miércoles, 25 de diciembre de 2013

H. G. Wells
LA GUERRA DE LOS MUNDOS
Madrid, 1979, Zero.
 



“No hubiera creído nadie que las cosas humanas fueran observadas en los últimos años del siglo XIX aguda y atentamente por inteligencias superiores a la del hombre y mortales como la de éste; que los hombres fuesen examinados y estudiados casi de tan cerca como pueden serlo en el microscopio las transitorias criaturas que pululan y se multiplican en una gota de agua. Con infinita suficiencia iban y venían los hombres por el mundo, ocupándose en sus asuntillos, serenos en la seguridad de su imperio sobre la materia. ¡Es posible que bajo el microscopio obren de igual manera los infusorios! Nadie imaginó que de los más antiguos mundos del espacio pudiera sobrevenir un peligro para la existencia humana, ni se pensaba en esos mundos más que para desechar como imposible o probable la idea de que hubiese en ellos vida." (p. 21)

“Desde aquí les veo, ¡sí! los veo… -exclamó con tono de satisfacción sombría-. En ellos irá a refugiarse el sentimiento y la religiosidad; pero hay mil cosas que había visto yo toda la vida y que ahora empiezo a comprender. Hay gentes gordas y estúpidas que tomarán las cosas como vengan, y muchas otras a quienes les torturará la idea de que va mal el mundo y es preciso hacer algo. Pero cuando las cosas se ponen de tal modo que empieza a creer la gente que es preciso hacer algo, los espíritus débiles y los que se debilitan a fuerza de pensar demasiado acaban por formar una especie de religión de no hacer nada, muy piadosa y superior, y se someten a las persecuciones y a la voluntad de Dios. Ya lo habrá usted notado. Es la energía vuelta al revés por una ráfaga de miedo.” (p. 165)



Voltaire
CARTAS FILOSÓFICAS
Madrid, 1976, Editora Nacional.



“Me guardé muy mucho de contestarle; no hay nada que ganar con un entusiasta: no hay que empeñarse en decirle a un hombre los defectos de su amante, ni a un querellante la debilidad de su causa ni razones a un iluminado” (p. 38) 

“La verdad es que no hay familia, ni ciudad, ni nación que no intente hacer retroceder su origen; además, los primeros historiadores son los más negligentes en marcar las fechas; los libros eran mil veces menos comunes que hoy; por consiguiente, estando menos expuestos a la crítica, se engañaba al mundo más impunemente; y, puesto que evidentemente se han supuesto hechos, es bastante probable que también se hayan supuesto fechas.” (p. 41) 

“pero las persecuciones no sirven casi nunca más que para hacer prosélitos” (p. 47)
Herman Melville
MOBY DICK
Barcelona, 1982, Bruguera.


 

“A menudo, uno oye hablar de escritores que se elevan y se hinchan con su tema, aunque éste parezca sólo ordinario. ¡Cómo, entonces, me pasará a mí, escribiendo sobre este Leviatán! Inconscientemente, mi caligrafía se expansiona en mayúsculas de cartel. ¡Dadme una pluma de cóndor! ¡Dadme el cráter del Vesubio como tintero! ¡Amigos, sostenedme los brazos! Pues en el simple acto de escribir mis pensamientos sobre este Leviatán, me fatigan y me hacen desmayar con su desbordado alcance de movimiento, como para abarcar todo el círculo de las ciencias, y toda la generación de las ballenas, y los hombres, y los mastodontes, pasados, presentes y futuros, con todos los panoramas giratorios de imperios en la tierra, y a través del universo entero, sin excluir sus suburbios. ¡Tal, y tan magnificadora es la virtud de un tema amplio y liberal! Nos expansionamos hasta su tamaño. Para producir un libro poderoso, hay que elegir un tema poderoso. No se puede jamás escribir un volumen grande y duradero sobre la pulga, aunque haya muchos que lo han intentado.” (p. 512)
Javier Marías
LOS ENAMORAMIENTOS
Madrid, 2011, Alfaguara.

 

“la gente no quiere saber por qué pasó nada, sólo qué pasó y que el mundo está lleno de imprudencias, peligros y mala suerte que a nosotros nos rozan y en cambio alcanzan y matan a nuestros semejantes descuidados, o quizá no elegidos. Se convive sin problemas con mil misterios irresolutos que nos ocupan diez minutos por la mañana y a continuación se olvidan sin dejarnos escozor ni rastro. Precisamos no ahondar en nada ni quedarnos largo rato en ningún hecho o historia, que se nos desvíe la atención de una cosa a otra y que se nos renueven las desgracias ajenas, como si después de cada una pensáramos: ‘Ya, qué espanto. Y qué más. ¿De qué otros horrores nos hemos librado? Necesitamos sentirnos supervivientes e inmortales a diario, por contraste, así que cuéntenos atrocidades distintas, porque las de ayer ya las hemos gastado’.” (pp. 50-51)

“Es otro de los inconvenientes de padecer una desgracia: al que la sufre los efectos le duran mucho más de lo que dura la paciencia de quienes se muestran dispuestos a escucharlo y acompañarlo, la incondicionalidad nunca es muy larga si se tiñe de monotonía. Y así, tarde o temprano, la persona triste se queda sola cuando aún no ha terminado su duelo o ya no se le consiente hablar más de lo que todavía es su único mundo, porque ese mundo de congoja resulta insoportable y ahuyenta. Se da cuenta de que para los demás cualquier desdicha tiene fecha de caducidad social, de que nadie está hecho para la contemplación de la pena, de que ese espectáculo es tolerable tan sólo durante una breve temporada, mientras en él hay aún conmoción y desgarro y cierta posibilidad de protagonismo para los que miran y asisten, que se sienten imprescindibles, salvadores, útiles. Pero al comprobar que nada cambia y que la persona afectada no avanza ni emerge, se sienten rebajados y superfluos, lo toman casi como una ofensa y se apartan. ‘¿Cómo es que no sale del pozo teniéndome a mí a su lado? ¿Por qué se empeña en su dolor si, si ya ha pasado algún tiempo y yo le he dado distracción y consuelo? Si no puede levantar la cabeza, que se hunda o que desaparezca’. Y entonces el abatido hace esto último, se retrae, se ausenta, se esconde.” (pp. 85-86)

domingo, 15 de diciembre de 2013


Antonio Damasio
Y EL CEREBRO CREÓ AL HOMBRE
Barcelona, 2010, Destino.


 
"Sin conciencia, es decir sin una mente dotada de subjetividad, no tendríamos modo de conocer que existimos, ni mucho menos sabríamos quiénes somos y qué pensamos. Si la subjetividad no se hubiera originado, de manera muy modesta al principio, en criaturas vivas mucho más sencillas que los seres humanos, la memoria y el razonamiento probablemente no se habrían desarrollado de la manera prodigiosa en que lo hicieron, ni se hubiera allanado el camino evolutivo hacia el lenguaje y la versión compleja de la conciencia que hoy poseemos los seres humanos. Sin la subjetividad, la creatividad no habría florecido y no tendríamos canciones ni pintura ni literatura. El amor nunca sería amor, sólo sexo. La amistad habría quedado en mera conveniencia cooperativa. El dolor nunca se habría convertido en sufrimiento, no se hubiera considerado algo malo, sino sólo una dudosa ventaja dado que el placer tampoco se hubiera convertido en dicha o gozo. Si la subjetividad no hubiera hecho su radical aparición, no existiría el conocimiento ni tampoco nadie que se fijara en las cosas y dejara constancia de ellas; es decir, no habría cultura ni historia de lo que las criaturas hicieron a lo largo de las épocas." (pp. 20-21)

“Cada día aumenta el número de pruebas que indican que a lo largo de múltiples generaciones los avances culturales ocasionan cambios en el genoma.” (p. 55)

“El miedo puede ser sólo una falsa alarma inducida por una cultura retorcida. En estos casos, en lugar de salvarle a uno la vida, el miedo es un factor de estrés, y el estrés que se prolonga en el tiempo, destruye la vida, tanto mental como física. La agitación trae consecuencias negativas.” (p. 182)

“La ínsula sirve como punto para la activación de una emoción de gran importancia: el asco, una de las más antiguas emociones del repertorio. El asco empezó siendo un medio automático de rechazar alimentos potencialmente tóxicos y evitar que entraran en el cuerpo. Los seres humanos sienten asco no sólo de alimentos en mal estado y del hedor o la fetidez que desprenden, sino que pueden sentirlo de una variedad de situaciones en las que la pureza de los objetos o del comportamiento se halla afectada y existe «contaminación». Y lo que es asimismo muy importante, en los seres humanos la perfección de acciones moralmente reprensibles provoca también asco. En consecuencia muchas de las acciones incluidas en el programa humano del asco, entre ellas las características expresiones faciales, han sido cooptadas por una emoción social como es el desprecio, que a menudo es una metáfora del asco en sentido moral.” (p. 186)
[La ínsula es una estructura interna del cerebro.]

“Siempre que ingerimos moléculas que tienen la capacidad de modificar la transmisión de señales corporales o de alterar el mapa que conforman, aprovechamos ese mecanismo. El alcohol lo hace, y también los analgésicos y los anestésicos, así como un sinfín de drogas y estupefacientes. Resulta a todas luces evidente que, aparte de por curiosidad, los seres humanos se han apoyado en este tipo de moléculas debido a su deseo de generar sensaciones de bienestar, sensaciones en las que se borran las señales de dolor y se inducen señales de placer.” (pp. 192-193)


Raymond Carver
PRINCIPIANTES
Barcelona, 2010, Anagrama.


 

“Recuerdo que años antes -antes de que me pasara bebiendo todo el día- leí un extraordinario pasaje de una novela de un italiano llamado Italo Svevo. El padre del narrador estaba muriéndose. La familia se había reunido alrededor de su lecho, y lloraba y aguardaba a que el anciano expirase, pero el moribundo abrió los ojos para mirar por última vez a todos y cada uno de los miembros de su familia. Cuando sus ojos se detuvieron en el narrador, se agitó súbitamente y algo se instaló en sus ojos; con un último acopio de fuerza se incorporó, se echó hacia adelante en la cama y soltó una bofetada a su hijo con toda su alma. Luego se dejó caer hacia atrás en el lecho, y exhaló el último suspiro. En aquella época imaginé a menudo la escena de mi propia muerte, y me veía haciendo lo mismo, con la única diferencia de que esperaba tener la fuerza suficiente para abofetear no a uno sino a mis dos hijos, y para que mis últimas palabras dedicadas a ellos fueran aquellas que sólo un hombre agonizante tendría el valor de pronunciar.” (pp. 30-31)








Tito Livio
AB URBE CONDITA (Libro XII)
Madrid, 1985, Gredos.



“en Sicilia, a unos soldados se les habían inflamado los dardos; igualmente, en Cerdeña, a un jinete que hacía la ronda de noche en la muralla, la fusta que tenía en la mano; en el litoral habíase visto un centelleo repetido; dos escudos habían sudado sangre, varios soldados habían sido alcanzados por el rayo, y el disco del sol parecía encogerse. En Preneste, habían caído aerolitos; en Arpos habían visto rodelas en el cielo y una lucha del sol con la luna; en Capena, dos lunas durante el día. De Ceres contábase que las aguas manaban ensangrentadas, y la misma fuente de Hércules brotaba inficionada de manchas sangrientas. En Ancio, unos segadores se habían encontrado con espigas sanguinolentas en la canasta. En Falerios, el cielo se había rasgado como en una colosal hendidura, y por ella había brillado un relámpago imponente; las tabillas de adivinación se habían encogido y caído por sí sola una de ellas con la siguiente inscripción: «Marte blande su lanza». Aquellos mismos días, en Roma habían aparecido cubiertas de sudor la imagen de Marte de la Vía Apia y las estatuas de los lobos, y en Capua fuego en el cielo y la luna cayendo entre la lluvia. Luego se dio también crédito a otros prodigios menos importantes: cabras con el pelo trocado en lana, cambios de sexo en gallos y gallinas. Relatados todos estos sucesos según las noticias sabidas, y presentados los testigos en la curia, el cónsul pidió a los senadores su parecer acerca de la necesidad de expiaciones y su determinación. Acordóse expiar aquellos portentos, parte con víctimas mayores, parte con menores y celebrar rogativas durante tres días en todos los templos” (pp. 8-12)
[El texto se refiere a los augurios sobre el ataque de Aníbal a Roma.]

“Las noticias llegadas a Roma daban por exterminado al ejército entero con sus jefes, y aniquiladas todas las fuerzas, sin mencionar siquiera a los restos de ciudadanos y aliados sobrevivientes. Jamás, estando los enemigos lejos, hubo tanto terror y tumulto dentro de las murallas de Roma. Me declararé, pues, impotente ante la dificultad y no intentaré narrar lo que mi descripción empequeñecería.” (p. 238)