domingo, 5 de mayo de 2013

Thomas H. Cook
EL MISTERIO DE LA LAGUNA NEGRA
Barcelona, 2000, Umbriel.


"Una vez más en el umbral de mi pasado, siento que vuelvo a tener quince años, que mi cabeza está cubierta de pelo y que no tengo manchas en la piel; el cielo queda lejos, el infierno no es ni siquiera un pensamiento. Incluso intuyo cierta bondad en el corazón de la vida.” (p. 14)

“Pensé en las cosas que se habían desencadenado tras los terroríficos sucesos de aquel día infausto, algunas inmediatamente después, otras espaciándose en el transcurso de los años venideros. Recordé a mi padre en su escritorio, intentando reclamar parte de un sueño ya deshecho, a mi madre que le miraba con amargura, encerrada en su propia desilusión herida. Vi un mundo joven que de pronto se hacía viejo, a los niños de Chatham hacerse adultos y volverse ancianos de pronto, igual que me había sucedido a mí, aunque yo carecía de lo que ellos tenían para justificar mi paso por la tierra; soltero, sin hijos, un hombre conocido sobre todo por un solo hecho acontecido en su infancia.” (p. 99)

“Pero, al final, opté por pensar en la vida y no por vivirla.” (p. 151)

“Con el tiempo he llegado a pensar que el hombre no ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, sino de Tántalo, porque lo que más deseamos está siempre bailando ante nuestros ojos, pero siempre queda fuera de nuestro alcance.” (p. 171)