Paul Auster
BROOKLYN FOLLIES
Barcelona, 2006, Anagrama.
“En general, las vidas se
esfuman. Una persona muere y poco a poco todo rastro de su vida desaparece. Un
inventor sobrevive en sus invenciones, un arquitecto está presente en sus
edificios, pero la mayoría de la gente no deja tras de sí monumento alguno ni
logros duraderos: una estantería con álbumes de fotos, la cartilla de notas del
colegio, el trofeo de una bolera, un cenicero birlado en un hotel de Florida en
la última mañana de unas vacaciones vagamente recordadas. Unos cuantos objetos,
algunos documentos, y unas cuantas impresiones causadas a otras personas. Estas
últimas siempre tienen historias que contar sobre el muerto, pero la más de las
veces se mezclan fechas, se suprimen hechos, se distorsiona cada vez más la
verdad, y cuando a esas personas les llega su turno de morir, la mayoría de las
historias desaparece con ellas.” (p. 306)