Miguel Torga
CUENTOS DE LA MONTAÑA
Madrid, 2001, Alfaguara.
“Casta, con el mismo frescor de rocío que humedecía la fruta de sus pomares, la aldea se despertaba después de una noche de sueño y de ensueño. El primer hilo de humo subía ya del hogar de Joao el Ra, el madrugador de la aldea. Ascendía blanco, perezoso, con temor de la brisa fría de la mañana. Pero, en cuanto llegaba al cielo abierto, tomaba aliento, extendía los brazos y se disolvía voluptuoso en el éter perfumado del aire. De las alquerías nacían voces confusas de la Babel animal. Y por los quicios honrados de los portales anchos y francos, iban surgiendo caras humanas y cristianas, prontas para una nueva romería de sudor.” (p. 272)
[La
cita pertenece al relato El regreso.]