempo del mundo para escribir y para otras diversiones, sino en cuatro institutos públicos distintos de Nueva York. (He leído novelas que recrean las vidas de catedráticos de universidad, donde parecen tan ocupados con los adulterios y las rencillas académicas que uno se pregunta de dónde sacan el tiempo para ejercer además un poco la enseñanza.) Cuando impartes cinco clases de instituto al día, cinco días por semana, no vuelves a casa con la idea de despejarte la cabeza y crear prosa inmortal. Después de cinco clases, tienes la cabeza llena del barullo del aula.” (p. 11)