jueves, 9 de agosto de 2012

Ramiro Pinilla
LA HIGUERA
Barcelona, 2006, Tusquets.


“Pascuala había empezado a llorar y yo confiaba en poder contener mi pregunta que la obligara a hablar en aquel estado. ‘Andan matando a la gente por ahí’, dijo por fin entre ahogos. ‘Simón García y su hijo fueron sacados de su casa hace cuatro días por los falangistas. Hasta hoy. ¡Hasta hoy!’ ‘Quizás sólo estén... presos, dije’. ‘¡No! ¡Muertos, muertos! En esta casa llevan cuatro días sin salir de puro miedo. Vengo de allí y he visto el peor miedo en los ojos de las dos mujeres. ¡Y solas! ¡Y mudas, más muertas que vivas! Yo estaba en su cocina, pero ellas no me veían. Tuvo que ser la niña quien me contase que entraron los hombres y primero le ataron a Simón las manos a la espalda y luego a Antonio. La esposa abrazó a Simón y dijo: <<¿Por qué se lo llevan?, ¿qué ha hecho?>>, <<¡Conspiró contra España!>>, le contestaron. <<No hace otra cosa en todo el día que trabajar de maestro.>> Y ellos: <<¿Le parece poco?>>. Se los llevaron a los dos como a ganado, empujando de mala manera a las mujeres para que los soltasen, la abuela agarrándose al nieto como una lapa. Fue el propio Simón el que intervino para acabar con el forcejeo que no salvaría a nadie. Se los llevaron sin dejarles despedirse’.” (p. 31)

“Es que, ¿sabes, Rogelio?, han transcurrido muchos años y cambiado muchas cosas. Últimamente las ejecuciones están controladas por el propio Franco, porque los pájaros ya están en jaulas y él decide a éste lo mato y al otro no. Es listo: meten más ruido muchos matando a muchos que uno matando a muchos. A lo más que hoy se puede llegar es a dar palizas y ponerles electrodos en los huevos... Y, como son otros tiempos, ocurre que lo que antes hacíamos sin tapujos, ahora no se puede hacer. ¡Así nos agradece la sociedad nuestros servicios!” (p. 209)