domingo, 15 de diciembre de 2013

Raymond Carver
PRINCIPIANTES
Barcelona, 2010, Anagrama.


 

“Recuerdo que años antes -antes de que me pasara bebiendo todo el día- leí un extraordinario pasaje de una novela de un italiano llamado Italo Svevo. El padre del narrador estaba muriéndose. La familia se había reunido alrededor de su lecho, y lloraba y aguardaba a que el anciano expirase, pero el moribundo abrió los ojos para mirar por última vez a todos y cada uno de los miembros de su familia. Cuando sus ojos se detuvieron en el narrador, se agitó súbitamente y algo se instaló en sus ojos; con un último acopio de fuerza se incorporó, se echó hacia adelante en la cama y soltó una bofetada a su hijo con toda su alma. Luego se dejó caer hacia atrás en el lecho, y exhaló el último suspiro. En aquella época imaginé a menudo la escena de mi propia muerte, y me veía haciendo lo mismo, con la única diferencia de que esperaba tener la fuerza suficiente para abofetear no a uno sino a mis dos hijos, y para que mis últimas palabras dedicadas a ellos fueran aquellas que sólo un hombre agonizante tendría el valor de pronunciar.” (pp. 30-31)