domingo, 30 de noviembre de 2014

Robert Malthus
PRIMER ENSAYO SOBRE LA POBLACIÓN
Madrid, 1988, Alianza Editorial
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“El cuadro de la vida humana que aparece en este ensayo está impregnado de melancolía; pero el autor tiene conciencia de que estos sombríos tintes están en la realidad y no provienen de un estado de espíritu decaído o de un carácter más o menos amargado.” (p. 45)

“Una gran emigración lleva necesariamente implícita alguna forma de infortunio en el país desertado. Pues pocas personas habrá que abandonen sus familias, sus relaciones, sus amigos y su tierra natal para instalarse en un país desconocido y de clima extraño sin que lo justifique una situación de profundo malestar en el lugar en que se encuentran o la esperanza de hallar considerables ventajas en el lugar de destino.” (p. 59)

“Pero si bien es verdad que con sus maniobras desleales los ricos contribuyen con frecuencia a prolongar situaciones particularmente angustiosas para los pobres, no es menos cierto que ninguna forma posible de sociedad es capaz de evitar la acción casi constante de la miseria, bien sea sobre una gran parte de la humanidad, en el caso de existir desigualdad entre los hombres, bien sobre toda ella si todos los hombres fuesen iguales.” (pp. 66-67)

“Pero quienes se preocupan de examinar las estadísticas relativas a la mortalidad infantil observan generalmente que de la totalidad de los niños que mueren cada año, una parte totalmente desproporcionada procede de familias que pueden suponerse incapaces de suministrar a sus hijos la alimentación y los cuidados que requiere la infancia; niños expuestos a toda suerte de penalidades, viviendo en tugurios malsanos y obligados a realizar duros trabajos impropios de su edad. Esta elevada mortalidad entre los hijos de los pobres es patente en todas las ciudades. Ciertamente, no alcanza las mismas proporciones en las zonas rurales, pero la cuestión no ha sido aún estudiada con la suficiente atención para poder afirmar que incluso en el campo el número de niños pobres muertos cada año no es proporcionalmente superior al de los niños de las clases medias o altas. Parece difícil suponer que la mujer de un jornalero agrícola, madre de seis hijos, a quien en ocasiones le falta incluso el pan, va a estar siempre en condiciones de suministrar a todos sus hijos el alimento y las atenciones indispensables para vivir. Los hijos y las hijas de familias campesinas no se asemejan siempre, en la vida real, a esos querubines sonrosados descritos en las novelas. Quienes han vivido bastante en el campo no pueden haber dejado de observar las frecuentes dificultades de crecimiento que sufren los hijos de los campesinos y lo mucho que tardan en alcanzar su madurez. Muchachos que aparentan tener catorce o quince años tienen con frecuencia dieciocho o diecinueve realmente. Y entre los mozos que se ven en el campo arando, lo cual es, sin duda, un ejercicio saludable, son pocos los que tienen buena musculatura, circunstancia que sólo puede ser atribuida a la carencia o insuficiencia de una alimentación sana.” (pp. 88-89)

“Un Alarico, un Atila, un Gengis Khan y los jefes que le rodeaban combatían tal vez por la gloria, por la fama de sus conquistas, pero lo que realmente puso en movimiento la gran marea migratoria del Norte, y lo que continuó impulsándola en diferentes épocas contra China, Persia, Italia e incluso Egipto, fue la escasez de alimentos y la desproporción entre la población y los medios de subsistencia.” (p. 74)

“Sabemos muy bien, por reiteradas experiencias, cuánta miseria y cuántos sufrimientos los hombres pueden soportar en su propio país antes de decidirse a abandonarlo: y cuántas veces las propuestas más tentadoras para marchar a las nuevas colonias han sido rechazadas por gentes que parecían estar a punto de fallecer por inanición.” (p. 169)

“La superioridad de los placeres intelectuales sobre los sensuales reside en que duran más tiempo, tienen mayor amplitud y son menos susceptibles de ser saciados; no en ser más reales y esenciales.” (p. 171)

“De poco serviría entrar en la cuestión de saber si el espíritu es una sustancia distinta de la materia o simplemente una forma más refinada de la misma. Quizá esta cuestión no sea, después de todo, más que una cuestión de palabras.” (p. 253)

“Las inteligencias más agudas se forman a través del esfuerzo de pensamiento original, del empeño por crear nuevas combinaciones, por descubrir nuevas verdades y no recibiendo pasivamente las impresiones de las ideas de otros hombres.” (p. 270)

Ibn Hazm de Córdoba (994-1063)
EL COLLAR DE LA PALOMA
Madrid, 2005, Alianza Editorial.


 
“Suponer que un fenómeno tan humano como es amar ha existido siempre, y siempre con idéntico perfil, es creer erróneamente que el hombre posee, como el mineral, el vegetal y el animal, una naturaleza preestablecida y fija, e ignorar que todo en él es histórico. Todo, inclusive lo que en él pertenece efectivamente a la naturaleza, como son sus llamados instintos.” (p. 18)

“El amor es, como antes insinué, una institución, invento y disciplina humanas, no un primo de la digestión o de la hiperclorhidria.” (p. 21)
[Ambos textos pertenecen al prólogo de Ortega y Gasset que acompaña a la obra. La cursiva es de la propia cita.]

“Esto es particularmente verdad en España. Sus habitantes sienten envidia por el sabio que entre ellos surge y alcanza maestría en su arte; tienen en poco lo mucho que pueda hacer, rebajan sus aciertos y se ensañan, en cambio, con sus caídas y tropiezos, sobre todo mientras vive, y con doble animosidad que en cualquier otro país.” (p. 45)
[La cita de Ibn Hazm aparece en la introducción de Emilio García Gómez.]

“Si la causa del amor fuese no más que la belleza de la figura corporal, fuerza sería conceder que el que tuviera cualquier tacha en su figura no sería amado, y, por el contrario, a menudo vemos que hay quien prefiere alguien de inferior belleza con respecto a otros cuya superioridad reconoce, y que, sin embargo, no puede apartar de él su corazón. Y si dicha causa consistiese en la conformidad de los caracteres, no amaría el hombre a quién no le es propicio ni con él se concierta. Reconocemos, por tanto, que el amor es algo que radica en la misma esencia del alma. 

    El amor, no obstante, tiene a menudo una causa determinada y desaparece cuando esta causa se extingue, pues quien te ama por algo te desama si ese algo se acaba.” (p. 104)

“Me la afean porque tiene rubio el cabello,
y yo les digo: «Ésa es su belleza, a mi juicio.
Yerran quienes vituperan el color de la luz y del oro,
por una necia opinión, del todo falsa.” (p. 139)


“Precisamente, el mérito de la vista consiste en que su esencia es la más alta de todas y la de más subida condición, por cuanto forma parte de la esfera de la luz. Los colores no se perciben sino por ella. Además, nada hay que llegue más lejos ni tenga más remoto alcance, puesto que por ella se perciben los cuerpos de las estrellas, que están en las lejanas esferas del firmamento, y por ella ves los cielos, a pesar de su inmensa alteza y distancia; todo lo cual no obedece sino a su afinidad con ese celeste espejo en cuanto a sus características congénitas.
    El ojo, además, percibe todas estas cosas y llega a ellas instantáneamente, sin etapas ni detención en determinados lugares, ni transmisión de movimientos, lo cual no sucede con ninguno de los otros sentidos, como el gusto y el tacto, que no perciben sino por contacto, o el oído y el olfato, que no perciben sino por aproximación. La prueba de lo que hemos dicho sobre la percepción instantánea de la vista es que tú ves al que emite la voz antes de oír la voz, aunque intentes percibir ambas cosas simultáneamente. Si la percepción de ambos fenómenos fuera simultánea, no se adelantaría la vista al oído.” (p. 145)

“No esperes nada de un inconstante.
Con el inconstante no se puede contar.
Deja el amor del inconstante:
es un préstamo que hay que devolver.” (p. 211)

“Las obras de los hombres nos hablan de su naturaleza.
Conocer la esencia de una cosa te releva de seguirle el rastro.” (p. 216)
J. M. G. Le Clézio
EL DILUVIO
Barcelona, 2008, Seix Barral.



“El horizonte se dibujó al este, con la línea de la costa y la superficie del mar. Las crestas blancas de las olas, lejos y en toda su extensión, empezaron a brillar regularmente. Luego, el agua se hizo más sucia, muy rizada y muy dura, a medida que la luz disolvía la tinta. Los puntos amarillos de los rayos, y los puntos rojos de los faros, brillaron menos brutalmente. Manchas profundas, espesas, terribles, se estrecharon poco a poco, recogidas sobre sí mismas, secándose como charcos. Por encima del mar, las nubes se levantaron de repente, surgiendo muy pálidas de la noche, parecidas a rebaños de elefantes o de búfalos. Minuto tras minuto, sus relieves se acusaban, se ahondaban. Bolas algodonosas colgaban sin moverse en medio de la bóveda celeste, y en sus desgarramientos, se percibían trozos de aire transparente, a medio camino entre el rosa y el gris, donde no había nada. Débilmente, la noche oscilaba hacia el oeste, retirándose, sin tener la apariencia de los objetos aún prisioneros de su baba viscosa. Lo que había sido negro, devenía sombrío, luego gris, luego lechoso, luego muy pálido, y esta misma palidez se retiraba, deslizándose más allá del blanco, como si, despojada de la membrana que la hacía invisible, la tierra no hubiera sido todavía poseída por el color, y flotara, indecisa, entre estas dos violencias, exangüe, casi inexistente. Al otro extremo del horizonte, por encima de la ciudad y de las montañas, había una especie de abismo oscuro, parecido a un embudo, donde la sombra caía con lentitud.” (p. 169)

jueves, 20 de noviembre de 2014


Cormac McCarthy
MERIDIANO DE SANGRE
Barcelona, 2006, Random House Mondadori.

 

“Hay menos alegría en la taberna que en el camino que conduce a ella, dijo el menonita. Se puso en la cabeza el sombrero que sostenía en las manos y giró en redondo y salió por la verja.“ (p. 58)

“Toda la tarde cabalgaron en fila india por las montañas. Un pequeño halcón lanero gris los sobrevoló como si buscara el estandarte de la compañía y descendió hacia la llanura batiendo sus largas y puntiagudas alas. Cruzaron ciudades de arenisca en el crepúsculo de aquel día, dejando atrás castillo y torre del homenaje y atalaya labrada a viento y graneros de piedra al sol y a la sombra. Pisaron marga y terracota y escabrosidades de esquisto cuprífero y cruzaron una vaguada y salieron a un promontorio desde el cual se dominaba una caldera siniestra donde descansaban las ruinas abandonadas de Santa Rita del Cobre.” (p. 143)

“Durante las dos semanas siguientes cabalgaron de noche y no encendieron fuego. Habían arrancado las herraduras a sus caballos y rellenado de arcilla los agujeros de los clavos, y los que aún tenían tabaco usaban sus petacas para escupir dentro y dormían en cuevas y directamente sobre la piedra. Hacían pasar a los caballos por las huellas dejadas al desmontar y enterraban sus heces como los gatos y apenas hablaban entre ellos. Cruzando en plena noche aquellos áridos escollos de grava se los veía inverosímiles y privados de sustancia. Una conjetura que se presiente en la oscuridad por el crujir de los cueros y el tintineo del metal.” (p. 186)

“Da igual lo que los hombres opinen de la guerra, dijo el juez. La guerra sigue. Es como preguntar lo que opinan de la piedra. La guerra siempre ha estado ahí. Antes de que el hombre existiera, la guerra ya le esperaba. El oficio supremo a la espera de su supremo artífice. Así era entonces y así será siempre. Así y de ninguna otra forma.” (p. 299)


Sigmund Freud
EL CHISTE Y SU RELACIÓN CON LO INCONSCIENTE
Madrid, 1979, Alianza Editorial.



“El «placer de disparatar» -como pudiéramos denominarlo abreviadamente- se halla encubierto hasta su completa ocultación en la vida corriente. Para descubrirlo tenemos que colocarnos ante dos casos especiales en los que es aún visible o se hace visible de nuevo: la conducta del niño mientras aprende a manejar su idioma, y la del adulto que se halla bajo los efectos de una acción tóxica. En la época en que el niño aprende a manejar el tesoro verbal de su lengua materna le proporciona un franco placer de «experimentar un juego» (Groos) con este material y une las palabras sin tener en cuenta para nada su sentido, con el único objeto de alcanzar de este modo el efecto placiente del ritmo o de la rima. Este placer va siéndole prohibido al niño cada día más por su propia razón, hasta dejarlo limitado a aquellas uniones de palabras que forman un sentido. Todavía en años posteriores da la tendencia a superar las aprendidas limitaciones en el uso del material verbal muestras de su actividad en el sujeto, haciéndole modificar las palabras por medio de determinados afijos, transformar sus formas merced a dispositivos especiales (reduplicación) o hasta crear, para entenderse con sus camaradas de juego, un idioma especial, esfuerzos todos que después surgen de nuevo en determinadas categorías de enfermos mentales." (pp. 110-111)

"Bajo la influencia del alcohol el adulto se convierte nuevamente en niño, al que proporciona placer la libre disposición del curso de sus pensamientos sin observación de la coerción lógica. Esperamos haber demostrado que las técnicas de contrasentido del chiste corresponden a una fuente de placer. Recordemos ahora únicamente que este placer surge del ahorro de gasto psíquico y de la liberación de la coerción de la crítica.” (pp. 112)

domingo, 16 de noviembre de 2014

Gabriel García Márquez
DOCE CUENTOS PEREGRINOS
Barcelona, 2003, Círculo de Lectores.


“La escritura se me hizo entonces tan fluida que a ratos me sentía escribiendo por el puro placer de narrar, que es quizás el estado humano que más se parece a la levitación.” (pp. 14-15)
[La cita pertenece al prólogo, titulado Por qué doce, por qué cuentos y por qué peregrinos.]

“Pero la verdadera historia de Margarito Duarte había empezado seis meses antes de su llegada a Roma, cuando hubo de mudar el cementerio de su pueblo para construir una represa. Como todos los habitantes de la región, Margarito desenterró los huesos de sus muertos para llevarlos al cementerio nuevo. La esposa era polvo. En la tumba contigua, por el contrario, la niña seguía intacta después de once años. Tanto, que cuando destaparon la caja se sintió el vaho de las rosas frescas con que la habían enterrado. Lo más asombroso, sin embargo, era que el cuerpo carecía de peso.“ (p. 56)

“El tenor Ribero Silva se había ganado el privilegio de que los romanos no se resintieran con sus ensayos tempraneros. Se levantaba a las seis, se daba su baño medicinal de agua helada y se arreglaba la barba y las cejas de Mefistófeles, y sólo cuando ya estaba listo con la bata de cuadros escoceses, la bufanda de seda china y su agua de colonia personal, se entregaba en cuerpo y alma a sus ejercicios de canto. Abría de par en par la ventana del cuarto, aun con las estrellas del invierno, y empezaba por calentar la voz con fraseos progresivos de grandes arias de amor, hasta que se soltaba a cantar a plena voz. La expectativa diaria era que cuando daba el do de pecho le contestaba el león de la Villa Borghese con un rugido de temblor de tierra.” (p. 60)

“Se refería a Cesare Zavattini, nuestro maestro de argumento y guión, uno de los grandes de la historia del cine y el único que mantenía con nosotros una relación personal al margen de la escuela. Trataba de enseñarnos no sólo el oficio, sino una manera distinta de ver la vida. Era una máquina de pensar argumentos. Le salían a borbotones, casi contra su voluntad. Y con tanta prisa, que siempre le hacía falta la ayuda de alguien para pensarlos en voz alta y atraparlos al vuelo. Sólo que al terminarlos se le caían los ánimos. «Lástima que haya que filmarlo», decía. Pues pensaba que en la pantalla perdería mucho de su magia original.” (p. 67) 
[Las tres citas pertenecen al cuento titulado La santa.]


J. M. Mulet
COMER SIN MIEDO
Barcelona, 2014, Destino.


 
“Si nos fijamos en las listas de libros más vendidos, encontraremos que en el apartado de no ficción suelen predominar los libros de cocina y los de dietas de adelgazamiento…, lo que viene a ser como si nos ofrecieran cocaína para ponernos alegres y Valium para dejarnos tranquilitos a la vez.” (p. 17)

“Los insectos forman parte de algunas tradiciones alimentarias en México o en determinadas zonas de Asia. En cambio, a la mayoría de los europeos nos dan asco. Las dietas que incluyen insectos son propias de países con climas muy cálidos. Para empezar, en los climas tropicales solo con escarbar en la raíz de una planta tienes suficientes insectos para comer, sobre todo larvas. En climas más templados o fríos te sale más a cuenta cazar un ciervo o criar una gallina que ir todo el día buscando insectos. Probablemente este sea el origen antropológico de la diferencia.” (p. 41)

“Parece que en toda la historia de la humanidad no ha habido ningún caso de abuela que cocinara mal. Además, esto debe de ser algún efecto genético que los científicos todavía no han descifrado. Hay madres que pueden preparar mejunjes infumables que nos obligan a comer como lentejas o espinacas, pero en el momento en que esa madre es abuela es como si del cielo bajara una lengua de fuego pentecostal y le regalara un título de máster chef por ciencia infusa.” (p. 47) 

   
“Agricultura y ecología son dos términos antagónicos por definición, como una película de David Lynch entendible, un político español honrado o un divorcio amistoso.” (p. 75)

“Si vamos a Europa, el principal productor de agricultura ecológica es el príncipe Carlos de Inglaterra. Si alguien tiene la imagen de que la agricultura ecológica es el abuelo con la azada y el gorro de paja, que se la quite de la cabeza, porque no me lo veo con Camila cavando surcos y el nieto jugando al lado. Aunque, eso sí, va dando conferencias sobre el decrecimiento y diciendo que tenemos que vivir con menos. Él solo tiene tres o cuatro residencias oficiales, tipo Balmoral, Windsor o Buckingham. Todo un ejemplo a seguir.” (pp. 99-100).


“Esta leyenda urbana tiene un origen histórico. Durante la batalla de Inglaterra, en la segunda guerra mundial, los alemanes se dieron cuenta de que sus bombarderos caían abatidos por los cazas de la RAF a pesar de que los ataques se hacían de noche, con el fin específico de evitar el riesgo. Los espías alemanes descubrieron que el alto mando había dado orden de alimentar a los aviadores a base de zanahorias para aumentar su visión nocturna y así poder hacer frente a los bombarderos. Bueno, realmente esa información la hizo circular el alto mando británico, de forma interesada, para despistar a los alemanes (que picaron el anzuelo y se lo tragaron con caña y pescador). Lo que no querían los británicos que supieran los alemanes es que habían desarrollado el radar, y ese era el secreto del éxito de la RAF que impedía los bombardeos nocturnos. No obstante, todavía se sigue oyendo que comer muchas zanahorias mejora la visión nocturna. No es cierto; fue un ardid de la inteligencia británica.” (p. 241)

“La falta de información en temas de alimentación y la proliferación de leyendas urbanas da lugar a paradojas como preocuparnos por si el vino tiene sulfitos, pero no por los catorce grados de alcohol, que es lo peligroso. No queremos que las salchichas tengan nitritos, pero no decimos nada de las grasas saturadas o de los azúcares añadidos (aunque vayan etiquetados como almidón, dextrosa o jarabe de maíz).” (p. 254)