domingo, 2 de junio de 2013

Fernando Marías
EL MUNDO SE ACABA TODOS LOS DÍAS
Sevilla, 2005, Algaida.


“La botella está ahora ante mí, sobre la mesa del saloncito. Horror líquido tras el vidrio de forma armoniosa, adornado por una etiqueta elegante cuyo diseñador habrá cobrado un buen pico. Se diría, se podría decir, que también la botella me observa a mí. Dos horas mirándonos, puede que tres. Tres horas, puede que cuatro: hay amores que se llaman eternos y son menos intensos.” (p. 13)