Tito Livio
AB URBE CONDITA (Libro XII)
Madrid, 1985, Gredos.
“en Sicilia, a unos soldados se les habían inflamado los dardos; igualmente, en Cerdeña, a un jinete que hacía la ronda de noche en la muralla, la fusta que tenía en la mano; en el litoral habíase visto un centelleo repetido; dos escudos habían sudado sangre, varios soldados habían sido alcanzados por el rayo, y el disco del sol parecía encogerse. En Preneste, habían caído aerolitos; en Arpos habían visto rodelas en el cielo y una lucha del sol con la luna; en Capena, dos lunas durante el día. De Ceres contábase que las aguas manaban ensangrentadas, y la misma fuente de Hércules brotaba inficionada de manchas sangrientas. En Ancio, unos segadores se habían encontrado con espigas sanguinolentas en la canasta. En Falerios, el cielo se había rasgado como en una colosal hendidura, y por ella había brillado un relámpago imponente; las tabillas de adivinación se habían encogido y caído por sí sola una de ellas con la siguiente inscripción: «Marte blande su lanza». Aquellos mismos días, en Roma habían aparecido cubiertas de sudor la imagen de Marte de la Vía Apia y las estatuas de los lobos, y en Capua fuego en el cielo y la luna cayendo entre la lluvia. Luego se dio también crédito a otros prodigios menos importantes: cabras con el pelo trocado en lana, cambios de sexo en gallos y gallinas. Relatados todos estos sucesos según las noticias sabidas, y presentados los testigos en la curia, el cónsul pidió a los senadores su parecer acerca de la necesidad de expiaciones y su determinación. Acordóse expiar aquellos portentos, parte con víctimas mayores, parte con menores y celebrar rogativas durante tres días en todos los templos” (pp. 8-12)
[El texto se refiere a los augurios sobre el ataque de Aníbal a Roma.]
AB URBE CONDITA (Libro XII)
Madrid, 1985, Gredos.
“en Sicilia, a unos soldados se les habían inflamado los dardos; igualmente, en Cerdeña, a un jinete que hacía la ronda de noche en la muralla, la fusta que tenía en la mano; en el litoral habíase visto un centelleo repetido; dos escudos habían sudado sangre, varios soldados habían sido alcanzados por el rayo, y el disco del sol parecía encogerse. En Preneste, habían caído aerolitos; en Arpos habían visto rodelas en el cielo y una lucha del sol con la luna; en Capena, dos lunas durante el día. De Ceres contábase que las aguas manaban ensangrentadas, y la misma fuente de Hércules brotaba inficionada de manchas sangrientas. En Ancio, unos segadores se habían encontrado con espigas sanguinolentas en la canasta. En Falerios, el cielo se había rasgado como en una colosal hendidura, y por ella había brillado un relámpago imponente; las tabillas de adivinación se habían encogido y caído por sí sola una de ellas con la siguiente inscripción: «Marte blande su lanza». Aquellos mismos días, en Roma habían aparecido cubiertas de sudor la imagen de Marte de la Vía Apia y las estatuas de los lobos, y en Capua fuego en el cielo y la luna cayendo entre la lluvia. Luego se dio también crédito a otros prodigios menos importantes: cabras con el pelo trocado en lana, cambios de sexo en gallos y gallinas. Relatados todos estos sucesos según las noticias sabidas, y presentados los testigos en la curia, el cónsul pidió a los senadores su parecer acerca de la necesidad de expiaciones y su determinación. Acordóse expiar aquellos portentos, parte con víctimas mayores, parte con menores y celebrar rogativas durante tres días en todos los templos” (pp. 8-12)
[El texto se refiere a los augurios sobre el ataque de Aníbal a Roma.]
“Las
noticias llegadas a Roma daban por exterminado al ejército entero con
sus jefes, y aniquiladas todas las fuerzas, sin mencionar siquiera a los
restos de ciudadanos y aliados sobrevivientes. Jamás, estando los
enemigos lejos, hubo tanto terror y tumulto dentro de las murallas de
Roma. Me declararé, pues, impotente ante la dificultad y no intentaré
narrar lo que mi descripción empequeñecería.” (p. 238)