lunes, 31 de marzo de 2014

Albert Camus
LA PESTE
Madrid, 2010, Diario Público.

 

“Lluvias torrenciales y breves cayeron sobre la ciudad. Un calor tormentoso siguió a aquellos bruscos chaparrones. El mar incluso había perdido su azul profundo, y bajo el cielo brumoso tomaba reflejos de plata o de acero, dolorosos para la vista. El calor húmedo de la primavera hacía desear el ardor del verano. En la ciudad, construida en forma de caracol sobre la meseta, apenas abierta hacia el mar, una pesadez tibia reinaba. En medio de sus largos muros enjalbegados, por entre sus calles con escaparates polvorientos, en los tranvías de un amarillo sucio, se sentía uno como prisionero del cielo.” (p. 28)

“-No -dijo Rambert con amargura-, usted no puede comprender. Habla usted en el lenguaje de la razón, usted vive en la abstracción.” (p. 67)

“Ya habían visto morir a otros niños, puesto que los horrores de aquellos meses no se habían detenido ante nada, pero no habían seguido nunca sus sufrimientos minuto tras minuto como estaban haciéndolo desde el amanecer. Y, sin duda, el dolor infligido a aquel inocente nunca había dejado de parecerles lo que en realidad era: un escándalo. Pero hasta entonces se habían escandalizado, en cierto modo, en abstracto, porque no habían mirado nunca cara a cara, durante tanto tiempo, la agonía de un inocente.” (p. 157)
Cicerón
SOBRE LA NATURALEZA DE LOS DIOSES
Madrid, 2008, Gredos.
 



“Y es que ha habido y sigue habiendo filósofos que estiman que los dioses no se preocupan en modo alguno de los asuntos humanos. Si su opinión es verdadera, ¿qué sentido pueden tener la piedad, la devoción o la práctica religiosa?” (p. 71)

“Quienes se preguntan, por su parte, qué es lo que opinamos personalmente sobre cada asunto, lo hacen con mayor curiosidad de la necesaria, porque, cuando se discute, no ha de buscarse tanto el peso de la autoridad como el de la razón. Es más, la autoridad de los que profesan la enseñanza incluso constituye un obstáculo, la mayoría de las veces, para quienes quieren aprender, porque éstos dejan de aplicar su propio juicio y dan por válido lo que ven que ha dictaminado aquel al que aprueban.” (p. 78)

“Pero los espíritus acaban por acostumbrarse, a causa de la repetición cotidiana y del hábito de la vista, y ni llegan a admirarse, ni piden razón de aquellos fenómenos que ven constantemente, como si fuera su novedad, más que su grandiosidad, la que debiera incitarnos a indagar sus causas.” (p. 236)

lunes, 17 de marzo de 2014

Andrea Camilleri
LA EXCURSIÓN A TINDARI
Barcelona, 2007, Salamandra. 


“Sea como fuere, a lo largo de los años, había visto cómo sus compañeros, los míticos del 68 empezaban a «razonar». Y, razona que te razonarás, los furores abstractos se habían ido ablandando y posteriormente transformando en aquiescencias concretas. Y ahora, exceptuando a uno que soportaba con extraordinaria dignidad desde hacía más de diez años juicios y cárcel por un delito claramente no cometido ni ordenado, y a otro misteriosamente asesinado, todos los demás se habían colocado estupendamente bien, saltando de la izquierda a la derecha, de nuevo a la izquierda y otra vez a la derecha, y los había que dirigían periódicos y cadenas de televisión, o se habían convertido en peces gordos del Estado ya que eran diputados o senadores. Puesto que no habían conseguido cambiar la sociedad, habían cambiado ellos. O ni siquiera habían tenido necesidad de cambiar porque en el 68 se habían limitado a hacer teatro, poniéndose disfraces y máscaras de revolucionarios.” (p. 9)
Nathaniel Hawthorne
LA LETRA ESCARLATA
Madrid, 2006. Valdemar.
 


“La opinión, el más terrible de los tiranos, no se hace temer por su contenido –las opiniones comunes parecen ser más bien estupideces–, sino por la forma en que se impone." (p. 19)
[La cita pertenece a Agustín Izquierdo Sánchez, prologuista de la novela.]  

“La verdad, no obstante, parece ser que, cuando lanza sus cuartillas al viento, el autor se dirige no a los muchos que dejarán a un lado su libro o nunca lo cogerán, sino a los pocos que lo comprenderán mejor que la mayoría de sus condiscípulos y compañeros de vida.” (p. 26)

“Hay pocos rasgos de la naturaleza humana tan feos como esa tendencia que ahora observaba en hombres no peores que sus vecinos: el de volverse crueles simplemente porque poseen poder para hacer daño.” (p. 90)
[Las citas pertenecen a la obra La Aduana, texto con el que Hawthorne prologa la novela.]

“De la pared colgaba una fila de retratos que representaban a los antepasados del linaje de los Bellingham, algunos con armaduras sobre el pecho y otros con tiesas gorgueras y ropajes de tiempos de paz. Todos se caracterizaban por la austeridad y severidad que invariablemente poseen los retratos antiguos, como si fuesen los espectros, más que los retratos, de respetables personas desaparecidas y mirasen con áspero e intolerante aire de crítica las tareas y diversiones de los vivos.” (pp. 188-189)

“Como no confiaba en ningún hombre como amigo, era incapaz de reconocer a un enemigo cuando éste aparecía.” (p. 229)

“Resulta notable que personas habituadas a teorizar con toda libertad se sometan a menudo sin rechistar a las normas externas impuestas por la sociedad. Les basta el pensamiento, sin necesidad de investirlo en la carne y la sangre de la acción.” (p. 281)

jueves, 6 de marzo de 2014


Andrea Camilleri
UN HILO DE HUMO
Barcelona, 2001, Destino.

 
“-Es una poesía –explicó el marqués en beneficio de Lemonnier- que habla de un pacto entre un asno y un león que deben hacer juntos un tramo de camino a pie y, para ahorrar esfuerzo, deciden actuar así: el primer trecho lo hace el león a la grupa del asno, y el segundo al revés. Pero el primer trecho es todo de subida y el león, para no caer hacia atrás, comienza a hundir las garras en la carne del asno. El asno se queja, pierde sangre y siente dolor, pero no puede hacer nada, los pactos son pactos y, para sujetarse bien en la grupa, el león no puede comportarse de otra manera, no es que ponga mala voluntad. Luego llega el segundo tramo de camino, y el asno monta sobre el león. Pero esta vez el terreno es de fuerte bajada, y el asno corre el riesgo de romperse el cuello deslizándose hacia delante. Al no tener garras como el león, sino sólo cascos sin agarre, el asno no tiene más que un recurso…
Y aquí se detuvo, pasando con una mirada la pelota al padre Imbornone.
-…desplegar el así llamado quinto pie, que en el hombre, como usted sabe, es el tercero –continuó el padre Imbornone feliz como unas pascuas-, y meterlo con un golpe solo y seguro en el agujero justo, sin pararse a oír los gritos del león, y anclarse sólidamente.
-He aquí: nuestro Romeres, hoy por hoy, es igual a ese pobre león en bajada, después de haber hecho, durante tantos años, como el león en subida –concluyó el marqués.” (pp. 97-98)

[La poesía a la que se refiere el texto es Lu Sceccu e lu Liuni (El asno y el león), obra de Domenico Tempio, autor siciliano que vivió entre 1750 y1821.]